A LA BÁSCULA

Bravucón de barrio 

¿Le ha tocado ver en la calle, con un vecino o al ‘primo de un amigo’ en alguno de los siguientes escenarios? En la calle o en el parque va un matrimonio joven, la mujer con un bebé en sus brazos, y él ‘arriando’ a uno u otros dos, y el mayor apenas sí llega a los cinco años, y el papá asestándole tremendos zapes, jalones de orejas alternados con de cabello, y pegándoles a los pequeños alguna patada en su trasero, sin importarle que medio mundo lo esté observando en sus cobardes acciones.

Tú o algún otro ciudadano le recrimina al tipo porque golpea a los pequeños, pero como éste es de los habituales bravucones de barrio, provocadoramente contesta: “Y a ti qué te importa güey, son mis hijos, para eso los mantengo. Tú ocúpate de los tuyos”. Como si la paternidad o su manutención incluyera el derecho de golpear o maltratar a los hijos.

En el barrio igual, el vecino que cotidianamente agrede física y verbalmente a su familia, sobre todo a su esposa, y alguien al fin se anima a decirle que no es correcto que le pegue e insulte a su esposa. Y ya sabe, el bravucón del barrio: “Y a ti que te importa cabrón, para eso es mi esposa, ha de tener algo que ver contigo”, y se vuelve y desquita con su mujer el coraje que le provocó la intromisión del vecino injerencista, vocifera, que lo que debería hacer es madrear también a su esposa para imponerse.

O el otro que, pese a que hay una terrible escasez de agua, sale y a chorro de manguera se pone a lavar su auto. Y una vecina le reclama, “vecino, debería de lavar su carro con una cubetita, hay que ahorrar el agua porque ha estado escaseando mucho”. Burlonamente el tipo responde: “Y a ti que te importa, vieja metiche, para eso la pago, y si a ustedes no les sale agua no es mi culpa, yo por eso mandé poner mi ‘hidro’”.

¿Le ha parecido familiar alguno de esos escenarios o por lo menos se lo ha platicado ‘el primo de un amigo? Es decir, el bravucón de barrio siempre tiene derechos, según él, sobre las demás personas o servicios, para justificar sus cobardes e irresponsables acciones.

Hasta el momento de escribir estas líneas –porque desgraciadamente en ese sentido la información podría cambiar cada minuto-, en México han sido asesinados ocho periodistas solo en lo que va del año. El más reciente este martes, Armando Linares, quien ya había denunciado las amenazas de muerte que venía recibiendo, sobre todo después de que su compañero Roberto Toledo había sido asesinado también.

Ocho periodistas asesinados en apenas dos meses y medio de este 2022, el año más negro para el periodismo mexicano que se tenga memoria.

Como suele suceder en casa de los bravucones de barrio, la indignación se ha venido dando más, afuera, que adentro del país. Las organizaciones de periodistas y defensorías de derechos humanos de México y el mundo han puesto el dedo sobre la llaga, luego gobiernos como el de Estados Unidos y enseguida los integrantes del Parlamento Europeo que han mostrado su preocupación por la creciente ola de ataques que han venido recibiendo los medios y los periodistas mexicanos, en un país que se ha convertido en el más peligroso para el ejercicio del periodismo sin ser una zona de guerra.

Y sale el gandallita con el discurso del bravucón de barrio: que qué les importa, que son injerencistas, borregos que se suman a la oleada golpista contra su gobierno. O sea “qué les importa güeyes, total no son a sus periodistas sino a los míos a los que están matando; ustedes ocúpense de los suyos”.

O sea, que sigan matando periodistas pos qué chingados, total aunque al principal inquilino del Palacio -el ‘Rey número non’- quiera esgrimir como justificación que no son crímenes de estado –o sea, mientras no los mande matar el estado, que se los chinguen pues qué carajos-, se quiera o no admitir, es finalmente consecuencia de la campaña permanente desde el más alto púlpito de este país, que un día sí y otro también, se endereza contra medios y periodistas.

Al asunto sobre el asesinato de Linares, Andrés López le dedicó cinco minutos, y otros 30 más para seguir con los ataques en su pleito personal que tiene con Carlos Loret. Si está viendo como arde la hoguera y llega a echarle cubetadas de gasolina, y luego culpa a todos del incendio que provoca. Como siempre, elude su responsabilidad, porque si bien nadie ha dicho que son crímenes de estado, la comisión de delitos desde el poder, se da por comisión, pero también por omisión. Y este gobierno ha sido omiso en su responsabilidad de garantizar la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo.

Desde el gobierno también se es asesino por omisión.

 

laotraplana@gmail.com.mx

 

@JulianParraIba

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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