CÁPSULAS SARAPERAS

Monumento a Zaragoza

En esta ocasión te platico de una escultura, de una estatua ecuestre, de una efigie que engalana a nuestra bella y emblemática alameda, la cual incluso lleva su propio nombre y me refiero a mi General Ignacio Zaragoza.

Clavado en el centro exacto de nuestra alameda, podemos observar y hasta deleitar nuestra vista con la obra del artista hidrocálido Jesús Fructuoso Contreras. Pero déjeme decirle estimada y estimado Saltillense, que la primera ubicación que tuvo la estatua fue en el cruce de la Calzada Madero y la calle de Cuauhtémoc, lugar al que llegó el 5 de mayo de 1897, conmemorando el triunfo de nuestro ejército sobre el invasor francés en la batalla de Puebla.

Años después, cual si el corcel “telégrafo” tuviera vida, la estatua de mi General Zaragoza fue trasladada a la alameda vieja, llamada también como el Jardín Zaragoza, en aquellos años en los cuales había dos jardines, el del lado sur llamado Porfirio Díaz y del lado norte tenía por nombre Zaragoza.

Al poco tiempo, cuando ambos jardines fueron fusionados para conformar la alameda tal y como la conocemos hoy en día, el héroe de la batalla de Puebla fue instalado al centro de nuestra magna plaza, precisamente donde se encontraba el camino de los tranvías de mulas, donde terminaba la calle del Curato, hoy conocida como la calle de Victoria.

Cuando arribó Zaragoza a su última morada, no lo hizo sólo, pues se encuentra flanqueado por dos cañones, los cuales se encontraban en la Escuela Coahuila y se presume que eran parte del armamento con el que contó el ejército norteamericano al mando del Gral. Zacarias Taylor en aquella invasión tan desigual de 1846.

Existe una historia sobre el origen y la originalidad de la estatua de Zaragoza, pues el escultor Fructuoso Contreras, a pesar de haber recibido el pago por adelantado por parte del Gobierno de Coahuila para realizar la escultura, al concluirla la vendió al Gobierno de Puebla, por lo que, para evitar ser demandado, realizó la estatua de Zaragoza con la cual contamos hoy en nuestra hermosa ciudad de Saltillo.

Esta es parte de la historia de la segunda estatua de bronce que llegó a Saltillo, esta es una pequeña parte de la historia de infinidad que hemos vivido miles y miles de Saltillenses, esta es una parte de la historia de la estatua con que honramos no sólo los Saltillenses sino todos mexicanos a quien escribió con justa razón y con la victoria junto a su tropa: “Las armas nacionales de han bañado de gloria”.

Autor

Francisco Tobías
Francisco Tobías
Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona.
Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas.
*El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.
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Es Saltillense*, papá de tres princesas mágicas, Rebeca, Malake y Mariajose. Egresado de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Coahuila, en donde es catedrático, es Master en Gestión de la Comunicación Política y Electoral por la Universidad Autónoma de Barcelona, el Claustro Doctoral Iberoamericano le otorgó el Doctorado Honoris Causa. Es también maestro en Administración con Especialidad en Finanzas por el Tec Milenio y actualmente cursa el Master en FinTech en la OBS y la Universidad de Barcelona. Desde el 2012, a difundido la historia, acontecimientos, anécdotas, lugares y personajes de la hermosa ciudad de Saltillo, por medio de las Cápsulas Saraperas. *El autor afirma que Saltillense es el único gentilicio que debe de escribirse con mayúscula.