Violencias contra millones de niñas y adolescentes en el mundo les impiden gozar de sus derechos

El embarazo precoz es alto en el país: en promedio, uno de cada 12 nacimientos ocurre en madres menores de 18 años, refiere la ONU

Millones de niñas en el mundo ven limitadas sus posibilidades por las diversas violencias que experimentan, actos y situaciones ocasionadas por sus condiciones de género, biológicas y por las construcciones sociales y culturales, señala la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), Daniela Villegas Mercado.

La mitad de ellas, de 10 a 14 años de edad, dedican el doble de tiempo a tareas domésticas, que los niños de su misma edad; en tanto que 200 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital y más de cuatro millones están en riesgo de padecerla cada año, de acuerdo con cifras de la UNICEF.

A lo anterior se suma la violencia sexual: 13 millones en el mundo, de 15 a 19 años, han sufrido relaciones forzadas que en numerosas ocasiones terminan en embarazo sin que puedan acceder a un aborto, situación que ha aumentado durante la pandemia; y el matrimonio infantil forzado, toda vez que aproximadamente 650 millones de mujeres se casaron antes de cumplir 18 años.

Este último fenómeno todavía se registra en diversas comunidades de nuestro país, por cuestiones culturales y económicas. “Los adultos hacen arreglos entre ellos y toman a la menor como moneda de cambio. Esa situación genera que se objetivicen sus cuerpos y no sólo de forma sexualizada, sino como una mercancía”, explica la especialista.

En ocasión del Día Internacional de la Niña, que este año lleva por lema “Generación digital, nuestra generación”, Villegas Mercado menciona que a partir de la pandemia las de menos recursos económicos también sufren violencia digital, porque no pueden tener acceso a la educación que, en su mayoría, se ha impartido a través de medios electrónicos durante los meses de emergencia sanitaria.

“Al no contar con un teléfono celular o internet, no pudieron tomar clases en las aulas virtuales”; de ese modo se ha incrementado la deserción escolar. Según la UNICEF, ya antes de la situación actual, tan sólo dos de cada cinco niñas completaban la educación secundaria.

El tema de esta conmemoración invita a cuestionarnos cómo es que una cantidad importante no tiene acceso a las tecnologías: no es sólo que carecen de internet porque sus familias viven en situaciones precarias, sino que en ocasiones se les proporciona preferentemente a los varones porque existe el estereotipo de que “ellos son los que entienden de computadoras y otros dispositivos, cuando no es necesariamente el caso”, destaca la académica. 

Situación desfavorable

La universitaria comenta que en nuestro país se presenta una condición particular: “lamentablemente tenemos feminicidios, desaparición forzada y trata de personas”. Ese es un tema fuerte e importante, porque en los últimos años se registran asesinatos de pequeñas, incluso de bebés.

Según el documento “Violencia y feminicidio de niñas y adolescentes en México”, de ONU Mujeres (diciembre de 2018), el matrimonio infantil se redujo de manera importante: por cada 100 matrimonios de niñas y adolescentes registrados en 1993, en 2016 se llevaron a cabo dos casamientos. En contraparte, el embarazo precoz es todavía alto en el país: en promedio, uno de cada 12 nacimientos ocurre en madres menores de 18 años.

Las cifras de pobreza y carencias sociales son altas y preocupantes: una de cada dos niñas y adolescentes vive en situación de pobreza. “Reducir las desigualdades, garantizar una alimentación adecuada y ampliar y mejorar los servicios públicos, son condiciones necesarias para que millones de niñas y adolescentes salgan de la pobreza y puedan gozar, en condiciones de igualdad, la totalidad de sus derechos”, establece el estudio.

En las defunciones femeninas con presunción de homicidio de niñas y adolescentes, el medio más utilizado es el arma de fuego: una de cada dos de esas muertes ocurre en la vía pública y una de cada cuatro en el hogar. Asimismo, en la casa el segundo medio más recurrido fue el ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e inmersión, utilizados en una de cada cuatro defunciones. “Estas cifras son alarmantes por la brutalidad con la que niñas y adolescentes son asesinadas”, determina el documento.

En el periodo de 2015 a 2018 hubo 194 feminicidios de niñas y adolescentes, tres mil 44 casos de corrupción de menores, 671 homicidios dolosos, 12 mil 545 lesiones dolosas; 201 casos de tráfico de menores y 427 de trata de personas. En el país falta mucho por hacer para garantizar su vida y su seguridad, sentencia ONU Mujeres.

