A LA BÁSCULA

Quo vadis 

La noche del 15 de septiembre de 2008, mientras los habitantes de Morelia se apretujaban en la plaza Melchor Ocampo, casi frente al Palacio de Gobierno en espera de que diera inicio la ceremonia del tradicional ‘Grito de Independencia’, para enseguida disfrutar de la acostumbrada pirotecnia, el estallido de dos granadas de fragmentación en dos puntos distintos del lugar, inscribió los hechos como el primer atentado terrorista en nuestro país.

La plaza estaba atestada, y aunque en un principio muchos creyeron que los estallidos eran que accidentalmente se había ‘prendido’ la pirotécnica, los gritos de dolor y los sangrantes heridos en el piso dieron cuenta de lo que realmente acababa de suceder. Las cifras oficiales fueron de siete personas muertas y 132 heridos, muchos de ellos con amputaciones de extremidades inferiores y superiores.

Un par de años después, el 15 de julio de 2010, se registró en Ciudad Juárez el estallido del primer coche-bomba activado por un teléfono móvil, en nuestro país. De acuerdo con las crónicas del momento, hombres armados secuestraron a un civil, lo vistieron de policía, le dispararon a quemarropa y lo dejaron agonizante en medio de la calle.

Aquello habría sido la ‘carnada’ para atraer las corporaciones de seguridad. Cuando llegaron las ambulancias y la Policía Federal, según narró el periódico El País, alguien hizo una llamada que activó un teléfono móvil conectado a 10 kilos de explosivos ocultos en un vehículo. El estallido mató a un policía federal, dos personas no identificadas y al doctor Guillermo Ortiz, quien se habría acercado para brindar atención al hombre herido.

“Después de 25 mil caídos desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia hace tres años y medio los muertos ya no espantan en México. Ahora lo que asusta es la forma terrorista de matarlos (…) Hay quien dice que el 15 de julio de 2010 será una fecha que jamás se podrá olvidar. El día que los narcotraficantes mexicanos recurrieron al terrorismo para doblegar al Estado. En la mente de todos está Colombia. Por el horror que todavía le espera a México y también por la esperanza de salir algún día del infierno”. Relató en su crónica el diario español El País.

Tras los sucesivos hechos violentos que impactaron estados completos como Jalisco y Guanajuato el 9 de agosto, y –otra vez- en Ciudad Juárez el 11 de agosto, el Presidente admitió –antes de que se registraran los acontecimientos en Baja California el 12 de agosto- que lo de Juárez era algo que no se veía, “ojalá no se repita porque se agredió a la población civil, inocente, como una especie de represalia. No fue solo el enfrentamiento entre dos grupos, sino que llegó el momento en que empezaron a disparar a civiles, a gente inocente, entonces esto es lo más lamentable del asunto”.

Según la definición de diccionario, terrorismo es, la “Forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general”. Cuando se dan ataques directos contra la población civil con la finalidad de sembrar el terror y el pánico, no es otra cosa que terrorismo. Simple y llano. Exactamente lo mismo de los hechos del 2008, 2010 y estos del 2002.

Y entones como ahora, los gobiernos para no asumir su responsabilidad, usan palabras rebuscadas para suplir su incapacidad, ineficiencia e irresponsabilidad con tal de no aceptar lo que es simple y llano: son ataques terroristas, llámenles como les quieran llamar desde el poder que se inventa terminajos como ‘daños colaterales’ para no decir que son los civiles asesinados en la guerra contra el narco, en los enfrentamientos entre los grupos del narco e integrantes del Ejército Mexicano; o ahora que estos hechos son ‘manifestaciones’ o ‘protestas’.

Y sí, como desde 2010 lo decía el país y se repite ahora con estos hechos “(fue) el día que los narcotraficantes mexicanos recurrieron al terrorismo para doblegar al Estado”. Y sí, es cierto también el panorama que se veía entonces y se vuelve a ver ahora: “El horror que todavía le espera a México”, pero también se mantiene “la esperanza de salir algún día del infierno”.

Esto, la seguridad de todos y cada uno de los mexicanos no tiene colores, ni siglas, ni credos políticos o religiosos ni tampoco partidos políticos. Y esto nos debe importar y preocupar a todos, porque es imposible ver el rumbo y el destino al que vamos.

¿Quo vadis?

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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