COMO DECÍA MI ABUELA

«Obras son amores…» 

Cuándo éramos niños, pasó un vendedor ambulante por fuera de la casa de mi abuela, pregonando: «mesas para el 10 de mayo, mesas para regalar el 10 de mayo». Uno de mis primos menores, llamó al señor y le «compró» una mesa a mi abuelita, que la terminó pagando semanalmente. Cada vez que llegaba el día de cobro mi abuela decía «ya me toca pagar la mesa que me regaló mijo» y entre risas agregaba «obras son amores y no buenas intenciones«.

El día de ayer, mientras realizaba unas compras en un centro comercial, escuché el spot de radio que emite la SCJN con motivo de la conmemoración del 8M y me enojé muchísimo. En el spot se señalaba como un gran logro la histórica sentencia «Mariana Lima» de la que se desprende que toda muerte violenta de una mujer (incluído el suicidio) debe analizarse como posible feminicidio y con perspectiva de género.

Mi enojo no emana de la sentencia, sino de que esta fué llevada a cabo después de años de lucha por parte de la señora Irinea Buendía para alcanzar justicia en el feminicidio de su hija, misma que todavía no llega.

Que la Corte utilice de estandarte esa sentencia y la causa del feminicidio cómo si fuera una victoria conquistada me parece descarado en lo moral y alevoso en lo legal, porque de esta manera, se logra confundir a los ciudadanos y es fácil inducirlos a la conclusión de que la marcha conmemorativa del 8 de marzo carece de propósito.

¿Para qué marchan si ya no le puedes decir nada a una mujer porque luego luego sacan sus derechos? me parece escuchar desde cualquier rincón. ¿Para qué verdad?

No es lógico que si ya funciona así el sistema, existan tantas denuncias de violencia acumulándose en las fiscalías y tantas carpetas sin resolver. No es lógico, pero es real. De nada sirve que exista un protocolo si no se ejecuta, si la propia Irinea Buendía después de casi 13 años de lucha, aún no logra una sentencia condenatoria para el feminicida de su hija Mariana Lima.

Lo que resolvió la Corte, es que se abriera el caso de nuevo y se investigara de acuerdo a pautas preestablecidas, que den la certeza jurídica acerca de la causa de la muerte de Mariana y en caso de resultar feminicidio, la condena sobre Julio César Hernández Ballinas, ex pareja de Mariana, señalado cómo principal sospechoso del delito.

Pero la sentencia definitiva del caso aún no llega, esa resolución que desde el 2010 anhela tener la señora Irinea Buendía, una resolución que pareciera que nunca va a llegar.

Si en el propio caso que motivó la creación de un protocolo de investigación para las muertes violentas de las mujeres, no se sigue dicho protocolo, ¿qué se espera entonces para el resto de los casos?

Y respecto a la tentativa de feminicidio, a las denuncias de violencia física, acoso o violencia vicaria mejor ni hablamos, porque parece que todo mundo conoce una «loca despechada» que difama el honor de un pobre hombre a base de mentiras y calumnias, pero nadie conoce a un deudor alimentario, violador, acosador o feminicida que realice los actos denunciados.

Aclarando el punto, las mujeres no «desaparecen» y luego «aparecen» sin vida en la vía pública, en México, cada día 10 mujeres son víctimas de feminicidio, según las estadísticas más conservadoras.

Cuándo una mujer señala a su agresor o el de su hija, madre, hermana, etc, sobran dedos para señalarla a ella, y faltan manos, para trabajar en su caso a fin de que este se esclarezca.

Pero como decía mi abuela, «obras son amores y no buenas intenciones» y por eso, en el marco de la conmemoración del 8M Día Internacional de la Mujer, esperamos, menos conferencias y lazos morados y más acciones al interior de las instituciones para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres.

Es tan fuerte lo que hacen, que no alcanzamos a oír lo que dicen. Por sus actos los conocemos y por sus mismas acciones, van a caer.

Autor

Leonor Rangel