DESDE MI ESCRITORIO

Saltillo me gusta  

El alcalde José María Fraustro Siller y el gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís arrancaron el nuevo programa Saltillo Me Gusta, con el que se llevará a cabo un mantenimiento integral a bulevares y puentes de la capital de Coahuila, principalmente.

El nombre del programa ha repercutido favorablemente en la comunidad, entre todas las personas de esta tierra benigna: Saltillo.

Ser de esta ciudad y vivir en esta ciudad es algo de presumir.

Saltillo, con una amplia historia, es hoy por hoy un municipio referente en el país.

Su ubicación geográfica le permite acceder a diversas zonas productivas, tanto del país, como de los Estados Unidos.

Saltillo nos gusta, por su historia, su Centro Histórico, sus tradiciones, su comida

Aquí le dimos color a la tradición, en esta tierra plasmamos el atardecer, aquí hacemos que la economía se mueva.

Por eso los saltillenses crecimos con los de aquí…y con los de fuera, somos el mejor lugar para vivir, cerca de todos, lejos de nadie.

Le damos “pa arriba y pa abajo”, pero siempre llegamos a nuestro destino.

El gran cronista de la ciudad, Armando Fuentes Aguirre, “Catón” escribió una gran columna sobre esta tierra, de la cual destaco unas líneas:

“A Saltillo la hicieron indios y españoles. Venían del desierto, y se toparon de pronto con un oasis que tenía en el medio un salto de agua pequeñito. De ahí el nombre: Saltillo. Etimología de a dos por cinco, es cierto, pero díganme ustedes una mejor. Sigue fluyendo todavía el cristalino manantial, aunque mi ciudad, de raza colonial, se ha modernizado, y es ahora gran capital automotriz. Conserva, sin embargo, su raíz cultural, que hizo que Saltillo fuera llamada “la Atenas de México”.

Alguien consideró exagerada esa denominación, pero yo vi en Grecia un letrero que decía: “Atenas: el Saltillo de Europa”.

Mi ciudad tiene una catedral que, si yo fuera obispo, cobraría por verla. Tiene montañas que la rodean en amoroso abrazo, y crepúsculos que parecen anuncios de publicidad de Dios.

En Saltillo se hacen sarapes que cogen todo el sol del mundo, y todos los arcoiris, y los obligan a quedarse quietecitos en sus pliegues, lujo sobre el lujo del piano alemán con candelabros. Y tiene Saltillo una alameda que ha puesto prólogo a todos los amores saltilleros.

Si esa alameda pudiera hablar ¡ah, cuántas cosas se callaría!

El otro día soñé que llegaba a las puertas del Cielo. Me formaba en la fila de los que esperaban entrar en la morada de la eterna bienaventuranza.

San Pedro, el portero celestial, interrogaba a los recién llegados: “¿De dónde vienes?”. “De Roma”. “Está bien, pasa. ¿Y tú?”. “Yo vengo de Florencia”. “Puedes pasar. ¿Y tú?”. “Yo vengo de Paris”. “Pasa también”. Y que me llegaba el turno y el buen portero me preguntaba: “Y tú ¿de dónde vienes? Yo respondía: “De Saltillo”. Entonces San Pedro, preocupado, se rascaba la calva y me decía: “Ah, caray, señor, pues pase usted, a ver si le gusta esto que tenemos”.

Lectora amiga, amigo lector: sé que tu ciudad es hermosa como la mía, y que tienes en ella amores y recuerdos como los tengo yo. Pero te invito a venir a Saltillo.

Te mostraremos las galas de nuestra ciudad y compartiremos contigo nuestras gulas: el pan de pulque, inverosímil; nuestra fritada de cabrito, única en todo el universo y partes adyacentes; nuestras enchiladas, ante las cuales los manjares que encomió Brillat-Savarin son modestisimo potaje; nuestros dulces paradisíacos…

Vengan a Saltillo. Quién sabe: a lo mejor se van a ir al Cielo, y es bueno que se vayan preparados”.

Catón.

 

Mucha razón tiene el cronista de la ciudad.

Saltillo, me gusta, ¡Si Señor!

Buen fin de semana, la frase: “Nunca te des por vencido, lucha por tus ideales y sueños”. “¡Ánimo!

 

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