COMO DECÍA MI ABUELA

“Es bonito el encaje…

Cuando llega octubre, es inevitable recordar la tradición de los rosarios a la virgen de Guadalupe y las veces que rezamos en casa de las vecinas acompañando a la abuela. Más de una vez nos advirtió que no debíamos pedir doble platillo, aunque los exquisitos tamales que acostumbraban a dar nos retaran. «Es bonito el encaje, pero no tan ancho» nos decía si acaso nos dejábamos llevar por el antojo del momento.

Una serie de acontecimientos de los últimos días no deja de hacerme ruido en la cabeza. Desde las filtraciones de información que hizo el grupo Guacamaya, el empresario que amenazó con un cuchillo a servidores públicos, o las muertes de Abigail Hay y Esmeralda Gallardo, no dejo de pensar que todas tienen el mismo origen: la impunidad que permea en las denuncias y actuaciones judiciales.

Es muy grave que se hayan filtrado documentos de información confidencial del Ejército Mexicano, pero, más allá de preocuparme la violación a la seguridad nacional, es de verdad alarmante el presunto contenido de dichos documentos. Según diversos medios, el Estado Mexicano conoce que dentro de sus corporaciones militares se ejerce acoso y abuso sexual de parte de altos mandos hacia subalternas y civiles. Lo que es aún peor, es que no se llevan a cabo acciones para proteger a las víctimas que denuncian y, por el contrario, en muchas ocasiones se les presiona para retirar la denuncia, lo que influye de manera determinante para que las víctimas terminen por solicitar su baja o un cambio tras recibir dichas amenazas. Ya podemos ir vislumbrando el futuro que nos espera a las mujeres en este país luego de la militarización, ¡Muchas gracias diputados y senadores!

También se ha difundido información acerca de que el gobierno mexicano vigila a periodistas, activistas y feministas, llegando a clasificar a estas últimas a la par de organizaciones subversivas. Todo ello por alzar la voz, ejerciendo unos la libertad de expresión y otros su legítimo derecho a manifestarse justamente en contra de la impunidad y falta de voluntad política de las autoridades.

Y ¿Qué pasa cuando algunos funcionarios deciden realizar correcta y eficientemente su encargo? Cómo en el caso del inspector del Instituto de Verificación Administrativa (INVEA) de CDMX quien, luego de colocar un letrero de «Suspensión de Actividadades» en el restaurante Don Eraki, el propietario, Daniel Tabe, arropado por la impunidad y el influyentismo imperantes en nuestro país, amenaza a los funcionarios, empuñando violentamente un cuchillo de cocina, mientras lo coloca cerca del cuello del inspector. Al respecto, su hijo, Mauricio Tabe, alcalde de la delegación Miguel Hidalgo, expresó en redes sociales que su padre «no es político» y por eso cedió ante sus impulsos homicidas, esos que a los empresarios clasistas y blanqueados se les perdonan después de colgar un vídeo en sus redes sociales. Pero no sólo eso, también acusó al gobierno de Claudia Sheinbaum de iniciar una persecución en contra de su familia. Dirían en redes sociales «o sea sí, pero no».

Sin embargo, la noticia que más me indigna es acerca de las muertes de Abigail Hay y Esmeralda Gallardo, una a manos de la propia policía en Salina Cruz, Oaxaca, la otra, tras recibir siete tiros en la autopista México-Puebla. Ambas mujeres, víctimas de la impunidad y falta de reconocimiento de la violencia machista que azota a nuestro país. Abigail discutía con su novio, fue detenida por «alterar el orden» y la policía afirmó que se suicidó con su ropa interior. Sin embargo, un video del interior de la corporación muestra como Abigail es brutalmente golpeada por elementos de la policía.

Las policías eran mujeres: sí, para sorpresa de los machos, las mujeres también podemos ser violentas, porque la violencia no es patentada por un género, pero sí es institucionalmente dirigida e instrumentalizada para someter a las mujeres. Esmeralda fue asesinada exigiendo justicia, era una madre buscadora que, desde hace un año y medio, luchaba por encontrar a su hija Betzabé, quién desapareció en Puebla y quién, presuntamente, fue víctima de trata de mujeres. Hoy Esmeralda, es una más de las 11 mujeres víctimas de feminicidio al día en nuestro país, otro número para el Estado, al igual que su hija.

Honestamente, aunque yo ya no espero justicia de las autoridades, aún la reclamo, la exijo, cómo muchas más mujeres en este país. No se está realizando una «graciosa concesión» ni otorgando «dádivas» cuando los funcionarios administran o imparten justicia, es la labor que les fue encomendada por la ciudadanía y que muchas veces, de manera flagrante, siguen pasado por alto.

Hoy, feministas, periodistas, activistas por el medio ambiente y los Derechos Humanos, seamos Fifi’s o hallamos votado por AMLO, cualquiera que sea nuestro linaje o color de piel, todos los mexicanos vivimos el mismo destino. El «encaje» de la impunidad de la que son responsables nuestros gobernantes no es nada bonito, pero sí muy ancho, y nos está costando caro a todos los ciudadanos.