CÁPSULAS SARAPERAS

Resultó ser poca pieza

En esta ocasión te platico de una anécdota que sucedió aquí en esta hermosa ciudad de Saltillo, en la cual participaron dos fuereños en la disputa de un amor.

En los años 70´s, cuando esta ciudad era habitada por estudiantes de la Universidad de Coahuila —hoy la autónoma—de la Narro, de la Normal, y sin olvidar a los Burros Pardos del Tecnológico de Saltillo, sucedieron anécdotas que quedaron para la posteridad.

Muchos estudiantes de fuera llegaron a Saltillo para estudiar, algunos como mi mamá tuvieron la fortuna de encontrar el amor verdadero en esta tierra y aquí se quedaron a vivir. También fue el caso del Profr. Alejandro Martínez Muñoz, oriundo de la capital de los precios bajos, Nueva Rosita, Coahuila.

Alejandro decidió ser maestro, motivo por el cual llegó a esta ciudad para estudiar en el emblemático edificio de la Normal, cuando en aquellos años las alumnas subían y bajaban por escaleras distintas a las de los alumnos. En aquella época, los buitres de la Narro pretendían a las futuras maestras, lo cual sus compañeros no veían con agrado, por lo que buscaban maneras distintas de disputarse la sonrisa de las compañeras.

En cierta ocasión, los ánimos de calentaron, y para darle formalidad al duelo, los alumnos de ambas instituciones organizaron una función de box, en la cual estaban invitadas las alumnas de la hoy Benemérita y Centenaria Normal, así como distintos periódicos de la localidad como El Heraldo de Saltillo y El Sol del Norte.

Alejandro, jóven de causas que reconocía ser parte, hombre grande, fuerte, que no mostraba miedo o temor; quien siempre se encontraba dispuesto a defender y proteger a sus compañeras de banca, se anotó para defender a su institución y a sus damas de las garras de los Buitres.

La función inicio, pasaron varias peleas y por fin Alejandro subió a ring para enfrentar a un Buitre, ambos boxeadores chocaron guantes ante el réferi previo al inicio del combate, sonó la campana, y de manera inmediata Alejandro se abalanzó sobre el estudiante de agricultura, quien de manera rápida y ágil le colocó un derechazo sobre la mandíbula, cayendo noqueado de forma recta, cual si fuera una tabla, mientras el fotógrafo de El Heraldo de Saltillo tomaba las fotografías correspondientes.

Al día siguiente, la sección deportiva del periódico era encabezada por la fotografía y el titulo que decía: “Resultó ser poca pieza”.

Para su fortuna, Alejandro decidió dejar la vida del boxeo para dedicarse a la academia y a la lectura, convirtiéndose en una persona sumamente culta, tan culta que fue conocido como Don Profundo, ya que aseguraban que si le preguntabas la hora, terminaba por platicarte la historia de los relojes.

De estas anécdotas de Saltillenses, de estudiantes esta llena nuestra historia, una historia que como nuestra ciudad, vale la pena presumir.