COMO DECÍA MI ABUELA

El que busca… 

Mi abuela tenía una máquina de coser, en la que guardaba hilos, agujas, cierres, botones y toda clase de objetos que pudieran servir para elaborar una prenda desde cero, o bien, remendarla. Lo mismo si se descomponía un cierre o se descosía una bastilla, ella lo arreglaba con paciencia y esmero. Los impacientes, éramos nosotros, que por querer jugar no encontrábamos aquello que nos mandaba a buscar. –Ahí de la máquina, tráeme un hilo verde- exclamaba, pero el hilo no se veía por ningún lado. Entonces mi abuela salía de su mecedora con aguja y prenda en mano y en el primer cajón que abría, se veía emerger el dichoso hilo como si de magia se tratara “el que busca, encuentra” decía mi abuela, ante nuestras miradas de asombro.

Las desapariciones de mujeres, han sido el motivo de las más recientes noticias y conversaciones, pues el panorama actual, así lo amerita. De acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, en lo que va del año han desaparecido 1533 mujeres lo que en principio resulta alarmante. Sin embargo, uno de los casos que más acapara la atención pública es el de Debhani Escobar, la joven que fue abandonada en la carretera a Laredo, en Escobedo, NL, por el servicio de taxi que le pidieron sus amigas y quién, hasta este momento, continúa desaparecida. Curiosamente, el debate se ha centrado en analizar la conducta moral de las amigas argumentando un supuesto deber de cuidado bajo la consigna “juntas llegamos, juntas nos vamos” y quizá, este argumento, es lo que favorece en principio que este caso prevalezca en los medios de comunicación y no otros, como el de Aisha, joven de 15 años, desaparecida en Oaxaca y localizada con vida tres días después en una casa de seguridad, donde la mantenían individuos que se dedican, presuntamente, a la trata de personas; o el caso de Aitana, quien, luego de que su madre denunciara a una banda de tratantes en Vallarta, fue sustraída de su domicilio, en represalia a la denuncia interpuesta. Aitana también fue localizada con vida. Desgraciadamente, Evelin, quien acudió por una supuesta entrevista de trabajo, no corrió con la misma suerte y fue asesinada. Actualmente se investiga a Juan Carlos “N” por este delito y, además, se cree que forma parte de una red de trata, que opera al oriente de Morelos.

En un país que ocupa el segundo lugar a nivel mundial en explotación sexual comercial infantil, primer lugar en difusión de material de abuso sexual infantil, la trata de mujeres se ha disparado un 40 por ciento en cuatro años y se cometen 10 feminicidios al día, cuando desaparece una mujer, nos interesa más responsabilizar a la víctima o a su círculo cercano, que señalar el verdadero problema: el contexto de impunidad con el que cuentan los delincuentes para evadir a la justicia y la falta de voluntad y compromiso por parte de las autoridades para lograr un cambio en estas realidades.

El martes 12 de abril, el Comité contra las Desapariciones Forzadas (CED) de la ONU, emitió un informe en el que responsabiliza a las autoridades del Estado Mexicano, en todos sus niveles, y al crimen organizado por las desapariciones. Para la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, los operadores de este delito son sumamente violentos, perteneciendo a grupos de crimen organizado y tratantes rusos, estadounidenses y la Yakusa, motivo por el que las víctimas no se atreven a denunciarlo, es por esto que el mencionado Comité estima que este delito tiene una cifra negra de más del 80%.

En cuanto a la responsabilidad de las autoridades en la comisión de los mencionados delitos, esta reside, según datos del CED, en innumerables e innecesarios obstáculos que encuentran las familias al denunciar una desaparición. Por ejemplo, muy a pesar de que la Ley General en Materia de Desapariciones Forzadas no señala que las familias tengan que esperar plazo alguna para denunciar una desaparición, las autoridades insisten en exigirles que pasen al menos 72 horas para poder hacer la denuncia, lo que dificulta bastante el proceso y reduce al mínimo las posibilidades de encontrar a la persona desaparecida; además resulta relevante señalar que, en muchos casos, ante la falta de recursos públicos, los funcionarios de las comisiones de búsqueda utilizan medios propios o solicitan recursos a las familias para iniciar con las investigaciones. Resulta ridículo la manera en que la burocracia y los propios mecanismos internos impiden realizar adecuadamente su trabajo, ya que, en casos como Veracruz, se limita a los funcionarios salir a campo con fines de investigación, lo que, quien suscribe, traduce en un “realiza la búsqueda pero desde tu escritorio”, configurando así una actitud injustificable de la autoridad, cargada de apatía e ineficiencia, donde se ve a las desaparecidas como números y no como personas o sujetos de derechos, a quienes se les está violentando sus Derechos Humanos fundamentales.

“No hay democracia con desaparecidos” es la realidad que, a manera de sentencia, nos legó Rosario Ibarra de Piedra, incansable activista por los Derechos Humanos y pionera en la búsqueda de desaparecidos en México, quien falleció el pasado 16 de abril de causas naturales. Rosario fundó el Comité Eureka! con el que buscó incansablemente a su hijo Jesús, sin que, hasta le fecha se tenga noticia de su paradero. Sin embargo, como decía mi abuela “el que busca, encuentra” y doña Rosario, al igual que los múltiples colectivos que la sociedad ha fundado, han logrado encontrar a muchos otros, haciendo acopio de la voluntad de que carecen las autoridades. En este sentido, considero que es menester dejar los discursos moralinos de lado y mirar más allá, donde la delincuencia organizada, cobijada por la negligencia y apatía del estado, opera a la vista de todos.