EL CULPABLE

Si el espectador no conoce el original danés “El culpable”, la que postuló en su oportunidad al Óscar de la Academia como mejor película extranjera, este innecesario remake de Antoine Fuqua funciona bien, entretiene y mantiene la tensión hasta el final, aunque cuando se comparan ambos filmes se evidencia que allí donde el original se la jugaba hasta las últimas consecuencias sin dar tregua, en esta nueva versión se respeta el esquema general pero en el tramo final se cae en una grosera concesión para que la obra fílmica gane adeptos, no moleste a nadie y termine siendo ese típico producto que, vaya uno a saber por qué, los productores se anticipan a rehacer de cara a la audiencia estadounidense.

EL MAGNÍFICO ORIGINAL DANÉS

“El culpable” (The guilty) resulta un fascinante filme que transcurre en casi su totalidad en una sala de policías que están a cargo de la central de llamadas de emergencia y en donde se privilegian los primeros planos del personaje principal, a través del cual el protagónico interactúa con una supuesta víctima de violencia familiar, secuestrada por su ex marido y que logra establecer contacto con el policía a través de un teléfono celular.

En 83 minutos exasperantes de tensión, los espectadores solo vemos la cara, las reacciones, la desesperación y el cansancio del policía que recibe fragmentos de conversaciones con la víctima y el victimario, a través de los cuales va armando el drama que logramos imaginarnos, precisamente a través de esas pistas, los ruidos, los datos que se van acumulando a medida que avanza el reloj. Solamente se ve al personaje recibiendo información, entregando instrucciones y tratando de solucionar todo tipo de problemas hasta que recibe la llamada de una mujer que dice haber sido secuestrada por su ex pareja, dejando solos e indefensos a sus dos hijos en la casa. A diferencia de los demás filmes de este estilo, acá no vemos persecuciones ni capturas, tampoco visionamos autos corriendo a toda velocidad o volando por los aires. Lo único que vemos es el primer plano del policía que sigue, paso a paso, una situación que trata de resolver por teléfono, lo cual genera una enervante sensación de inseguridad y tensión, sobre todo considerando que más del 90 por ciento lo imaginamos, lo suponemos, pero no lo vemos jamás.

Esta película danesa, dirigida por Gustav Moller y protagonizada de manera notable por Jakob Cedergren, fue estrenada en 2018, causando un profundo impacto entre los espectadores y críticos, lo que la elevó a llegar a ser nominada como mejor película extranjera en los premios Óscar, centrando todo su relato en Asger, un policía que cumple un período en la central de emergencia, mientras espera el juicio por asesinato de un adolescente en una situación confusa.

Y justamente en la última noche de su turno en la central, recibe una llamada que le cambia la perspectiva de su vida hasta ese instante: una mujer secuestrada por su esposo lo llama, le pide ayuda, está desesperada y decide involucrarse para salvarle la vida. Su primera reacción es ayudar a la mujer, tratar de saber dónde se encuentra y enviarle ayuda, tal vez porque él está viviendo un drama de ribetes similares, pues se ha separado de su mujer y no puede ver a su hija. En ese contexto no piensa en los hechos que se despliegan delante suyo, no ata cabos ni cuestiona los sucesos, solo actúa siguiendo sus impulsos sin saber que todos sus actos van a ayudar al verdadero culpable porque sus reacciones y su comportamiento está dictado por la identificación emocional y no por la lógica policial.

Es precisamente ese rasgo de su personalidad el que antes le jugó en contra, razón por la cual de alguna manera esta llamada en medio de la noche podría ser la oportunidad de reivindicarse, asumiendo el caso como su oportunidad de redimirse de la culpa que arrastra. Así, este personaje impulsivo, retraído y violento, se verá enfrentado a sus propios demonios, mientras intenta salvar a una posible víctima de feminicidio.

Lo cautivante del filme danés es que cuenta esta historia con tan pocos recursos, manteniendo la cámara casi pegada al rostro del protagonista y sin necesitar para nada ni un solo efectismo ni otros personajes secundarios. Es solo un personaje que arrastra culpas que, de pronto, se ve enfrentado a su propia soledad y a la violencia tan frecuente, por desgracia, en todas las sociedades del mundo.

El filme adquiere fuerza, emoción y tensión gracias a las llamadas, a lo que alcanzamos a escuchar de ellas, los sonidos que se cuelan por el teléfono, el tono de quienes llaman, la desesperación que evidencia el policía cuando trata, sin lograrlo, de comunicarse para llegar con su voz a la posible víctima.

