DUNE

 

Una advertencia inicial y necesaria: tras el visionado de “Dune”, de Denis Villeneuve, se hace más que necesario revisar con objetividad el filme más discutido del maestro David Lynch que, con este mismo material, hizo una adaptación personal, extraña y oscura -en el mejor de los sentidos- de este clásico literario de la ciencia ficción. Porque si bien, con errores y aciertos, aquella película mantiene un aliento poderoso y subyugante que, en el caso de la actual,  se echa de menos, sin que esto desmerezca para nada el potente trabajo de Villeneuve quien, otra vez, demuestra su valía y su riesgo como director. Lo que sucede es que esta nueva versión es una adaptación fría, distanciada y provocadora que, curiosamente, se convierte en un desafío para los espectadores. Una ópera espacial llena de brillo, calidad y momentos notables que no siempre son de fácil comprensión para los espectadores habituados al cine de emociones fuertes antes que a la reflexión y la contemplación atenta.

Partamos por el director de esta versión de “Dune” (2021): Denis Villeneuve. Se ata de uno de los realizadores más interesantes y poco convencionales de los últimos tiempos, cuyo currículum cinematográfico ostenta películas del calibre de “Incendios” (2010), “Prisioneros” (2013), la muy interesante “Sicario” (2015) y las notables piezas “La llegada” (Arrival, 2016) y “Blade Runner 2049” (2017).

Hay que recalcar entonces que Villeneuve es un artista, un creador que -al igual que sucedió en su época con David Lynch y su oscura “Duna”- es de gusto de pocos espectadores, no transa con lo comercial y se empeña por hacer de sus películas obras más bien frías, desangeladas, distanciadas de los gustos de moda. Y como es un artista, sus piezas no gustan a todos.

Esto queda en evidencia en las reacciones que viene suscitando “Dune” desde su estreno mundial. Elevada por la crítica a nivel de obra maestra y película indispensable en el género, los espectadores se han dividido entre quienes la aceptan y aplauden con fervor y entre quienes la detestaron por traicionar el espíritu de la saga literaria y entregar una visión de exquisita frialdad en la pantalla.

Esta nueva versión de “Dune” resulta, entonces, demasiado personal y lógicamente no del gusto de la mayoría lo cual no resultan deficiencias, para nada. Pero el tema es que muchos de los espectadores que asistan a este espectáculo visual no entenderán el juego propuesto por Villeneuve.

En concreto, “Dune” es la adaptación de la novela del mismo título de Frank Herbert. Ambientada miles de años en el futuro, “Dune” cuenta la historia de Paul Atreides, un joven al que el destino empuja a una lucha de poder intergaláctica. Paul, hijo del querido y asediado gobernante Duke Leto, y de la poderosa sacerdotisa guerrera Lady Jessica, se enfrentará a la prueba definitiva: liberarse de sus temores cuando, de manera inevitable, el destino y unas fuerzas invisibles, lo empujen a las arenas del remoto planeta Arrakis, más conocido como Duna.

La pieza literaria obtuvo el Premio Nébula como la mejor novela de ciencia ficción de 1965 y el Premio Hugo en 1966, dando comienzo a una de las sagas más importantes de la literatura de este género. El porqué de su éxito puede deberse e que causó un fuerte impacto cuando en 1965 se convirtió en una gran influencia en obras de muchas décadas después, incluyendo a “La Guerra de las Galaxias” de George Lucas.

El material literario es difícil de adaptar, sobre todo porque la novela encierra reflexiones acerca de muchos temas que se van desarrollando lentamente en cada uno de los libros que componen la saga. Y esto hace particularmente complejo llevar a las imágenes y ello lo sabía a la perfección Villeneuve quien optó por trabajar ese material a partir de sus propias necesidades estéticas, siendo fiel a la estructura, pero introduciendo su estilo, su ritmo y su manera particular de enfrentar esta obra.

El guion de “Dune” está escrito por el propio Villeneuve junto con Jon Spaihts y Eric Roth (ganador del Oscar por el guión de “Forrest Gump”), buscando alcanzar la manera más efectiva de reflejar el complejo universo literario, apoyado con elementos clave para este tipo de obra: diseño de producción y la música.

