Montado en su
caballo es dónde Macario se siente más a gusto en
la vida
Macario González les
ha heredado a sus hijos y nietos el amor por la charrería
Múltiples homenajes y
reconocimientos ha recibido Macario González por su destacada trayectoria en la charrería
Viernes 18 de Noviembre de 2016
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Macario González, el Titán del Norte: orgullo charro saltillense
JOSÉ TORRES
Se ha caído y se ha frac-
turado las piernas, los brazos y
la clavícula, pero lo considera
como trofeos de su actividad. Es
Macario González Rodríguez
“El Titán del Norte”, como lo
conocen en el mundo charro.
Don Macario González
es un ícono de la charrería, uno
de los máximos exponentes de
este deporte nacional, y aunque
nació en Monterrey, desde hace
46 años vive en Saltillo, por lo
que ya es tan saltillense como el
sarape y el pan de pulque.
Ni las fracturas, ni las
caídas lo han detenido, y a sus
74 años don Macario puede
presumir de ser un charro
triunfos en casi todos los even-
tos a los que asistía.
¿Cuántos trofeos y re-
conocimientos ha ganado?
-La mera verdad ya ni
sé, perdí la cuenta
- responde
donMacario mientras enciende
la luz de un cuarto contiguo a
su oficina, en donde expone
cientos de reconocimientos y
trofeos, de cualquier tipo, re-
gionales, estatales y nacionales.
De bigote tupido y voz
gruesa, como físicamente se ha
difundido la imagen del charro
mexicano, el Titán del Norte se
enfunda en su vestimenta y su
sombrero, para, a sus 74 años,
montar a “El Regalo” y competir
llevando el nombre de Saltillo
en alto.
“Es una sensación de
libertad, de gusto, al montar a
caballo me siento libre, dueño
de mí, de mis actos, se me ol-
vidan mis temores, mi estrés.
Creo que cuando se monta
uno a caballo se te pasan esos
nervios que traes, es una terapia
bastante buena para mí”, dice
don Macario.
El también empresario
ganadero no deja pasar ni un
día sin montar a caballo. Todos
los días, a eso de las 5:00 de la
tarde monta en uno de sus seis
caballos –aunque “El Regalo
es el favorito”- y practica en su
lienzo charro, que lleva el nom-
bre de su padre: Lienzo Charro
Profesor Enrique González
Treviño.
“Además de ser una dis-
ciplina, el deporte es bueno para
mi fortaleza, es un ejercicio, soy
disciplinado, y trato de hacerlo
en la forma más pura posible”,
señala.
Don Macario forma
parte de la asociación de cha-
rros con un equipo que lleva el
nombre de su padre, y también
de la asociación de charros ma-
yores de Coahuila, con quienes
competirá este fin de semana en
Guadalajara en el Campeonato
Nacional de Charros Mayores.
Entre sus trofeos está el
que obtuvo cuando se coronó
Campeón Nacional de Charro
Completo en 1973, en don-
de ejecutó las 9 suertes de la
charrería, en pleno apogeo de
su carrera. Ese campeonato se
realizó en La Viga, en la Ciudad
de México, fue la primera vez en
que un charro venido de otro
estado, fuera del Distrito Fe-
deral (hoy Ciudad de México)
ganaba.
Macario llegó a Saltillo
en 1970 para formar parte de
un negocio que hasta la fecha
mantiene, como empresario en
el ramo de la compra y venta de
pieles, cueros y ganado. Tenía
30 años cuando llegó a esta ciu-
dad. Aquí ha crecido su familia,
sus hijos y sus nietos, quienes ya
le siguen el paso en la charrería.
Desde entonces nada ha
parado al Titán, ni aquella vez
en Zacatecas, en 1990, cuando
no lo dejaban charrear porque
le detectaron que su presión
estaba en niveles altos.
“Yo les dije que así era
mi presión, ya cuando charreo
se normaliza, y muy apenas
me dejaron charrear, y quedé
subcampeón, ya al otro día me
fui a checar, porque me decían
que me iba a dar un infarto”
asegura.
“Varias veces me he
caído con todo y caballo, o
montando toros, pero estamos
completos hasta ahorita, me he
quebrado las piernas, los brazos
y clavícula, pero son parte de
los trofeos, nunca he pensado
en retirarme” sentencia.
El charro saltillense dice
que portar el traje y el sombrero
es toda una responsabilidad,
pues es el símbolo de todo un
país.
Desde que veía a su
padre vestirse de charro cada
domingo, entendió que había
que saber portar y respetar lo
que significaba ese traje.
“Hay que portarlo con
orgullo, no tomar cuando uno
está con el traje, procuramos
llevar en alto la charrería y ser
baluartes de ella”, señala.
“Para ser charro se ne-
cesita mucha disciplina, no
tomar, hacer ejercicio, buena
figura y practicar”, agrega.
Don Macario también
ha sido entronizado en dife-
rentes salones de la fama, como
el latinoamericano en Estados
Unidos y en el Salón de la
Fama de Monterrey, y además
ha obtenido el título de orgullo
saltillense.
“Aquí vamos a seguir,
porque todavía me siento con
ánimos, con el gusto de montar
a caballo”, dice.
Don Macario dirigió
además la Unión Estatal de
Charros por 32 años, por in-
vitación de otro gran charro
coahuilense, que se hizo su ami-
go a su llegada a Saltillo, Carlos
Cárdenas Valdés “El Rayito”. La
asociación la dirigió desde 1972
hasta el 2004.
Asegura que aunque la
Charrería es un deporte con
poca difusión, le da gusto que
en Coahuila se practique mu-
cho, pues existen alrededor de
15 asociaciones.
El próximo 26 y 27 de
noviembre realizará el Campeo-
nato Guadalupano en el Lienzo
Charro Profesor Enrique Gon-
zález Treviño, para cerrar el año
de actividades, la entrada será
gratuita y participarán 13 gru-
pos de charros y escaramuzas.
multipremiado: tiene tantos
reconocimientos y trofeos que
ya hasta perdió la cuenta, tantos
que le dieron para forrar com-
pletamente las paredes de un
pequeño museo contiguo a su
oficina, en donde expone placas
y fotografías de su trayectoria
charra.
Don Macario nació un
18 de junio en Monterrey, Nue-
vo León, hijo del profesor Enri-
que González Treviño y María
Luisa Rodríguez, fueron ellos
quienes desde muy pequeño le
fueron guiando por el mundo
charro.
El niño Macario Gon-
zález siguió los pasos de su
padre, el profesor Enrique
-quien fue el primer presidente
de la primera asociación de
charros en el país- y a los 12
años ya empezaba a practicar
el deporte, para a los 14 hacer
su debut en las competencias.
“Toda nuestra vida
gira alrededor de este depor-
te”, dice en entrevista Macario
González.
Él y su familia crecie-
ron entre caballos y sombreros
charros, viendo a su padre
realizar algunas ‘suertes’, para
luego ser ellos, los hijos del
profesor Enrique, quienes las
practicaran como charros, y
sus hijas como escaramuzas.
Tanto creció Macario
en la charrería, que se con-
virtió en uno de los mejores
charros del país, obteniendo