LA INNECESARIA NUEVA VERSIÓN ESTADOUNIDENSE

Preestrenada por Netflix en el Festival de Toronto, esta nueva versión que dirige Antoine Fuqua, es un thriller que mantiene casi intacto el modelo original, aunque hacia el final cambia un dato esencial que desmorona el relato y cae en el típico guiño dirigido a una audiencia -la estadounidense- que siempre prefiere lo mismo antes que los grandes desafíos temáticos, como sí lo era el filme danés de 2018.

No es malo realizar nuevas versiones de películas rodadas, lo extraño es que el original danés en este caso solo se estrenó hace apenas tres años, no existiendo el tiempo suficiente como para los espectadores atentos hagan las diferencias entre uno y otro. Y la pregunta más obvia: ¿valía la pena?

En el caso del filme de Fuqua, se trata de un vehículo para el lucimiento de su protagonista, el siempre correcto Jake Gyllenhaal (‘Secreto en la Montaña’) que sostiene, al igual que en el otro filme, todo el peso de una historia que es pura tensión.

El problema es que esta nueva versión es, en verdad, innecesaria y peor aún ni siquiera es capaz de crear un giro diferente que la eleve de la mera condición de remake de un filme que en 2018 causó profundo impacto al contar un thriller rotundo sin que jamás el protagonista saliera de la habitación y donde todo se construye a partir de lo que él habla por teléfono y construye con lo que escucha como respuesta.

La película danesa es, por lejos, una apuesta segura a la tensión, al nerviosismo y un excelente vehículo de lucimiento para su protagonista, razón por la que actor Jake Gyllenhaal, tras visionarla en el Festival de Sundance (donde se hizo con el premio del público de la sección especializada en el cine internacional), adquirió los derechos de inmediato para producir una nueva versión con él, obvio, de protagónico absoluto.

Para muchos críticos, esta versión de Fuqua es solamente un ejercicio de vanidad que se ha pagado el actor quien, a pesar de su probada calidad como intérprete, sigue sorprendiendo con esta actuación que domina todo el metraje. Lo interesante es que, en la poco destacada filmografía del director Antoine Fuqua, pareciera que este ejercicio de copiado del original es uno de los puntos altos de su carrera, considerando que antes ha tenido filmes como “Día de entrenamiento”, “El protector” o “Redención”, títulos que no destacan en ninguna parte más allá de ser vehículos para la entretención y punto.

Hay sí grandes diferencias en las actuaciones. El notable actor danés que protagoniza el filme original es un tipo contenido, no demuestra sus dolores, se presenta como herido y tiene una transformación impresionante a medida que avanza el metraje. En el caso de Gyllenhaal optó por mostrar toda su violencia, sus depresiones y su comportamiento agresivo, haciendo que su rostro se vaya transfigurando a medida que descubre la verdad.

Quizás el detalle que sí es diferente y se agradece en el remake sea que el filme se inicia con una impresionante toma de los grandes incendios que arrasan Los Ángeles, siendo ese escenario dantesco el excelente telón de fondo -que se reproduce en diferentes televisores ubicados estratégicamente en el lugar donde trabaja este agente policial- en donde se desarrolla el descenso a los infiernos de este policía que guarda un secreto, está a punto de ser condenado por un crimen, ha perdido a su esposa e hija y trata, por todos los medios, de no atender a una periodista que investiga su caso.

Por suerte, este remake no corre la misma suerte nefasta que vivieron las versiones de películas notables – “Psicosis”, en versión de Gus van Sant o “Funny Games”, del propio Michael Haneke- que al ser rehechas sufrieron bochornosos recibimientos por parte de los espectadores y de los críticos. Lo lamentable es que el director Fuqua haya introducido dos cambios esenciales en el guion, haciendo que todo el peso dramático y nihilismo alcanzado por la película de Moller se diluya en un final complaciente y apegado a las normas de Hollywood.

Para quienes hayan visto la estupenda cinta danesa, este remake que se encuentra en Netflix solo es un pálido reflejo de la potencia de la original, en especial porque con los dos cambios realizados en el final se ha disipado justamente lo que era su esencia: la dramática caída de un hombre enfrentado a la maldad. Si por el contrario se desconoce la cinta danesa, el espectador puede disfrutar de un filme entretenido, con giros inesperados, una estupenda demostración del talento de Gyllenhaal y, tal como lo hizo la española “Enterrado” en su momento, demostrar que se puede hacer un filme teniendo solo un personaje filmado en casi puros primeros planos y donde lo esencial se debe completar a través de la imaginación.

 

La nueva versión de “Culpable” se encuentra disponible en Netflix.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación