HUELE A GAS, ¿O NO?

En el proyecto de presupuesto de egresos para 2022, Pemex está planteando un crecimiento cercano al 400% en la inversión para proyectos de explotación que implican utilizar el fracking, una técnica que el presidente de México asegura ya está eliminada en el país.

La evidente contradicción entre lo que Pemex proyecta y lo que el presidente afirma impide echar las campanas al vuelo ante la posibilidad de que se retome la explotación de los yacimientos de gas shale o gas de lutitas en Coahuila y otras entidades cercanas.

En el Proyecto de Presupuesto 2022 Pemex solicitó más de 11 mil 600 millones de pesos para trabajos en diferentes cuencas entre las que se encuentran la Sabinas, Burro-Picachos y Burgos, que comprenden algunos municipios de Coahuila.

De hecho, la cuenca Eagle Ford, que Estados Unidos ha explotado desde 2008, se extiende hasta nuestra entidad, con la ventaja que en Coahuila el gas se encuentra aún más superficial que en Texas, lo que incrementa la factibilidad de producción comercial.

En 2010, que se dieron los primeros trabajos de exploración para buscar gas en lutitas, se encontraron yacimientos en el caso de Coahuila en Hidalgo, Juárez, Guerrero, Piedras Negras y Sabinas.

La confirmación de esos yacimientos y su potencial productivo, y la importancia económica del gas natural para el país, detonaron inversiones públicas y privadas en exploración y se definieron incluso los primeros campos de explotación, toda esta actividad generó una dinámica en municipios del norte de la entidad que no contaban con infraestructura de servicios, ni la capacidad en alojamiento y alimentación para los cientos de trabajadores que llegaron a la exploración y los miles que se suponía llegarían después.

Por ejemplo, en Guerrero no había ni siquiera una tortillería. El municipio tenía 2 mil habitantes, y de pronto tenían a 800 trabajadores temporales viviendo en los campamentos de las empresas, requiriendo de todo lo elemental.

El despegue de Guerrero impactó desde luego también en Piedras Negras, donde el comercio tuvo un buen momento y se comenzó a preparar para la proveeduría.

El gobierno estatal creó incluso una Subsecretaría de Minería, y los gobiernos municipales empezaron a proyectar la infraestructura de servicios. Se inició también con la formación de profesionistas, técnicos e ingenieros, para aportar el capital humano que requeriría esta industria.

Pero no se dio el siguiente paso, la explotación de los yacimientos se postergó, y luego llegó la cuarta transformación, que no únicamente prohibió el fracking, sino que además desmanteló los proyectos de coinversión, incumplió con las concesiones y generó un clima de incertidumbre e inestabilidad para la participación del sector privado en la energía.

El potencial técnicamente recuperable de las cuencas identificadas en México, se calculaba en un volumen equivalente a la energía suficiente para cubrir el consumo de electricidad en los hogares mexicanos por 212 años.

En términos de consumo energético en el país el gas natural es la segunda fuente, representa más del 40% y México es un importador neto. Lo constatamos y sufrimos los efectos de la crisis que se tuvo en febrero anterior en Texas, y que aquí como allá provocó prolongados apagones.

El gas de lutitas es un recurso propio que se encuentra en el subsuelo nacional, susceptible de ser extraído con fines comerciales. Tiene pues implicaciones económicas relevantes, pero también efectos ambientales controvertidos.

¿En serio va Pemex nuevamente por la explotación de las lutitas?, ¿habrán convencido los especialistas a López Obrador de que el fracking ha evolucionado y las nuevas tecnologías son menos agresivas con el medio ambiente?, ¿o esa petición de recursos quedará en eso, en una mera petición?

edelapena@infonor.com.mx