En todos los aspectos del diseño de la producción hay aplausos generalizados. Nadie puede objetar la espectacularidad de sus planos, la belleza de sus vestuarios, la calidez de la fotografía y la precisión de la luz en ciertos instantes. Las pifias o reclamos aparecen cuando se analiza el guion y el desarrollo dramático del filme: obviamente que se ha tomado una parte del inmenso libro, lo cual indica a todas luces que esta película tendrá secuela (doble riesgo para un filme que ya es complejo y poco comprendido).

El director Villeneuve y sus guionistas concentraron el drama emocional de un hijo enfrentado a su padre y a su madre, por lo cual el tema central es la familia Atreides y a la forma en que cada uno de ellos reacciona cuando surgen conflictos, sean estos emocionales o políticos.

Por cierto, un mérito es el ritmo. “Dune” no es una película lenta, aunque se toma su tiempo para introducirnos y presentarnos a los personajes clave de esta ópera espacial, para descubrirnos el mundo de Arrakis, algo más que necesario a la hora de poder asimilar mucha información respecto de un mundo complejo, lleno de enigmas, tan fascinante como peligroso.

Es evidente que el director Villeneuve busca conducir a los espectadores por un espectáculo grandioso, operático, donde existen poderosas mujeres sacerdotisas de gran ferocidad, las Bene Gesserit, y en el cual hay que estar atentos al desarrollo de conflictos en las Grandes Casas de Atreides y Harkonnen o los Fremen, los habitantes nativos de Arrakis. Este espectáculo, lógicamente, debe ser visionado en la gran pantalla porque está lleno de sutilezas y grandiosidades, a un paso de caer en la exageración y en el espectáculo pomposo.

Desde luego que si alguien no ha leído el texto no es un problema, porque el guion aglutina de manera notable lo esencial de la saga y los diálogos refuerzan lo que se necesita saber, aunque es inevitable que un neófito no alcanza a disfrutar de aquellos guiños y sutilezas que el relato original entrega.

En el plano actoral, nada que reprochar. Encabezado por Timothée Chalamet (otrora, el sensible joven gay de “Llámame por tu nombre”) encarna a un magnífico Paul Atreides, estoico, adolescente e insensible hasta cuando descubre su poder y entiende de qué se trata su destino. Le acompaña una galería extensa de actores y actrices de gran calidad y que se apropian de sus roles de manera evidente.

Si hay un elemento clave en “Dune” es la música compuesta por ese notable músico que es Hans Zimmer. Lo que incluye el sonido y el silencio. Como corresponde a toda obra que aspira a la grandiosidad en cada plano, la música y los silencios son esenciales en este filme. El silencio llega a ser enervante en algunas escenas y ha sido especialmente diseñado para que todos los espectadores logren inmediato (y fascinante) conexión con las sensaciones que entrega el relato, a ratos luminoso, casi siempre sombrío y tenebroso.

Este filme es, en síntesis, un trabajo personalísimo de un director indispensable, que acaso no sea la obra maestra del creador pero sí es, por lejos, una de las películas fundamentales de los últimos tiempos y que eleva el género de la ciencia ficción al nivel que se merece, el de una potente reflexión acerca del mundo y los seres humanos que lo habitan. Es, por sobre todo, un espectáculo en todo el sentido de la palabra, apabullante en lo visual, a ratos deslumbrante y siempre solemne.

Así las cosas, comparar este filme con el de Lynch, es tarea inútil. Ambos son creadores tan personales como diferentes en sus concepciones, hermanados en su intransigente apego a sus mundos personales, inclaudicables defensores de un estilo a contrapelo de lo habitual y masificado que, por suerte, supieron respetar una estructura base para abrir sus adaptaciones a sus propias necesidades como creadores (geniales) que son.

Es probable que este “Dune” no sea una obra perfecta pero sí es un brillante espectáculo visual que, como en el caso de la anterior adaptación, posee una pátina de magnificencia y se convierte en una película inevitable que, de seguro, alcanzará a estar en el reparto de los premios de la Academia 2022. Aunque eso es un tema que nada tiene que ver con esta muy original demostración del talento indiscutible de Villeneuve.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación