COMO DECÍA MI ABUELA

«Con maña «…

Mi abuela rescató una guacamaya a la que llamó «Rito» y aunque lo mimaba y le hablaba con mucho cariño, alimentarlo y cambiarle el agua suponía todo un desafío, pues apenas introducía la mano a la jaula y «Rito» ya la estaba esperando para soltarle un picotazo. Entonces mi abuela desarrolló una técnica un tanto chusca: darle al ave una botella vacía de refresco con la cual entretenerse mientras ella le ponía sus semillas y agua limpia, «con maña, caza a la mosca la araña» , dijo, y le siguió hablando al mentado «Rito» a ratos con cariño y a ratos con regaños.

Este 06 de diciembre, se dió a conocer que la SEDU mantiene al menos 30 investigaciones a trabajadores educativos por acoso. La nota de por sí es preocupante, pues, cómo madre de familia, espero que mi hija encuentre en la escuela un espacio seguro, libre de violencia, dónde pueda aprender y desarrollar sus capacidades. Pero llama aún más mi atención, que la Coordinadora del Área Jurídica de la Secretaría de Educación, Diana Carolina Castillo Díaz, califique cómo «mensajes de amor» los mensajes que intercambiaba un docente con su alumna vía WhatsApp.

Que existan en la literatura figuras como «Lolita» de Vladimir Nabokov o «Eréndira» de García Márquez, no es coincidencia. Cómo tampoco lo es, que dentro de la industria del porno se exploten categorías que aluden a adolescentes y colegialas. Claramente se trata de un fetiche, en el que hombres maduros acceden a los cuerpos de niñas y adolescentes, reafirmando con ello su masculinidad.

Mientras que a las mujeres se nos sigue socializando en una cultura que ve cómo empoderamiento la venta y explotación de nuestros cuerpos a través de plataformas como Only Fans y se idealiza a figuras como las Sugar baby’s, a los hombres se les muestra el acceso a las mujeres cada vez más jóvenes cómo algo que se puede comprar. Y si tomamos en cuenta que nuestras niñas y adolescentes de secundaria no tienen recursos propios pero sí los tienen sus maestros, podemos ver lo aberrante que resulta nombrar «mensajes de amor» a los mensajes de acoso que dirigen los docentes a sus alumnas. Denominar como «mensajes de amor» aquél intercambio que se realiza desde una posición de poder (del profesor hacía su alumna, del hombre mayor hacia la adolescente) es,  de alguna forma, justificar una conducta delictiva y aberrante, pues dentro de nuestra cultura, «en la guerra y en el amor todo se vale».

Importa cómo nombramos las cosas, porque desde el concepto se imprime una carga moral, ética, social y cultural a los actos de los individuos. Por lo tanto, condeno enfáticamente que se hable de amor, dónde no hay tal, y más bien lo que existe es el claro aprovechamiento del docente de su figura de autoridad y su posición de poder frente a su alumna. Cualquier castigo es poco, si consideramos que son nuestras hijas quiénes el día de mañana, podrían ser las víctimas de aquellos a quienes se les confía su educación.

El protocolo que plantea la Secretaría de Educación para estos casos indica que, una vez recibida la denuncia, el trabajador deberá ser separado de su cargo y se le prohíbe regresar al plantel hasta que concluya la investigación correspondiente, además del acompañamiento psicológico para las víctimas. Sin duda, es una manera efectiva, aunque tardía, de actuar.

Necesitamos medidas para prevenir el acoso sexual en primera instancia, señalando a los agresores que este tipo de conductas son constitutivas de delitos y por consiguiente serán sancionadas. Gran parte de la responsabilidad recae sobre las instituciones que siguen encubriendo a acosadores perpetuando el clima de impunidad que nos rodea, pero también sobre nosotros mismos, padres y familiares que no ayudamos a que nuestras niñas y adolescentes reconozcan su poder y alcen la voz, cuando «las mañas» se tienden cómo redes para atraparlas.

Tenemos que pasar del discurso a la acción, y mostrarle a las infancias el concepto de consentimiento, empezar por respetar sus decisiones a la hora de saludar o no a los adultos de su entorno, que entiendan que existen límites en las relaciones adulto-niño y cuáles son las consecuencias de transgredirlos, tanto para el niño, cómo para el adulto. Hay que llevar la delantera frente al lobo, para que la caperucita tenga herramientas para nombrar aquéllo que el lobo le propone, y sobre todo, estar atentos y abiertos al diálogo con nuestros hijos para prevenir el abuso sexual infantil pues, cómo decía mi abuela «con maña, caza a la mosca la araña» y arañas podemos encontrar en cualquier lado, como lo demuestran los hechos.