‘AFTERSUN’ ES LA MAGNÍFICA CONSTATACIÓN DE POR QUÉ AMAMOS TANTO EL CINE

Más allá de las nominaciones, del trabajo publicitario previo y de las tendencias en boga que abrazan otros filmes, ésta es una película sobresaliente, emocionante como pocas y que está destinada a convertirse en un clásico instantáneo, de esas películas que -según pasan los años- se instalan en nuestra memoria y nos hacen entender sin rodeo alguno el por qué el cine es considerado el séptimo arte. Un título para descubrir y atesorar.

 Sabemos que el cine es el arte de la nostalgia, que retiene y exprime la memoria y se instala, con fuerza desgarradora, en nuestro interior para recordarnos que siempre tendremos la posibilidad de revivir ese instante, esa imagen y ese plano específico.

El cine retiene lo que fue, lo que tuvimos y que a veces, vaya uno a saber por qué, se nos escapa de las manos y nos deja el sabor agridulce de aquello que fue y ya no está.

Estas reflexiones calzan a la perfección con el debut (¡vaya qué debut!) de la directora escocesa Charlotte Wells, Aftersun. Porque esta maravilla de película no es sino el camino doloroso para retener la memoria, para no perder ese instante que tuvimos y que después, con el paso de los años, se nos escapa de las manos.

Fue escogida como la mejor película del año en el ranking de la revista Sight and Sound y su magnífico actor postula al Óscar al Mejor Actor por su rol de Callum, un padre joven que vive una temporada estival con su hija Sophie, a la cual conoce poco y que está al borde de convertirse en mujer.

La manera en que se construye este filme es fascinante, porque se trata de una selección aleatoria de imágenes de archivo, un montón de tomas desenfocadas con una cámara casera y de videos caseros de un verano en un resort de Turquía, donde un padres comparte con su hija, una chica de once años tremendamente vital y más asertiva de lo que se podría pensar. Ese verano, esos paseos, esas fotografías y esos lugares visitados producen la sensación de que estamos asistiendo al final de un proceso vital, parecen las últimas que se vivirán y, por lo mismo, tienen esa pátina de nostalgia anticipada y de instantes tremendos de descubrimiento de verdades que pesan.

La película juega con la idea de que ese verano está siendo visto por los ojos de otros (nosotros, los espectadores) y por lo mismo, el relato se empieza a descomponer desde su realidad inicial a una suerte de tiempo suspendido en que entendemos que lo que vemos finalmente es el resultado, muchos años más tarde, de un instante maravilloso que ocurrió entre un padre y su hija.

En el fondo queda claro que la directora está revisitando sus propios recuerdos y que mete el dedo en la llaga de su interioridad, de su propia historia desplegada en planos sobrecogedores por su belleza y sencillez y que tienen un punto de inflexión en el instante del karaoke, donde el padre y la hija se enfrentan en un duelo verbal tan sutil como duro y necesario para que ambos se encuentren en lo más profundo de una relación que se intuye fracturada.

El filme es también el recuerdo que tiene Sophie, ya adulta, de ese verano, de esas fotos y de esos videos donde una niña de once años (ella) trata con vehemencia de descifrar el enigma que es su padre, del cual nosotros como espectadores solo sabemos que es cariñoso, vive en Londres y que todavía, a sus 33 años, recuerda que nadie se acordó de su cumpleaños cuando tenía ocho años.

Ese pasado no construido, inconcluso, incompleto es el material que da vida a esta magnífica ópera prima y auténtica obra maestra del cine contemporáneo, con un actor -Paul Mescal- en estado de gracia y que despliega un trabajo interpretativo lleno de matices, detalles y sutilezas.

Ese padre es el alma de la película, un hombre escurridizo y misterioso que es una figura paterna presente pero que ama entrañablemente a su hija, aunque quizás no sepa cómo expresarle ese amor.

Durante ese verano, Callum se nos presenta como frágil, con la pesada sensación del fracaso y con heridas no cicatrizadas que apenas intuimos (una de las cuales es su matrimonio que se disolvió) y su hija, Sophie, es una preadolescente que vive sin tapujos su tránsito hacia otra etapa y trata de descubrir cuál es el secreto que oculta su padre y cuyas respuestas siempre están fuera de campo y que tienen una escena plena, desgarradora y perturbadora en su llanto nocturno, mientras la hija duerme.

Resulta tremendamente plausible la manera en que la directora filma y encuadra a Callum, cómo lo ubica en el plano y lo contrasta con colores, texturas y formas en el espacio. Todo ello para acentuar que lo que nosotros vemos (o intuimos) pertenece a un mundo privado que solo podemos atisbar, pero nunca ver en su plenitud.

Así, Aftersun es la exploración en lo relativo del recuerdo, en la fragilidad de la memoria y en la capacidad de las imágenes para retener lo que se captó de un instante que, lo sabemos, es solo un jirón de una realidad que muchas veces (casi siempre) no logramos entender.

También es un filme potente, bellísimo y necesario acerca de la búsqueda de una verdad que es inasible, que se escapa a medida que pasa el tiempo y que está relativizada por el sentimiento y la nostalgia.

Y es, también, una película acerca del crecimiento y el dolor que ello implica, sobre todo cuando intuimos que estamos viviendo un momento -ese verano y no otro- que será determinante en nuestra existencia, pero no alcanzamos a descubrir por qué.

La química entre los actores -Paul Mescal, magnífico y Frankie Corio, adorable- contribuye, por cierto, a la grandeza y calidez de este filme, en su oposición entre dos generaciones con estímulos y sensibilidades diferentes.

Aftersun es, por último, la reflexión respecto del valor que tiene la imagen del cine, su lenguaje, sus formas de aprehender la verdad o su reflejo.

Imágenes para retener en nuestra memoria cinéfila: ese karaoke, ese baño donde alguna vez estuvo Cleopatra, ese llanto nocturno y esa despedida en el aeropuerto que se traduce en uno de los planos finales más desgarradores, desolados y notables de los últimos tiempos.

Para reiterar: se trata de un debut, de la primera película que la realizadora entrega y que de inmediato pone el desafío para su opus 2, considerando el talento, la sensibilidad y la capacidad para reflejar en imágenes instantes de vida, memoria y nostalgia.

Y el título de la película cobra entonces su pleno sentido: es un instante donde el sol se aleja para dar paso al atardecer, ese instante fugaz en que ese sol se esconde, se disipa y llega la noche.

 

Ficha Técnica

Título original: Aftersun. Dirección: Charlotte Wells. Guion: Charlotte Wells

Música: Oliver Coates. Fotografía: Gregory Oke. Reparto: Paul Mescal, Francesca Corio, Celia Rowlson-Hall, Kayleigh Coleman, Sally Messham, Harry Perdios, Ethan Smith. Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; BBC Film, Creative Scotland, AZ Celtic Films, PASTEL, Unified Theory, BFI Films. Productor: Barry Jenkins. Distribuidora: A24. Año: 2022. Duración: 98 min. País: Reino Unido.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación