A LA BÁSCULA

Yo no soy Loret 

Desde hace más de cuatro décadas, decidí abrazar el que Gabriel García Márquez definió como ‘el mejor oficio del mundo’, y en mi caso personal no sólo me parece que sí lo es, estoy convencido de ello, a pesar de que en los años recientes y sobre todo en este país, esta es una de las actividades de más alto riesgo.

El pastor luterano alemán Martin Niemöller escribió un poema titulado ‘Primero vinieron…’, que está grabado en el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos, y que ha sido utilizado en diferentes contextos, como el de la persecución, la culpa y la responsabilidad, y algunos lo consideran como las terribles consecuencias de la indiferencia humana.

“Primero vinieron por los comunistas, y yo no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los socialistas, y yo no dije nada porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada porque no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, pero ya no quedaba nadie para hablar por mí”, dice el texto del poema.

¿A qué viene todo esto a cuento?

Al diferendo que desde hace ya bastantes días, sostiene el Presidente de la República con el periodista Carlos Loret de Mola, por la publicación que este hizo del reportaje en el que exhibe las residencias en que habitó en Houston, José Ramón López Beltrán, hijo mayor de Andrés Manuel López Obrador, y en el que denuncia un presunto conflicto de intereses.

Y aunque el Presidente giró la orden hacia finales de la semana pasada que ningún integrante de su gabinete, ni en las cámaras de senadores y de diputados ni dirigentes partidistas de Morena volvieran a hablar del tema, él mismo se ha encargado de mantenerlo sobre la mesa y cada vez escalando más los niveles de la estridencia.

Mostró –dicen los especialistas que violando la Constitución y algunas otras leyes-, un documento en el que muestra los supuestos ingresos que el periodista de Latinus tuvo durante el año pasado, en total algo así como 320 millones de pesos –un ingreso que no tendría ni Obama, diría el clásico-, para lo cual utilizó información privilegiada, apoyándose en todo caso de las instituciones como el SAT y la UIF, lo que acuerdo con la Ley es ilegal y constitutivo de un delito.

Pero la cosa no paró ahí, sino que envió una solicitud al INAI, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, para que le proporcionen toda la información de los ingresos, propiedades y riquezas de Loret y su familia, lo cual obviamente le fue negado, y ahora el órgano deberá enfrentar los embates desde Palacio Nacional por no cumplirle lo que él quería.

En este, que desde mi punto de vista es un pleito personal, eso sí terriblemente desproporcionado entre un ciudadano común y un jefe de estado con todo el poder que ello representa, en redes sociales nació un movimiento identificado como #TodosSomosLoret, en apoyo del periodista y repudiando la desmedida fuerza de los ataques del principal inquilino de Palacio Nacional.

En lo personal, yo no soy Loret, pero sí soy periodista, y durante muchos años distintos gobiernos le han apostado a la desunión que siempre ha caracterizado al gremio periodístico, para aplastar y ‘sacar de circulación’ a periodistas que les han sido incómodos, ejemplos hay muchos, José Gutiérrez Vivó, Carmen Aristegui, Pedro Ferriz de Con entre otros. Y como dice el poema, cuando vinieron por ellos, muchos no dijimos nada y permitimos que se cumplieran los caprichos presidenciales.

Por fin en esta ocasión, el caso de Loret converge además con el peor momento para el periodismo mexicano en que cinco de los nuestros han sido asesinados en lo que va de este 2022, y con el reconocimiento del subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, de que 90 por ciento de los asesinatos de periodistas en este sexenio, se encuentran en la impunidad.

Por fin, grupos de valientes compañeros que cubren la fuente legislativa y la presidencial, se manifestaron en contra de la violencia contra los periodistas en nuestro país, en ambas cámaras, en la de senadores y en la de diputados, y aún en Palacio Nacional, sumados a los llamados de organizaciones nacionales e internacionales.

Puede ser que los que no son periodistas no logren entenderlo, pero en este asunto, yo no soy Loret, pero sí soy periodista, y nuestro gremio no solamente ha venido siendo violentado con la muerte de compañeros, sino que –y metidos todos en un solo costal- ha recibido una gran andanada de agresiones y violencia verbal desde Palacio Nacional, generando un clima de odio hacia el periodismo.

Soy periodista, y por ello, me solidarizo total y absolutamente con el gremio. Como dijeron los compañeros en las cámaras: ‘Nos queremos vivos’. ‘No se mata a la verdad asesinando periodistas’.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIbarra

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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