Investigando alrededor no
vimos nada”, dice Yáñez. “Pero interrogando a algunos inter-
nos, nos dijeron: ‘Bueno, lo que ocurrió aquí es que no los van a encontrar’. Nosotros metíamos nuestros
radares, metíamos perros y los internos nos decían: ‘Es que no los van a encontrar porque a ellos los
quemaron’” Juan José Yáñez Arreola
Piedras Negras: un
campo de exterminio
Narra Juan José Yáñez casos de desapariciones; revela que buscan cuerpos en la presa Don Martín
ARTÍCULO DE DIEGO ENRIQUE OSORNO/PERIÓDICO EL ESPAÑOL
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EL HERALDO DE SALTILLO
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Viernes 22 de Enero de 2016
E
l sordomudo José Martín Mo-
rales dejó la ciudad de México
para viajar a la ciudad fronte-
riza de Piedras Negras. Lo acom-
pañaban José Antonio Ángeles,
José Luis Vallejo, Jorge Espinoza y
Manuel Adrián González. Los cinco
vendían artilugios mientras exhi-
bían unas etiquetas con esta frase:
“Disculpe, soy sordomudo, vivo de
la venta de este producto”.
Se comunicaban con su
familia a través de unos mensajes
de texto que se interrumpieron el
23 de febrero de 2012. Unos días
después, las autoridades los agre-
garon a la lista oficial de más de
25 mil personas desaparecidas en
México.
El caso de los cinco vende-
dores sordomudos lo investigó la
subprocuraduría creada por el Go-
bierno de Coahuila para buscar a
los desaparecidos. La investigación
desembocó en una prisión estatal
ubicada en la ciudad de Piedras
Negras.
De acuerdo con los resul-
tados de la investigación a los cua-
les tuve acceso, este centro estuvo
bajo el control total del cártel de
Los Zetas entre 2010 y 2012. Du-
rante esos dos años, la cárcel se
convirtió en un centro criminal en
el que los internos fabricaban uni-
formes, fundas y chalecos antiba-
las para los miembros de la banda
y alteraban vehículos para ocultar
drogas, armas y dinero en su inte-
rior.
La cárcel de Piedras Ne-
gras era además un hotel donde
los líderes del grupo criminal se
escondían cuando las fuerzas fe-
derales montaban operativos de
búsqueda en la ciudad.
El hallazgo más delicado
de los investigadores es que Los
Zetas torturaron, asesinaron e inci-
neraron personas de manera siste-
mática en el interior de la prisión.
Entre las víctimas se encuentran
miembros de la banda o de sus ad-
versarios. Pero también personas
ajenas al mundo criminal como
los vendedores sordos, a quienes
se confundió con agentes encu-
biertos enviados por el Gobierno
federal.
150 VÍCTIMAS
“Lo que tenemos en las
investigaciones es que más de 150
personas fueron privadas de la li-
bertad, llevadas a ese lugar y ahí
dentro fueron… las mataron, las
quemaron, para luego los restos
ser tirados a un río”, explica Juan
José Yáñez, titular de la subprocu-
raduría que lleva la investigación.
Yáñez asegura que la instancia no
volvió a estar bajo control del Go-
bierno hasta 2012.
“Lo que sucedió fue algo
muy duro”, dice el investigador.
“No me explico yo cómo pudo pa-
sar esto sin que hubiera una reac-
ción”.
En una entrevista celebra-
da antes del arresto de Humberto
Moreira en España, el subprocura-
dor que dirige la investigación de la
masacre del Penal de Piedras Ne-
gras explica que Los Zetas tenían el
control absoluto de la institución
oficial. “Entraban y salían todos los
días”, dice. “Uno de ellos comenta
que él salía al Oxxo, compraba un
café, leía el periódico, se iba a su
casa a desayunar o a la casa de un
amigo. Hacía una vida afuera y lue-
go regresaba en la tarde”.
–¿También
fabricaban
chalecos y modificaban coches?
–Sí, era toda una base de
operaciones. Yo estoy seguro de
que en algunos ceresos [cárceles
estatales] de la república pudiera
estar pasando algo similar.
Los agentes de la subpro-
curaduría empezaron a investigar
la cárcel de Piedras Negras a finales
de 2014. A través de un testimonio
supieron que habían llevado a dos
personas desaparecidas cerca o
dentro del centro penitenciario y
que nunca más se había vuelto a
saber nada de ellas.
“Investigando alrededor
no vimos nada”, dice Yáñez. “Pero
interrogando a algunos internos,
nos dijeron: ‘Bueno, lo que ocurrió
aquí es que no los van a encontrar’.
Nosotros metíamos nuestros rada-
res, metíamos perros y los internos
nos decían: ‘Es que no los van a
encontrar porque a ellos los que-
maron’”.
Así fue como empezaron a
documentarse otros crímenes ocu-
rridos en el lugar, entre ellos el de
los cinco vendedores sordos que
llegaron de la capital a esta ciudad
fronteriza para luego desaparecer.
UN POLVORÍN EN LA FRONTERA
El estado de Coahuila se
ubica en el noreste de México. Al
igual que Nuevo León y Tamauli-
pas, limita con Texas y forma par-
te de la ruta de las drogas ilegales,
que desde aquí viajan rumbo a
Washington y Nueva York.
Durante los últimos años y
ante el incremento de las disputas
por el trasiego, la violencia se ha
adueñado del estado. Pero el alto
riesgo ha propiciado que esa reali-
dad se haya documentado menos
que en otros estados como Gue-
rrero, Michoacán o Veracruz o en
zonas fronterizas como las que es-
tán alrededor de Tijuana o Ciudad
Juárez. Sólo ahora masacres como
la ocurrida en la prisión de Piedras
Negras, se están dando a conocer.
Las autoridades mexica-
nas nunca han investigado a los po-
líticos que protegen a las organiza-
ciones criminales que operan en la
zona. Pero hay varios juicios abier-
tos al otro lado de la frontera. No
sólo el proceso contra Humberto
Moreira en un tribunal de San An-
tonio. También los que investigan a
los ex mandatarios de Tamaulipas
y Nuevo León como Tomás Yarring-
ton, Eugenio Hernández Natividad
González Parás o Rodrigo Medina.
DESAPARECIDOS
POR LA FUERZA
La subprocuraduría que
descubrió la masacre en la cárcel
de Piedras Negras opera desde
hace tres años y es la única espe-
cializada en la búsqueda de perso-
nas desaparecidas en todo el país.
Durante sus primeras se-
manas, la dependencia concentró
denuncias por desaparición hasta