Página 12-13 - El Heraldo de Saltillo 16 Abril 2013

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Era el mediodía del 26 de
mayo de 1977, cuando el entonces
director de Policía y Tránsito de
Coahuila, el capitán Raúl Lemuel
Burciaga Rodríguez –un militar
de larga y reconocida trayectoria-
se encontraba en la oficina del
Secretario General de Gobierno,
Don Roberto Orozco Melo.
Justo estaban Don Ro-
berto y Lemuel en una reunión a
puerta cerrada, cuando la secreta-
ria del primero, Antonia Bandala,
pidió pasar alegando que era ur-
gente, señalando que buscaban al
capitán Burciaga por teléfono.
El director de Policía y
Tránsito tomó el teléfono y escu-
chó a su interlocutor, reflejando
en su rostro una mueca de sor-
presa y preocupación; hizo una
pausa y comunicó al secretario
Orozco Melo la mala noticia: cua-
tro reos habían escapado del pe-
nal de Saltillo, se llevaron como
rehenes a dos funcionarios, uno
de ellos Daniel Camacho, direc-
tor de aquel sitio, y además ha-
bían desarmado a los custodios y
escapado en un automóvil oficial.
Como verdadero líder,
Lemuel Burciaga dio algunas
instrucciones a su gente para en-
frentar la situación, siendo la más
importante que fueran por él a la
oficina de Don Roberto, para que
él mismo, por su deber como ciu-
dadano, militar y amigo de Daniel
Camacho- dirigir y participar en
el operativo de persecución.
El chofer del capitán
Burciaga cumplió la primera de
las órdenes, y fue a la casa de su
superior, en donde estaba su hija
Patricia Burciaga, que en ese en-
tonces era alumna del Ateneo y
estaba por presentar exámenes fi-
nales, por lo que estaba dedicada
al estudio en su hogar.
El hombre enviado por
Burciaga llegó a la casa “muy
apresurado y angustiado” –relata
la misma Patricia Burciaga- di-
JOSÉ TORRES
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Lemuel Burciaga, a 40 años de su heroica muerte
En 1977, el legendario Capitán, fue abatido en un enfrentamiento
mientras cumplía con su deber: proteger a los habitantes de Saltillo
En el Ejército ocupó
diferentes cargos en el país, pero su brillante carrera la inició cuando
solo tenía 13 años de edad
Su nombramiento como
Director de la Policía se lo otorgó
Flores Tapia para el sexenio 1975-1981. Solo la muerte impidió
que ocupara el cargo durante esos seis años
El Capitán trabajó
al lado de los gobernadores Raúl Madero, Braulio Fernández, Eulalio Gu-
tiérrez y Oscar Flores Tapia
ciéndole que iba por orden de su
papá a recoger unas armas, y aun-
que la joven ateneísta cuestionó el
actuar del subalterno de su padre,
éste se limitó a decirle que no po-
día darle explicaciones
La duda y la preocupa-
ción invadieron a Paty, pues es-
taba sola en su casa. Su mamá, la
señora Lattife Neme, acababa de
tomar un vuelo desde Tabasco, e
imaginó que algo podría haberle
pasado.
“Sentí una opresión,
como una premonición de que
algo fuera a suceder”, relata Paty
Burciaga.
COMIENZA LA
PERSECUCIÓN
Los prófugos de la jus-
ticia escapaban por el periférico
Luis Echeverría Álvarez, llevando
consigo a Daniel Camacho y una
secretaria. Pese a que algunos los
perseguían, nadie disparaba en
su contra porque llevaba a los re-
henes. Tras un tramo recorrido,
liberaron a la secretaría, dejando
como único secuestrado al direc-
tor del penal.
Las versiones policiacas
indican que todo se originó des-
pués de un motín que organiza-
ron los reos al interior del penal,
lo que permitió que tres de los
delincuentes, sentenciados por
asaltar a mano armada un banco
de Nueva Rosita, lograran darse
a la fuga armados. Justo a punto
de salir, invitaron a un prisionero
más a unírseles en su odisea, de
nombre Juan Licón Vásquez, un
multi homicida sentenciado a 20
años de prisión.
