A LA BÁSCULA  

Patito pekinés 

Una modificación de la medida cautelar decretada por el juez al ‘testigo protegido’ Emilio Lozoya, lo llevó a lo que para él parecía poco menos que imposible que sucediera: convertirlo en interno del Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde ahora podrá convivir con algunos amigos, como ‘El Javidu’, Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, y el abogado Juan Collado.

Dicen los que saben, que este hecho habría roto el ‘pacto de impunidad’ con el que se supone que el gobierno de la autoproclamada 4T mantenía con el peñismo al que se supone que no tocaría ni con el pétalo de una rosa. Otros consideran que el hecho es una simple mascarada para dar la impresión de que en México hay una verdadera lucha contra la corrupción e impunidad.

Lozoya Austin había recibido hasta ahora un trato privilegiado luego de su extradición a México, donde jamás había pisado la prisión e incluso la Fiscalía de Alejandro Gertz Manero realizó un espectacular y perfecto ‘dribling’ para burlar a los medios de comunicación el día de su llegada a México, haciéndoles creer en un doble convoy, de que el ex director de Pemex era conducido al Reclusorio, mismo que nunca pisó.

Se dijo en su momento que por sus condiciones de salud, en vez de ingresar al centro penitenciario, lo habían llevado a un hospital para su atención médica, lo que jamás se comprobó; y al poco tiempo se dijo que como ‘testigo colaborador’ se le había otorgado libertad condicional para seguir su proceso en libertad, aunque se le había colocado un brazalete electrónico para estarlo monitoreando todo el tiempo, conocer los movimientos que realizaba, y poder evitar en tiempo una posibilidad de fuga fuera de nuestro país.

Lozoya Austin, delincuente confeso –porque además había pruebas contundentes que lo incriminaban- aceptó haber recibido 10 millones de dólares de la brasileña Odebrecht, aunque dijo que los había repartido entre ex funcionarios y legisladores de su momento, para apoyar supuestamente la Reforma Energética impulsada y promovida por Enrique Peña Nieto, lo que al menos hasta el momento no ha podido probar. Por el contrario, a quienes ha acusado, han mostrado pruebas de que el ex funcionario se había quedado con los 10 millones de dólares del soborno.

También las pruebas contundentes e incriminatorias, lo hundieron en el quebranto provocado a la nación, al haber adquirido a Altos Hornos de Alonso Ancira, la planta Agronitrogenados en condiciones de chatarra, pero pagada como estuviera funcionando en plenitud. Por este hecho también fue apresado, extraditado y luego igualmente liberado Ancira, también beneficiario de los privilegios que concede la FGR de Gertz Manero.

Con todas las pruebas en su contra en la comisión de diversos delitos, a Lozoya Austin le fue concedido el beneficio de la libertad condicional al convertirse en ‘testigo colaborado’, figura en la que se escudó para señalar y acusar a ‘terceros’, entre ellos al ex candidato presidencial panista, Ricardo Anaya. El asunto es que el ex funcionario no ha podido probar ninguno de sus dichos y acusaciones, y a pesar de todo siempre fue tratado como un delincuente VIP, o de ‘cuello blanco’, como tanto los alude el Presidente.

Pero lo que finalmente llevó a la prisión a Emilio Lozoya no fue la comisión de delitos de los que además está confeso, sino su soberbia de darse una vida de lujos cuyo culmen fueron las fotos difundidas en redes sociales por la periodista Lourdes Mendoza cuando departía alegremente en un lujoso restaurante de la capital del país, donde disfrutó de un delicioso pato pekinés.

Las fotos y videos provocaron una gran irritación social, que hasta el Presidente dijo en una de sus mañaneras que salir a cenar a un restaurante de lujo ‘no era ilegal, pero sí inmoral’. Y provocó que el inquilino principal de Palacio Nacional levantara la ceja, y le recetara una soberana regañiza al fiscal Alejandro Gertz, y que culminó con el citatorio de un juez para que Emilio Lozoya acudiera presencialmente a una audiencia en el Reclusorio Norte, por primera vez desde que se le inició el proceso y se había acogido a la figura de ‘testigo colaborador’.

Apenas, el juez se dio cuenta de que las condiciones económicas del acusado y su familia, y las redes de amistades y contactos, eran argumentos para pensar en que existía un grave riesgo de fuga. Lo cierto es que al ir a la audiencia al Reclusorio, ni Lozoya ni sus abogados, vieron venir que la FGR pediría el cambio de status de la medida cautelar, y ya no saldría de prisión, al menos no por el momento.

Con el paso de los días veremos si este hecho es en realidad la ruptura del ‘pacto de impunidad’ que existe -al menos en el imaginario colectivo- entre la autoproclamada 4T y el peñismo, o sólo es una ‘bola de humo’ de las muchas que salen de Palacio Nacional, y este es sólo un berrinche presidencial por la exhibida que el propio Lozoya le dio al Gobierno Mexicano con esas fotos en el Hunan cenando patito pekinés. Al tiempo.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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