AVISO DE CURVA

Regresa la música a Chile

El 2021 termina con el corrimiento a la izquierda de Chile, el país con una de las democracias más consolidadas y de mayor desarrollo económico de América Latina.

Con más del 55% de los sufragios a su favor, Gabriel Boric, uno de los tres líderes con mayor visibilidad del movimiento estudiantil de 2011 (los otros eran Camila Vallejo y Giorgio Jackson) expulsará a la derecha de La Moneda.

Aunque José Antonio Kast, candidato del Partido Republicano, ganó la primera vuelta, se desinfló durante el segundo proceso alcanzando apenas el 45% de la votación. Boric tuvo una mayor habilidad para suavizar sus propuestas y entusiasmar al voto moderado del centro político chileno.

La victoria de Gabriel Boric resulta significativa para el progresismo de América Latina, que se ha cansado de buscar un representante que, desde la izquierda, garantice el crecimiento económico con democracia e igualdad. Modelo de desarrollo que, por ejemplo, no han logrado implementar en su totalidad las izquierdas de México, Argentina, Bolivia, Venezuela y Nicaragua.

No obstante, ni su contundente triunfo ni la visible energía que le otorga su juventud deberían nublar la vista de Gabriel Boric. Al contrario, le corresponde asimilar que, su propuesta transformadora, al igual que los programas de sus antecesores socialistas y centristas, estará acotada por las fuerzas de la derecha y de los ultras que se niegan a acompañar a la tumba a Augusto Pinochet.

La izquierda le dio a Boric el 26% de los votos en la primera vuelta, los moderados le permitieron alcanzar el 55% en la segunda. La derecha, como dije, se quedó con el 45%. Por lo que, la política del consenso y el acuerdo, tan magistralmente manejada por los políticos chilenos post-Pinochet, debería ser la estrategia que prevalezca a partir de marzo del próximo año cuando Boric tome posesión.

Las políticas de libre mercado echaron raíces en el régimen militar. Hasta la fecha, la apertura al exterior, el impulso al capital privado y la estabilidad macroeconómica, han permitido a Chile destacar como uno de los países que mejor combate la pobreza y promueve el crecimiento económico.

Ni los centristas Patricio Aylwin y Eduardo Frei ni los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, consideraron echarlas abajo y terminar de golpe con el neoliberalismo. Además, las reformas progresistas que emprendieron, siempre estuvieron negociadas con las fuerzas opositoras.

Como dijo alguna vez uno de los máximos representantes del socialismo chileno, el presidente Ricardo Lagos, “La tarea número uno de Chile es crecer, todo lo demás es música”.

Sin embargo, en esta ocasión Gabriel Boric, además de lograr que Chile retorne a la senda del crecimiento, deberá entonar una música transformadora que entusiasme de nueva cuenta a los movimientos progresistas chilenos, desencantados muchos de ellos por los escasos resultados económicos y el desorden del segundo período de Michelle Bachelet, y a los centristas de clase media, desilusionados por el mal manejo de las crisis por el derechista Sebastián Piñera.

La realidad es que, quien se convertirá en el presidente más joven en la historia de Chile, no sólo representa el movimiento que rechazó el alza del transporte y las cuotas universitarias, también se echó al hombro las preocupaciones sociales de 31 años de la nueva democracia chilena, empezando por la desigualdad, el fortalecimiento del Estado de bienestar, el respeto a los derechos humanos y la profundización de la democracia; todo lo anterior, bajo el sello de un nuevo texto constitucional.

Sin embargo, en este afán Gabriel Boric deberá tener cuidado de no sucumbir a la tentación intransigente que atrapó a Salvador Allende, la cual no sólo le impidió transformar a Chile con su programa de marxismo democrático, también fue la culpable de que no terminara su período de gobierno.

Hay muchas razones para pensar que los chilenos prefieren ampliamente la mejora económica, el incremento en el nivel de vida y el acuerdo político entre fuerzas antagónicas que las estériles disputas ideológicas que han intentado, sin éxito, refundar el Estado llevándolo hacia atrás, impulsando programas que, sin importar tiempo y lugar, han fracasado una y otra vez en su intento por asegurar el desarrollo con igualdad y democracia.

Así que, eso de convertir a Chile en “la tumba del neoliberalismo”, está por verse.

Éxito para todos los chilenos.

¡Feliz 2022!

olveraruben@hotmail.com

 

Autor

Rubén Olvera Marines
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