ALIMENTAN SU EGO

 

Triste que por vivir en medio de tanta desigualdad y tan ninguneados por gobiernos anteriores, millones de mexicanos se dejen engatusar por un presidente mentiroso que finge que los quiere y alardea que en su administración primero son los pobres.

Increíble que no se den cuenta que le importan tan poco que, en pleno ascenso de pandemia, los juntó en el zócalo para celebrar sus tres años como presidente.

Fue una fiesta para satisfacer su ego, porque en lugar de respetar el derecho a la salud de quienes dice querer tanto, no pidió usaran cubrebocas, no había gel a la disposición ni se tomó la temperatura a los asistentes.

Lo importante fue que llegaran y los contagios habidos como consecuencia, son para él totalmente irrelevantes.

El presidente que se pavonea de ser “diferente” a los pasados, usó el mismo método de acarreo y entrega de refrescos y tortas para llenar el zócalo y los tuvo igualmente varias horas sentados en las banquetas, antes que empezara el festejo; lo diferente fue que ahora, los expuso al Covid.

Es deprimente pero entendible, el interés por asistir que seguramente muchos tenían y que va desde que lo admiran, les gusta lo que les dice porque refuerza sus resentimientos, quieren sentirse parte de una multitud, hasta que aprovecharon la oportunidad para alejarse de sus grises rutinas y llegar gratis a la Ciudad de México y si además, recibieron algunos pesos es comprensible que gritaran “no estás solo”.

Pero no se entiende que cómo puede hacerse tonto López Obrador diciendo que lo conmovió la multitud reunida en el zócalo, cuando sabe perfectamente que se la llevaron colaboradores y gobernadores a costillas del dinero de todos, igualito a como hicieron los de presidentes anteriores.

¿Y cómo puede pedir a los jóvenes “radicalizarse para anclarse a la izquierda”, como segura estar él, cuando todos los actos de su gobierno han sido de derecha?

Si quienes lo oyeron le hicieran caso, pasarían a la oposición y sería el primero en sufrir las consecuencias.

Le exigirían combatir la desigualdad, meter a los militares a sus cuarteles, dejar de apoyar a los narcos, reformas fiscales, mejores escuelas y servicios de salud, democracia, verdad y certeza en las informaciones sobre la pandemia y las vacunas.

Quitar sus programas nocivos al medio ambiente, respetar a quienes opinan diferente, libertad de expresión sin ridiculizaciones mañaneras ni acoso verbal ni persecución a intelectuales, periodistas, INE, CIDE y universidades.

Mayor seguridad, para no jugarse la vida cada que salen en balaceras con la posibilidad de quedar como daños colaterales; porque fuera de las que organizan los narcos, están las ejecutadas por soldados que según las estadísticas indican matan a 25 mexicanos, por cada criminal que detienen.

Le exigirían los tratara como personas inteligentes y no como tarados o mascotas a las que, ha dicho, hay que cuidar y alimentar.

Y comportarse para que México fuera más respetado por el mundo y no se viera a su presidente como un chiflado autoritario que causa carcajadas o con enojo, por sus loas a los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Le exigirían medidas efectivas para terminar con violaciones y feminicidios, fin de la impunidad porque solo uno por ciento de los crímenes es castigado y que no siga ordenando recortes en cuestiones prioritarias para destinarlos a sus proyectos consentidos.

Medicinas para los niños con cáncer y vacunas para evitar casos de viruela, sarampión y tuberculosis, que van en aumento.

Que admita y ponga fin a la corrupción que está caracterizando a su gobierno, como muestran los videos exhibidos por el periodista Carlos Loret de Mola, en los que sus hermanos reciben fajos de billetes en su nombre y aparecen su  secretario particular Alejandro Esquer y la jefa de finanzas de la oficina presidencial, Denis Zaharula Vasto, manipulando millones de pesos que debían ir a damnificados por sismos y desastres climáticos y no a bolsillos de sus cercanos.

Le exigirían que no siga fomentando antagonismos, olvide su discurso de odio y deje de actuar como si fuera el dueño de México y sus recursos.

Y no pida autenticidad, si no la tiene.

Porque nunca mejor aplicado que en él, el dicho que dice “cada quién habla de lo que carece” o cada día tiene más desconchinflado el cerebro o su incongruencia y cinismo son ya patológicos.

Y aguas, porque si sus seguidores se radicalizaran como les pidió, serían ellos y no él, los que le gritarían Al carajo con ese Cuento. (EL HERALDO)

 

Autor

Teresa Gurza