COMO DECÍA MI ABUELA

«Más vale un chanclazo a tiempo»…

Mi abuelita Carmen nació en el año 1938 y mi abuelo Pepe en 1934 . En sus tiempos la disciplina era severa y nadie (excepto los pequeños que la recibían) se quejaba de eso. Por eso, en las ocasiones en qué le llegamos a colmar la paciencia a mi abuelita, nos llamaba la atención sosteniendo una sandalia en la mano y diciendo: «más vale un chanclazo a tiempo, que mil regaños después«, por lo que regularmente, quedábamos muy quietas ante semejante amenaza, pues sabíamos por las anécdotas de nuestras madres, tías y tíos, que era algo que bien podía suceder. Sin embargo, puedo presumir que a mí mi abuelita no me tocó ni un pelo.

La violencia a la que se enfrentan las infancias, es algo que pienso que no alcanzamos a dimensionar. Se viraliza la noticia de que la niña Norma Lizbeth murió a causa de los golpes propinados por una compañera de su escuela y tiempo después, vemos por medio de redes sociales un vídeo donde una adulta, presumiblemente madre de una menor, ataca a esta última mientras le exige que se defienda de quiénes la agreden en su escuela.

Pareciera ser, que el único camino que conocemos es la violencia. En lugar de darle a nuestros hijos el apoyo emocional y soporte necesario para enfrentarse a quiénes les hacen bullying, cedemos ante la frustración y elegimos la violencia cómo única salida y camino para «frenar» el acoso escolar.

Este acoso que sufren los menores en sus escuelas y la violencia que viven en sus hogares, es el resultado de la baja tolerancia que, como sociedad, tenemos ante la frustración.

Nos frustra que nuestro hijo no nos entienda que 2+2=4 y entonces gritamos, nos frustra que otros niños los molesten o acosen en la escuela y les pegamos, nos frustra que las autoridades a cargo no tengan o no sigan un protocolo para prevenir y sancionar el acoso y también nos peleamos, con todas estas acciones ¿Qué le estamos enseñando a nuestros hijos?

Aquéllos que recibieron un golpe cuando derramaron la leche en la cena, seguramente no entienden ¿Cuál es la relación entre una cosa y otra? y es que la respuesta es muy sencilla, no existe relación. No es una consecuencia natural derivada de la acción de tirar el vaso, que muchas veces y dicho sea de paso, ni siquiera es voluntario y es más bien un accidente a consecuencia del incipiente desarrollo de la coordinación ojo-mano y motricidad fina. Lo que sí se queda en la conciencia de ese pequeño, es la certeza de que los problemas se resuelven a golpes y entonces, cuando tiene un problema afuera lo enfrenta con agresividad o con temor a ser agredido, cómo en su casa.

Muchos adultos mencionan que la causa de la descomposición social que vivimos actualmente, se desprende de falta de disciplina y por no dar «un chanclazo a tiempo», pero más bien, creo que es la normalización de la violencia lo que nos ha llevado a este punto.

Con el lamentable caso de Norma Lizbeth y el de esta madre que golpea a su hija para que se defienda, queda en evidencia la inoperancia de los protocolos para erradicar la violencia de las escuelas y de los hogares. Necesitamos entender que no es «normal» que un niño sea golpeado por otros niños o que, no es «normal» que una madre o un padre golpee a sus hijos para educarlos.

Necesitamos dejar de normalizar la violencia y mirar hacia otras posibilidades más sanas para convivir. Necesitamos cuestionarnos si aquel manazo o chanclazo que supuestamente sanó en ese momento, pudo dejar heridas más profundas que quizá no se ven, pero que se reflejan en la ansiedad que vivimos cuando enfrentamos un conflicto en el trabajo o en la frustración cuando hacemos las tareas con nuestros pequeños. Mi abuela decía «más vale un chanclazo a tiempo, que mil regaños después» pero yo pienso que más vale cuestionarnos la violencia que normalizamos ahorita, que mil lamentos después. Pongamos el remedio a tiempo.

 

Autor

Leonor Rangel