RUSH: PASIÓN Y GLORIA

Reivindicando el nombre del director Ron Howard, este filme es una de las mejores cartas para octubre en la plataforma de Netflix que, con potencia visual y buen guion, da cuenta de la eterna rivalidad entre dos de los más famosos pilotos de los años 70: Niki Lauda y James Hunt, demostrando que el creador de “El Periódico” ha logrado madurez y alcanza con “Rush” una cima. Aparte de estas consideraciones, un ejercicio de entretenida factura que viene a ofrecer una oportunidad de excepción para quienes buscan películas basadas en hechos reales.

Ron Howard tiene una trayectoria extensa en el mundo del cine, aunque por lo general su obra -salvo muy honrosas excepciones- ha sido siempre considerada como parte del quehacer de un artesano antes que un autor, es decir, de un tipo que puede abordar cualquier estilo, aunque no brille demasiado en ninguno y los espectadores no logran recordar bien qué títulos le pertenecen a él.

De su extensa filmografía, donde abarca películas como “Apolo 13”, “Splash”, “El código Da Vinci” y “Una mente brillante”, quizás, hasta ahora, su mejor pieza pueda ser “El desafío: Frost contra Nixon” (‘Frost/Nixon), una muy buena aproximación a la clásica entrevista que hiciera el periodista David Frost a Richard Nixon, donde se recogían las declaraciones del polémico ex presidente de Estados Unidos tras su dimisión a ese cargo. Aunque la película no es una pieza maestra, contiene actuaciones notables de sus dos protagonistas y una tensión envidiable.

Pero ahora que regresa “Rush” a través de la plataforma de Netflix, es la hora de reconocer que este filme de 2013, también basada en hechos reales y con el mismo equipo técnico detrás de su concepción, la supera con creces y se instala en su extensa obra como una película destacada, grande, necesaria de ver con calma, para así aquilatar sus muchos valores.

Como suele suceder en muchas piezas, tanto fílmicas como literarias, se parte del antagonismo entre héroe y villano, donde el segundo tiene características muy particulares e incluso con aspectos similares a los del propio héroe. Dicho de otro modo, el antagonista fue también un héroe que, en algún momento se desvío del camino y cayó en la desgracia. En este filme, el director estira esta cuerda y nos presenta a dos hombres que desean lo mismo, aunque sus métodos para conseguirlos disten de ser similares, donde uno de ellos es el bien y el otro el mal, generándose un relato que tiene las características de fábula, con moraleja incluida.

De esta manera, el guión de Peter Morgan (autor también de ‘El desafío: Frost contra Nixon’ y que tiene a su haber una muy extraña trilogía centrada en la figura de Tony Blair), entrega un relato limpio, certero y a ratos muy emocionante, de la relación real que mantuvieron estos pilotos de Fórmula 1 en la década de los 70, nos habla de su vinculación y celos, dejando claro que todos los personajes secundarios solo están allí para resaltar las características de los personajes principales. Y de hecho si existe una queja o un reclamo que hacer es precisamente esto: cuando el relato deja de lado a los principales -Chris Hemsworth y Daniel Brühl- pierde peso y se vuelve algo errática.

Pero son ellos justamente los que elevan el nivel de esta cinta, al punto de situarla entre lo mejor que ha hecho Ron Howard a la fecha, mucho más potente incluso que su celebrada “Una mente brillante”, ya que acá se nos entrega el punto de vista de los dos personajes principales, haciendo que los espectadores conozcan los motivos y los deseos de cada uno de ellos, humanizándolos, pero también criticando sus comportamientos, es decir, huyendo de los estereotipos habituales de las películas “basada en hechos reales”.

Acá el héroe no resulta blanco e impoluto y su contrincante no es un villano sin matices. Son seres humanos, en un contexto específico, que deben responder a la fuerte presión que sobre ellos se ejerce y donde cada uno trata de alcanzar sus quince minutos de gloria para dejar su nombre en la historia. Y es que Peter James Hunt, un tipo simpático y extravertido choca con el carácter muy reservado de Niki Lauda, aunque el ego de ambos es similar y los momentos más brillantes de esta confrontación radica, justamente, cuando ambos se enfrentan en la pantalla.

¿Conviene saber de antemano lo realmente ocurrido entre Lauda y Hunt? Dado el resultado de la película, su factura técnica notable -sobre todo en el montaje de las carreras de la Fórmula 1 y sus actuaciones virtuosas, da lo mismo porque el relato fílmico contribuye a entusiasmar a los espectadores para que después se documenten de los sucesos que muestra, con generosa calidad.

En este punto del análisis, conviene detenerse en lo que siempre se critica de su estilo: que no lo tiene, es decir, que su puesta en escena es impersonal, rutinaria y sus filmes pueden ser confundidos unos con otro, sin que exista ese algo personal, ese detalle único que, por ejemplo, se reconoce en autores como Scorsese, Lynch o llevando a un límite superior, en creadores inimitables como Fellini, Bergman o Polanski.

Eso es su mayor limitación, es cierto, e incluso acá se evidencia a ratos, aunque por suerte sus protagonistas nos hacen olvidar dichas limitaciones y por otro lado, usa ciertos efectismos para generar un cambio en su estilo impersonal: recurre a escenas de fuerte violencia e incluso desnudos, aunque se redime por completo con su secuencia final donde predomina un montaje impresionante, vértigo en estado puro, emoción desbordante y una apología del esfuerzo y la concentración en los objetivos del deporte.

Recalcar en el duelo interpretativo feroz de los actores protagónicos, donde hasta existe un esfuerzo de cambiar el tono de voz para parecerse a Niki Lauda.

Con todo lo expresado, “Rush” puede ser considerada como la mejor película de Ron Howard a la fecha, porque concentra como pocas lo mejor que tiene el realizador, saca lustre a dos talentosos actores, juega con un montaje vibrante y usa elementos diferentes dentro de sus habituales métodos de trabajo, haciendo que el conjunto alcance coherencia y emoción, mérito no menor si se considera que el mundo de los pilotos de carrera de la Fórmula 1 pocas veces resultan tan novedosos en su tratamiento y en su visualización.

Es acaso la película que, llegado el momento de los balances, reivindique por completo la filmografía de Ron Howard y lo sitúe en un punto preciso entre la obviedad y la maestría.

Disponible en Netflix desde el martes 05 de octubre.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación