COMO DECÍA MI ABUELA

“La gallina que se sale del corral” 

Mi abuelo tenía gallos de pelea, gallinas y muchos pollitos. Huevos y pollitos iban a parar a menudo a la cocina y de esa manera mi abuela mantenía a raya la sobrepoblación en el corral. A veces, a manera de broma, mi abuela exclamaba -¡Se me antoja un caldo de gallina gorda!- y mi abuelo le pedía que no lo hiciera. Otras tantas, mi abuelo era sorprendido con el dichoso caldo y un plato de mole en la comida. Entonces mi abuelo le decía -Carmen, ¿Qué hiciste? – a lo que ella respondía –“La gallina que se sale del corral, acaba en la olla del mole”

Claro está que las metáforas pueden verse y entenderse desde muchas aristas, pero creo que, en este refrán es evidente que la lección es para las mujeres (gallinas) y que el llamado corral, es el mandato social, la imposición de los roles de género, la burbuja del espacio privado al que por mucho tiempo se ha circunscrito la actividad de las mujeres.

¿Quién decide los límites del corral? El captor, en este caso el hombre y la sociedad que lo respalda y encubre. Esa sociedad doble moral que por un lado, se escandaliza y condena que en Piedras Negras una menor de 12 años (quien casi pierde la vida durante el parto) y un menor de 13 sean padres ahora, y para colmo promueven posturas en contra de la educación sexual abierta para los niños y jóvenes, y el libre acceso a métodos de anticoncepción para los adolescentes, lo que realmente ayudaría a prevenir embarazos no deseados, y por otro lado, con la única intención de autoproclamarse provida, se muestra “conmovida” por la ecografía realizada ante miles de personas a otra menor de 15 años embarazada.

Al respecto yo pregunto, ¿Qué es lo conmovedor de que una adolescente esté embarazada en un país donde, además de tener las tasas más altas de este tipo de embarazo, se calcula que debido a la pandemia aumentan los casos de abuso sexual y por ende los embarazos no deseados? ¿Acaso no sería este un hecho que les cause repudio, molestia, incomodidad? Un hecho que al menos los invite a cuestionarse el por qué esa mujer tan joven tiene ahora a su cargo una gran responsabilidad. Conmovedor, es lo último que habría pensado ante tal acto.

Esa sociedad doble moral que se escandaliza por los abusos sexuales cometidos contra menores de edad, pero que estuvo ahí, que en muchas ocasiones presenció los actos y simplemente giró la cabeza en otra dirección para no mirar, sabiendo que es cómplice del acto que luego señala en las calles en presencia de un vientre prominente, pero que oculta muy bien detrás de las puertas de su casa.

Las noticias sobre estos temas son cotidianas, y ocurren en lugares de todo el mundo. Y a pesar de que causa tristeza e impotencia saber que estos casos, al ocurrir en la clandestinidad, difícilmente llegan a ser denunciados, de vez en cuando se ve una luz al final del túnel. Casos como el de R. Kelly a quien, gracias a la participación constante de activistas de la comunidad negra en Estados Unidos con el movimiento #MuteRKelly, se ha logrado la cancelación de dos de sus canales de videos por la plataforma YouTube. Este pequeño avance potencialmente siembra un precedente para que la industria de la música deje de solapar a depredadores sexuales mientras les sigan generando ganancias.

Queda mucho trabajo por hacer, tanto que es abrumador. El cuerpo de las niñas y mujeres sigue siendo explotado descaradamente tanto en las industrias como en sus propios hogares. Pero resulta esperanzador encontrar destellos de que de vez en cuando, quienes van a parar a la olla del mole, no somos las mujeres, sino aquéllos que pusieron los corrales.