PAPELERÍA EN TRÁMITE

Todos tenemos una belleza de cantina, ¿o acaso me equivoco mis queridos lectores? Esa damisela que vemos en los bares y que con el paso de las cervezas se transforma en el objeto del deseo de los parroquianos. Y claro, las hay de todo tipo de colores, sabores y olores. Son Ese oscuro objeto del deseo, como en la película de Luis Buñuel. Es el mote predilecto para esas musas del Motel. La forma de invocar a estos fantasmas de bares es recurriendo al ídolo de mi compadre chaparrito, Marino González, el poeta guatemalteco Ricardo Arjona, que implora:

“lo nuestro pa empezar no es de novela

ni de romeos muriendo por julietas

ni haremos de love story la secuela

ni somos de este circo marionetas”

Sabemos que no es la esposa, que en mar de abnegación se queda en casa, no, es la otra mujer que se exorciza en las cantinas con alcohol y música de Vicente Fernández, la que te embruja a que te quedes en esa cueva de las apariciones y demora tu llegada a la casa.

Tiremos a la basura todo lo que nos han dado estas bellezas de cantinas, que han hecho su cotidiano love story con los parroquianos. Pero gracias a ellas la vida puede ser más llevadera o los recuerdos de amores que traemos cargando sean más livianos; y que no se vuelvan en una carga para poder levitar. Recordemos que el amor cuando se hace público cambia de peso, se vuelve una carga. Por ello, la mujer que antes era nuestra virgen, hoy la vemos con prendas de beata.

El santoral está lleno de ellas con nombre de santas y mártires, no sé si de amor o desamor, pero por algo aparecen sus nombres en calendarios, incluso en los días feriados. Lo más coherente es cuando bautizan a los huracanes y desastres naturales con nombres femeninos, como si con tal acción predestinaran el desorden emocional, sentimental incluso económico que provocan en la vida de una civilización llena de hombres. Machos calados y peleados con la historia de su machismo, bestias en constante de-construcción de su “yo es otro”. Machos alfa, lomo plateado, barba de leñador, pinga de Zague, que levantan todos los tazos de un solo golpe y ahora no hacen más que estar confundidos con su lugar en este nuevo mundo, quienes pasaron de ser gavilán a paloma, de cazador furtivo a presa agitada en este hábitat cibernético de memes y hashtags. Ellas, les digo desde lo alto de esta montaña de la comunicación, nunca serán minoría, son el motor que nos hacen pelarles los dientes a la vida y salir adelante. Trastabillar, tropezar y caer una vez más para levantarse y sacudirse la tierra de la ropa para levantarse de la borrachera y decirle muy de temprano y de mañana: “Ya llegó el que andaba ausente”, mi chula y trae tortillas de harina y barbacoa, para sentarse a desayunar con una cruda periférica, a un lado de la mujer que ama, la que le calienta el desayuno y es consciente de cada paso que esa noche dio su viejo.

 

Autor

Sergio Alvizo
Reportero y conductor de noticias de Canal 6 Saltillo y canal 4 en Monclova. Taurino de nacimiento y Tigre de corazón. Amante de las peleas de gallos.
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