ESPECTADOR

Érase una vez como hace mil años

Escribe el poeta Thomas Bernhard en su libro “Bajo el hierro de la luna” (1958) que… “el año es como el año hace mil años, no sabemos nada, no sabemos nada del ocaso, de las ciudades hundidas, de la corriente en que se ahogaron hombres y caballos. El año es como el año hace mil años, miramos el bosque como el establo del mundo, mentimos y tejemos cestos para peras y manzanas, dormimos mientras nuestras botas sucias se descomponen ante la puerta de la casa”.

Con el permiso del señor Bernhard, el siglo XXI interpretaría su poema de la siguiente manera:

El año es como el año hace mil años, no sabemos nada, no sabemos nada del ocaso ni de la crisis, de los cientos de miles de muertos que se quedaron varados desde 1521 hasta 2021, de la corriente de fenómenos como el suicidio, la venganza, la corrupción, temblores y muerte. El año es como el año hace mil años, miramos el bosque y todo lo queremos para nosotros, somos egoístas, ya nada nos importa el prójimo, ni el amor ni el futuro, mentimos y tejemos hilos de desesperación y drama por la existencia, hacemos a un lado las creencias y dormimos con el arma de la venganza entre las sábanas, anhelando el eterno sueño mientras nuestras botas sucias se descomponen que ni los mismos Santos Reyes les hacen caso ante la puerta y la ventana de la casa.

El pasado 12 de febrero de 2021, ofrezco disculpas por esta tardanza, se cumplieron treinta y dos años del fallecimiento de este poeta holandés (1931-1989). De padres austriacos, cuya obra poética, novelística y teatral ha sido reconocida en el mundo entero, llega a nosotros con sus poemarios y novelas.

Solamente dos libros de poesía escribió In hora mortis y Bajo el hierro de la luna (1958), el resto fueron 19 novelas y 17 obras de teatro y otros libros de carácter autobiográfico, pero eso bastó para que su obra poética hablara de lo absurdo de la vida y los sentimientos humanos, así como las presiones que llevan a las personas al borde de la locura y de la muerte.

Dejamos los saltillenses en el 2021 todo un lastre de mortandad por suicidio, corrupción y venganza, fenómenos de donde se desprende la falta de sensibilidad, seamos realistas, de autoridades y funcionarios por frenar estos problemas de índole familiar, regional y nacional.

Y cito a Thomas Bernhard porque él escribió una obra auto-biográfica amplia que comprende novelas como El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño, cinco volúmenes, en los que analiza la realidad del ser humano doliente y hermético sin piedad sobre el mundo que le ha tocado vivir.

Otros libros más destacados están las novelas La calera (1970), Los come barato (1980), Hormigón (1989), y en teatro El reformador del mundo (1979), A fuerza de la costumbre (1973) y El ignorante y el demente (1973).

Es el penúltimo día del año 2021. Las 7:30 de la tarde, caminaré por calle Múzquiz al oriente, con in viento que se ha desatado y a una distancia de 800 metros no hay ningún ser humano sobre la tierra; los cables de luz sobre mi cabeza ululan, rugen y braman de coraje por el deseo de estrellarse en una ventana o en el capacete de un coche a esas horas primarias de la noche, o bien sobre mi pobre testa o cabeza que se defiende con una simple gorra gris, mientras mis pies trastabillan por culpa de esa miseria que tenemos por calles y banquetas.

Será un acto de heroicidad llegar a la calle Matamoros con este viento desatado al oriente de la ciudad, los remolinos de polvo acompañados de bloques eólicos tipo huracán y pesadas maromas que arremeten a 70-75 kilómetros por hora, contra quien quiera enfrentarlos; las diferencias de temperatura en el mundo por culpa del cambio climático han creado enormes espirales de aire imposibles de detener y respirar.

La ciudad está a merced del caos que presagia pérdidas materiales y humanas y en cada uno de los hogares se estanca el miedo pero también la ira de no poder hacer nada y esto sucede cada año como el año hace mil años.

Sin embargo, qué seríamos nosotros sin esta sinergia natural; así como la luna (que ya se le considera Made en China) desde su propia altura cósmica parce gritarnos de alegría que, contrario a su tradición histórica de satélite triste y doliente, durante miles de años ha sido espectadora muda sin sorpresa alguna para el género humano.

Su presencia forma parte ya del color de nuestra piel y ojos, de nuestra forma de hablar en diferente idiomas, de los sentimientos que urgen ponderarse en cada uno de nosotros, en otras palabras, nos hemos fundido y reflejado en ese satélite políglota y demacrado que de noche se eleva por entre aquellas regiones terrestres jamás tocadas ni vistas por el hombre.

Se iniciará dentro de pocos días otro año como aquel de hace mil años y no está por demás manifestar con bombo y platillo que las naciones del orbe increíblemente se hacen más viejas y el hombre más longevo. La vejez y la longevidad son dos ancianas que parecen darse la mano y ríen a carcajadas ahora con toda la energía de sus “acabados pulmones” que presagian cierto futuro en deterioro de la humanidad.

Nuestras vidas, y de esto no cabe duda, se reinventan cada día de esperanzas, sueños e ilusiones. La naturaleza y el cosmos desde hace más de mil años han sido siempre los mismos; el Creador nos dejó la tarea de ir poco a poco descubriendo y develando nuestro destino cueste lo que cueste.

Llegará el día en que ante nuestros ojos el desfiguro material del cielo y la Tierra, del padre contra el hijo, del hermano contra hermano será una realidad e iremos a parar más allá en un lugar sin nombre. De nosotros depende, de que éste no sea un nuevo año como el año de hace mil años.