La violencia sexual, menciona Villegas Mercado, causa daño físico y también mental; un número importante terminan embarazadas después de la agresión, y de ser niñas pasan a responsabilizarse del crimen que se cometió contra ellas. Por supuesto se ve afectado su desarrollo, y en el peor de los casos se corta su vida.

A partir de 2012, el 11 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Niña, para crear conciencia sobre su situación en el mundo, reconocer sus derechos y los desafíos únicos a los que se enfrentan, especialmente en los países en desarrollo, así como para promover su empoderamiento y el cumplimiento de sus derechos humanos, señala la UNICEF.

“Y es que las mujeres y las niñas siguen sufriendo en todo el mundo desventajas en muchas esferas, como la salud, la educación, la participación política y las oportunidades económicas, enfrentándose día a día a graves amenazas para su bienestar y sus derechos”, establece el organismo.

Grandes luchas

En contraste, también hay niñas y adolescentes emprendedoras, innovadoras, incluso iniciadoras de movimientos globales. Dos ejemplos son Malala Yousafzai, activista pakistaní y la persona más joven (17 años) en ganar el Premio Nobel de la Paz en 2014; así como Greta Thunberg, activista medioambiental sueca, refiere la especialista.

Ambas han estado en los medios internacionales, pero existen otras menos conocidas que también juegan un papel relevante en sus comunidades, como Berta Zúñiga Cáceres, hija de la activista Berta Cáceres, líder indígena hondureña, defensora del medio ambiente y de los derechos humanos, asesinada en 2016, recuerda Daniela Villegas.

A la muerte de su madre, la joven asumió el liderazgo del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. Ha buscado que se haga justicia por ese feminicidio y sigue luchando en contra de la privatización de los ríos, al igual que de proyectos mineros y madereros, a para proteger al medio ambiente.

“A ellas se les conoce, en parte, por las coyunturas. Malala ha luchado desde que era una adolescente en contra de la violencia hacia las niñas que quieren acceder a la educación, pero casos como estos deben existir en todos lados, pero no se les visibiliza y no los conocemos”, afirma la universitaria.

Al concluir, Daniela Villegas reflexiona: “Todas fuimos niñas; hay que recordarnos como tales y si acaso pudimos lograr nuestros sueños, con base en las posibilidades que nos dio la sociedad, veamos de qué manera podemos apoyar a las pequeñas de hoy y del futuro”.

Ser mejor

Lucía Álvarez Vázquez es la primera universitaria en recibir el Ariel de Oro por parte de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, de la cual es integrante emérita a partir de 2016.

Universitaria “con número de cuenta” desde los 13 años de edad, relata que tuvo una infancia sin sobresaltos y amena que vivió con sus padres, personas muy creativas: ella, ama de casa y su papá ingeniero civil quien tocaba cinco instrumentos y formó una estudiantina con sus compañeros de trabajo. A los seis años supo que su vocación era la música y que le dedicaría su vida.

Además de los ensayos en casa de la agrupación musical de su padre, siempre llamó su atención el piano de su tía; al casarse ésta, le regaló el instrumento “que todavía conservo y quiero”. Lo siguiente fue tomar clases con un maestro particular; “me comenzó a gustar mucho, y cada vez quería más música”. Para aquella pequeña solitaria el piano se convirtió en un refugio.

Lucía Álvarez reconoce que su madre quería que tocara el piano como un “adorno” de carácter social. “Nunca imaginó que me iba a adentrar tanto, no quería que entrara a la actual Facultad de Música de la UNAM, pero me puse necia y lo logré cuando estaba en primero de secundaria, para comenzar a estudiar formalmente”.

A partir de los 14 años comenzó a impartir sus conocimientos musicales, porque la situación económica en su casa se complicó. Su profesora de Literatura de la secundaria le pidió darle clases de piano a su hija de cinco años; luego la recomendó con otras personas y así logró tener cinco alumnos a la semana. “Me pagaban 30 pesos por clase en un tiempo en que podías comprar una torta de queso y frijoles a un peso, en la Prepa 4, de donde soy exalumna”, rememora.

Con lo que ganaba podía pagar la escuela, el transporte, además de comprar zapatos y libros. “Gracias a la música, me podía mantener. Desde ese día y hasta hoy no he dejado de trabajar”.

La compositora y pianista -considerada una de las mejores creadoras en la historia del cine mexicano- no soñó entonces tener la trayectoria que ha construido; siempre ambicionó ser mejor y hasta hoy “sigo aprendiendo”, finaliza. (UNAM)