Ya con el Capitán Lemuel
unido a la persecución, lograron
darle alcance a los prófugos al sur
de la ciudad, en el cruce de LEA
con Antonio Cárdenas, pero el
temor de que asesinaran a Daniel
Camacho hizo que el director de
la Policía de Coahuila no dispara-
ra en su contra; sin embargo, con
los medios existentes en ese tiem-
po, se contactó con la 6ª Zona
Militar y la Policía Federal, para
continuar persiguiendo a los de-
lincuentes, que ya habían tomado
la carreta 54 rumbo a Concepción
del Oro, Zacatecas.
No faltó quien, quizá en
un lapsus premonitorio, le dijera
al capitán Lemuel que él no fuera,
que coordinara todo desde Salti-
llo, pero fiel a su profesión y a su
carácter, Burciaga salió encabe-
zando aquel operativo.
El mismo secretario de
Gobierno, Roberto Orozco Melo,
señalaba –años después en una
columna periodística- que cuan-
do Burciaga salió apresurado de
su oficina, le gritó que tuviera
cuidado, que no tomara riesgos
innecesarios. Todavía, a punto de
salir alcanzó a decirle: “¡No le ha-
gas al héroe, Burciaga!
Y entonces salieron a
toda máquina rumbo a Concha
del Oro, persiguiendo a la patru-
lla 112 que habían robado los pró-
fugos.
Casi 100 kilómetros
después, los delincuentes se que-
daron sin combustible, y en la
comunidad de Puerto de Roca-
montes –en la mera línea diviso-
ria con Zacatecas- ya esperaba a
los fugados un equipo de Policías
Federales y unos cuantos elemen-
tos municipales de la vecina po-
blación zacatecana.
Como los delincuentes
sabían que les sería imposible es-
capar en la patrulla, obligaron a
bajar al último reo que se les unió,
el de apellido Juan Licón, el homi-
cida, quien corrió con los agentes
federales y les dijo que no dispara-
ran, ni intentaran detener a quie-
nes viajaban en el vehículo oficial,
pues de lo contrario terminarían
con la vida de Daniel Camacho.
Los policías federales no
tuvieron más opción que acceder
y no detenerlos, bajando entonces
los delincuentes y atrincherán-
dose, junto con su rehén, en una
caseta fiscal que se encontraba en
Rocamontes. Minutos después
llegó el convoy comandado por
Lemuel Burciaga, acompañado de
elementos del Ejército, más fede-
rales, policías municipales de Sal-
tillo y estatales, así como un heli-
cóptero de la Policía Federal que
vigilaba atento los movimientos
de los prófugos.
LO ATACARON
COBARDEMENTE
Pese a ser más en núme-
ro, y poder en cualquier momento
acabar con los delincuentes, el ca-
pitán Burciaga, fiel a sus enseñan-
zas de dejar como último recurso
las balas, hizo uso de su inteligen-
cia, y subió a un bulldozer, que
avanzó entre las laderas de la ca-
rretera hasta acercarse a la caseta.
Bajó y pidió a los prófu-
gos entablar un diálogo y llegar a
una negociación. Parecía enton-
ces que aceptaban, pero en un
acto de total cobardía, cuando el
capitán Lemuel se acercaba aún
más, uno de ellos accionó su arma
y le disparó en varias ocasiones a
Burciaga, dejándolo herido, y ma-
tando enseguida a Daniel Cama-
cho, ante la impotencia de verse
perdidos, comenzando entonces
una dura refriega, intercambian-
do disparos con el Ejército y los
agentes policiacos.
Cuando el piloto del heli-
cóptero se percató de que el capi-
tán Burciaga había caído herido,
bajó la aeronave para servir como
ambulancia aérea, pero como los
balazos no cesaban, nadie podía
rescatar a Lemuel, y no fue has-
ta que otro saltillense, que por
casualidad transitaba por el sitio
y había quedado atrapado en la
carretera, habiéndose acercado
a observar la batalla campal, vio
tirado en pleno asfalto al militar
herido y corrió a salvarlo.
Se trataba de Francisco
Cepeda Izaguirre, a quien no le
importó el peligro que corría al
pasar entre las balas. Y logró car-
gar en brazos a Burciaga para lle-
varlo hasta el helicóptero.
Momentos después de
que el helicóptero despegó de Ro-
camontes con rumbo a Saltillo,
los prófugos fueron abatidos por
la fuerza pública.
La aeronave, que ahora
funcionaba como ambulancia,
Imagen del enfrentamiento
en Rocamontes, en el cual se observan elementos del Ejército y
de las corporaciones policiacas