COMO DECÍA MI ABUELA

«La justicia tolerante …

No recuerdo que me regañara mi abuela. Quizá me portaba muy bien o tal vez, en su ausencia, pesan más las dulces tardes a su lado que cualquier otro recuerdo. Sin embargo, era estricta con otros nietos. En una ocasión, una prima le reclamó que a ella no la quería pues la regañaba constantemente, a lo que la abuela respondió: «la justicia tolerante, es cómplice del maleante» y nos llevó a la cocina para servir la merienda.

El pasado 08 de agosto, después de 8 años de incansable lucha por parte de la familia Sánchez Velarde, un juez del Estado de México dictó sentencia condenatoria a Led Clemente «N» por el delito de feminicidio y aborto cometidos en el cuerpo de Fernanda Sánchez en enero del 2014.

A pesar de que los dictámenes médicos y criminalísticos arrojaron que presentaba lesiones como golpes en la cara, heridas con arma blanca en brazos, marcas en el cuello de estrangulamiento, nariz y quijada rotas, además de evidencia de violencia sexual, las autoridades decidieron catalogar el caso como suicidio, por lo que, la familia Sánchez Velarde, inició la búsqueda de justicia para Fernanda.

En ese camino, el 27 de mayo de 2017 sus hijos Daniel y Alberto, fueron secuestrados y torturados hasta la muerte, presuntamente por familiares de Led, quiénes ya habían amenazado con anterioridad a la señora Magda, madre de Fernanda, de «arreglarle su asuntito» y que «ya le pare a la carpeta, porque si no, habrá otro muerto en su familia». Pese a las constantes amenazas, y los cambios constantes de domicilio para mantenerse a salvo, la señora Magda, siguió adelante en su lucha, con el acompañamiento del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, colectivos feministas y madres de víctimas y desaparecidos. Finalmente, en 2021, consiguió que el caso de Fernanda fuera reclasificado cómo feminicidio y que el lunes de esta semana, Led «N» fuera condenado a 69 años y tres meses, por los delitos de feminicidio y aborto, además de reparación del daño material por 672 mil 900 pesos por feminicidio y otra cantidad igual por el delito de aborto, ambas a favor del hijo de Fernanda.

Recuperar las historias de las madres de víctimas de feminicidios, es una tarea dolorosa, pero urgente. Nuestra sociedad permanece indolente ante las situaciones de violencia machista que vivimos, porque ignora el calvario que supone el acceso a la justicia en nuestro país. El feminicidio es un delito que rompe los cimientos de las familias y descompone el tejido social, desmembrando no sólo los cuerpos de las mujeres, sino los valores y derechos humanos fundamentales de todos los individuos.

Ahora quiero recuperar el contexto en el que Fernanda fue víctima porque, considero, es el contexto de muchas mujeres de nuestro país. Fernanda, hija menor del matrimonio de Jorge y Magdalena, tenía 18 años de edad, era estudiante y vivía con su esposo Led «N» en la casa de la familia de este. Luego del nacimiento de su hijo, Led impidió que Fernanda regresara a estudiar, controlaba sus salidas y terminó aislándola de su familia. En numerosas ocasiones, Fernanda intentó denunciar los abusos y violencia que vivía al interior de su domicilio, pero las autoridades le negaron el derecho a levantar la denuncia. Ella se separó y regresó a casa de sus padres también en diversas ocasiones, pero la familia del esposo la convencía de regresar «por el bien de su hijo». Fernanda interpuso una demanda de alimentos, en favor de su menor hijo, estando separada de su esposo, pero este no cumplía con dichas obligaciones y tampoco tenía una garantía por parte del Estado para exigir el cumplimiento, por lo que, una vez más como las anteriores, regresó al domicilio de la familia de su esposo donde éste, terminó con su vida.

Cómo decía mi abuela «la justicia tolerante, es cómplice del maleante», pues esta historia no es diferente de muchas otras, dónde el maltrato y lo que ocurre a «puertas cerradas» en casa, termina con la vida de las mujeres. Y aunque en esta ocasión podemos contar con una sentencia condenatoria que nos da esperanza de que la justicia existe, también es cierto que mucho se pudo evitar con educación en los ministerios públicos y fiscalías, para escuchar la voz de las mujeres, antes de que se las arrebaten, las silencien y tengan que hablar por ellas sus familiares. Las madres de las mujeres víctimas de feminicidio son un ejemplo de lucha, no sólo por la justicia, sino por la legalidad en nuestro país. Sin ellas, no existiría memoria del horror que nos arrebata a más de 10 mujeres al día en México, y sin su lucha, no existirían protocolos para investigar los casos de muertes violentas de las mujeres con perspectiva de género. Ellas luchan a pesar del miedo y el dolor, acompañadas por la incertidumbre, pero también por muchas otras valientes mujeres que tampoco descansan, unidas por el dolor y contra un enemigo común. «Nuestro enemigo es el Estado omiso, indolente y asesino.» María Magdalena Velarde Topos, madre de Fernanda, Daniel y José Alberto.