PLAZA CÍVICA

La izquierda que llegó al poder 

Dicen que una segunda ola rosa recorre América Latina. Sin embargo, hablar simplemente de “izquierda” no hace justicia, ya que hay de izquierdas a izquierdas, como hay de derechas a derechas. Debido a que México está gobernado por un presidente que dice ser de izquierda, resulta importante precisar las diferencias en esta para saber por qué corriente se encuentra gobernado nuestro país, dar más sentido a la política nacional y vislumbrar lo que nos depara el futuro.

En un reciente ensayo, el intelectual mexicano Jorge Castañeda distingue tres tipos de izquierda en nuestra región. La primera son las dictaduras, con postulados de lucha de clases: Cuba, Nicaragua y Venezuela. La segunda son las democracias sociales al estilo europeo, con una agenda redistributiva: Colombia con Petro, Chile con Boric y Brasil con Lula. La tercera son los populismos, los cuales son estatistas y autoritarios: Argentina con Fernández y, ciertamente, México con Andrés Manuel López Obrador. Veamos nuestro caso.

Primero, el estatismo económico. Este lo vemos con la expropiación indirecta a las empresas de energía, al cooptar a organismos reguladores y cambiar las reglas del juego en medio del juego. Lo observamos también con el rechazo a las asociaciones público-privadas, donde los elefantes blancos –AIFA, Tren Maya, Dos Bocas– se construyen solo con recursos públicos, en detrimento de rubros esenciales como la salud. Ni hablar del continuo golpeteo a la iniciativa privada nacional, la cual ha congelados sus inversiones. El TMEC ha mitigado la tendencia estatista, aunque no sin poner continuamente en tensión la relación con EUA y Canadá.

Tenemos también los derechos post-materiales, que hablan de libertades individuales, medio ambiente e igualdad de género, y que ha sido tirados por la borda. El asedio a los medios de comunicación, el desprecio a la sociedad civil, la catástrofe ambiental en el sureste del país por el Tren Maya, la falta de interés por el cambio climático y los temas medioambientales, la condescendencia al movimiento feminista y la eliminación de los principales programas sociales enfocados en la mujer son solo algunos ejemplos. Hay un claro desdén por los temas que interesan a las nuevas generaciones, y que definen si un país es moderno o no.

Finalmente, el populismo. Existe la errónea idea que dice que Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y Lula en Brasil son populistas. Erróneo, porque ninguno de ellos –hasta ahora– tiene un discurso polarizador y de menosprecio a los contrapesos formales e informales de sus democracias: poder judicial, organismos electorales, medios de comunicación, etc. Ambas características son medulares en todo populismo, y ambas han crecido en México.

La izquierda moderna, la que ayudó a fundar los modernos estados de bienestar en Europa, no llegó. Esa izquierda que, efectivamente, pudo haber callado a la corriente neoliberal en la derecha. La que sí llegó fue un populismo izquierdista, sin vocación de Estado y cuyo autoritarismo se ha cristalizado con el intento de destrucción del Instituto Nacional Electoral. Y entonces, a marchar.

@FernandoNGE

fnge1@hotmail.com

Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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