COMO DECÍA MI ABUELA

«Quien se cae «… 

La colonia dónde vivían mis abuelos era de tan reciente creación, que las calles aún no estaban pavimentadas. Ello no suponía un obstáculo para jugar a las carreritas, la ‘traes’, quemados o cualquier juego que nos mantuviera entretenidos. Sin embargo, las piedras nos hacían tropezar, me ocurría muy seguido que terminaba en el suelo con las rodillas raspadas y llena de tierra, entonces mi abuela solía decir «quien se cae, no se levanta limpio», mientras me ayudaba a sacudirme el polvo de la ropa.

Caerse no siempre implica que habrá oportunidad de levantarse, así que me considero afortunada por todas aquéllas ocasiones en las que pude hacerlo. Más aún, tener la suerte de llenarse de experiencia para no volver a caer en el mismo error o engaño, bien vale la «tierra» o «suciedad» que nos recuerde la caída. Pero tratándose de decisiones de las que depende el futuro de toda una nación, esas caídas pueden costarle muy caro no sólo al que tropieza.

La captura de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo y heredero del Cártel de Sinaloa, es una de las caídas que más ha ensuciado la imagen del presidente de México. Tanto en el operativo de 2019 cómo en este de 2023, se pudo ver la feroz respuesta del crimen organizado. En 2019, el presidente aceptó que el operativo había fallado y que ordenó liberar a Ovidio para evitar un baño de sangre. ¿Qué puede decirles ahora a las familias de los civiles y elementos de seguridad que murieron en 2019 y en el actual operativo del 05 de enero? Muchas son las voces que señalan que este operativo obedece a la visita de los mandatarios de Canadá y Estados Unidos, quizá como un tributo que rinde México a este último.

Aunque no es la única ocasión en que AMLO se tropieza y cae estrepitosamente, duele ver cómo un presidente se muestra humano y compasivo al liberar a un líder del CO en 2019, por el bienestar del pueblo y luego, lo recaptura y repite los mismos errores, desplegando el poder de las fuerzas armadas del estado, desatando una guerra, de nuevo, por el supuesto bienestar del pueblo.

Los ciudadanos que vivimos en lugares del país donde las balaceras eran el pan de cada día, recordamos con temor esos tiempos donde veíamos salir a nuestros familiares de casa y encendíamos una vela para que regresaran con bien. Indudablemente, los hechos ocurridos en Sinaloa nos dolieron a todos los mexicanos.

Duelen las contradicciones del presidente, porque, como ciudadanos, no tenemos certeza sobre la forma de gobierno, las políticas y el futuro que nos espera.

Un día se hace lo que diga «el pueblo bueno y sabio» y al siguiente la política de «abrazos no balazos» deja de tener vigencia para desplegar toda la fuerza militar. Una semana, el tema recurrente es el concierto de un reguetonero, la siguiente, lo son las feministas y sus «violentas» manifestaciones, pero cuando se cuestiona sobre la ola de violencia que se vive en Tamaulipas, Zacatecas, los feminicidios en el Estado de México o los más recientes eventos de Sinaloa, el mandatario tiene «otros datos».

Es ofensivo e indignante cómo maneja la opinión de las masas, cómo controla y manipula a los medios asistentes a su «mañanera» y cómo adoctrina a sus feligreses, mientras todo el país se cae a pedazos junto con él. Desgraciadamente, cómo lo mencioné al principio, caerse implica el riesgo de no tener oportunidad de levantarse, y es muy grave llevar por delante a mujeres, niños y toda una nación.

Cómo decía mi abuela, «quién se cae, no se levanta limpio» y nuestro México lindo y querido, cada vez está más sucio de sangre. (LEONOR RANGEL|EL HERALDO)