ESPECTADOR

 POR SIGIFREDO LÓPEZ HERRERA

En recuerdo del Tramp Steamer

Dos cosas tuvieron que pasar para decidirme a releer hace algunos meses “La última escala del Tramp Steamer”, novela corta pero apasionante del escritor colombiano Álvaro Mutis; tenerla de nuevo en mis manos gustosamente producida por la editorial Espasa Calpe de España con fecha de 1999, final de siglo XX, y, la segunda, no menos importante, haberlo conocido, charlado con él, habernos reído y estrechado la mano en una de sus visitas a Saltillo a principios del presente siglo.

¿Qué puede pasar cuando un novel escritor de prensa como yo tuve frente a mí a una celebridad de la talla de Mutis, casi un Premio Nobel de Literatura, autor de importantes poemarios como Caravansary (1981), Los emisarios (1984), Summa de Maqroll el Gaviero (2002) que le han dado fama y presencia en todo el mundo? ¿Qué es lo que puede pasar? Pregunto:  Pues admirarlo más después de oír sus palabras con una alegría sin par y la lectura de una amena novela, entre otras como Diario de Lecumberri, La mansión de Araucaíma, El último rostro, La nieve del Almirante, Llona llega con la lluvia y Un bel morir.

Álvaro Mutis Jaramillo nació el 25 de agosto de 1923 en Bogotá, Colombia y muere el 22 de septiembre de 2013 en la ciudad de México. Fue un escritor que no se lo creía, y digo que no se creía escritor pues sentía en su psique que había otros mejores que él, nos decía amenamente: “la crítica ya se encargará, como es su costumbre, de cumplir con el resto y regresar al olvido estas líneas tan distantes del gusto que prima en nuestros días”.

Su seguridad personal y creativa tendría las mismas condiciones que le imponían sus permanentes viajes tanto en avión como en barco, y ya como empleado de diversas corporaciones como la Esso y Standard Oil, entre otras, que tenían que ver con secretarías de gobierno, ministerios de economía y producción de energía pero ante todo, su amor por los viajes hacia países poco conocidos a los que precisaba conocer como lo fue cuando llegó a la ciudad de Pedro el Grande, San Petersburgo en la antigua URSS, a puertos marítimos importantes de países asiáticos, árabes, latinoamericanos, muy gustoso, pero sobre todo en este caso que compete a su novela el proceso de “enamoramiento” que le produjo un viejo barco mercantil, un “carcamal decrépito”, acotaba Mutis, que le llamó la atención transformándolo en uno de sus “personajes favoritos” de su novela, el Tramp Steamer de Helsinski, o llamado también Alcíon, cuya historia la quiso conocer desde el primer momento que lo vio y que un año después conoció su verdadero nombre que era el de Anzoátegui por voz de su capitán y marinero Jon Iturri de origen vasco.

“Cabe destacar que en la mitología griega –dice William L. Siemens, estudioso de la obra de Mutis— Alcíone es la hija de Eneas, que es el tema de la Eneida de Virgilio. Su esposo Ceix, muere ahogado. Alcíone corre hacia donde está flotando el cuerpo de su amado y, por simpatía, los dioses le devuelven la vida y los convierten a ambos en aves que hacen su nido en el centro del mar durante una parte del invierno, cuando el oleaje está en calma, y en el marco de ese mito, Álvaro Mutis teje su cuento de amor entre Jon Iturri y su amante Warda Bashur, que complementará, junto con su Tramp Steamer en la segunda parte de su novela.

Lógicamente el número de libros clásicos leídos por Álvaro Mutis serpentean en cada una de las páginas de “La última escala del Tramp Steamer”, pues ante todo, esta simple historia que comienza con viajes en avión y luego en guardacostas y algunos personajes y lugares que se van sumando y dándole forma al relato, personajes como la presencia de una mujer, algo así como “La Afrodita de Oro de Borges”, los amores mitológicos de Píramo y Tisbe, Marcel y Albertine, llegando a Tristán e Isolda, las Geórgicas de Virgilio, el mismo Alcíone, personajes navieros, capitanes, su gusto por el mar y esa pasión por ver y admirar a un Tramp Steamer sufriendo por el oleaje de un mar embravecido, digno de las mejores escenas marítimas.

La novela de Álvaro Mutis no deja de sorprendernos por el tipo de aventura que es una historia de amor que solamente él y nadie más podía contar. Cuando dice que de un cuadro de Eduard Hopper, pintor norteamericano… “encontré un Tramp Steamer en plena navegación, en medio del mar luchando con las olas. Me conmovió tanto que me dije tengo que contar la historia de un Tramp Steamer y para eso tengo ya los personajes”.

Su biógrafo Siemens, arriba mencionado, manifiesta que la persona-lidad de Mutis es compleja, pues pudo tener raíces judías en ambas ramas de su familia. “Se sospecha que el nombre original era el de Muth Askenazi o algún compuesto que lo contenía y que en algún momento la familia emigró de Alemania a la región de Pisa. De Pisa se fueron a Mallorca que es uno de los grandes centros de la judería sefardí. Los cambios de apellido son raros pues viajan como Muti, después Mutis, Mute, Mut y vuelve a ser Mutis en Cádiz”.

Los padres de Ávaro Mutis fueron Santiago Mutis Dávila y Carolina Jaramillo Ángel de Mutis, el apellido Jaramillo también es de origen sefardí, y… “mi madre lo sabía –apunta Álvaro Mutis– fue una mujer de grandes virtudes, tenía yo 28 años cuando murió mi padre. Se daba en ella una mezcla perfecta de persona apegada a la tierra y de eso que llaman cosmopolita. Pero la verdadera razón de que se sintiera bien en cualquier lugar era su fidelidad a la teoría de que sólo vivimos una vez y hay que saber hacerlo”.

Volviendo a la historia del Tramp Steamer, un viejo barco carguero y cuyo capitán era Jon Iturri de origen vasco, su verdadero dueño era Warda Bashur, mujer inteligente pero con fallas personales de tipo pasional, el autor nos deleita con esa historia de amor que terminal mal, el barco se parte en pedazos, el amor se extingue entre Jon y Warda pero sin que ambos mueran, como le sucedió a Alcíone y Ceix y todo termina como en un sueño lejano.

Bien dice, el mismo Mutis: “Finalmente el barco se parte por el medio, lo cual resulta ser una imagen poética de lo que les ha ocurrido a los dos amantes. La vida de Warda continuará en los próximos libros “Abdul Bashur soñador de navíos”, junto con su hermano, entre otros.

En fin, una obra de mucha acción, escrita sencillamente que no deja dudas de que Álvaro Mutis creó su propio mundo sacado del mar y de sus constantes viajes, y tan vasto a la manera de un marino como lo era su amigo Jon Iturri, pero que en el amor no hay seguridad de nada.

Una novela que habla de esa libertad que tienen las aves de mar y que en cada puerto saben que por aventuras y amoríos todo puede pasar, desde la sonrisa de una bella mujer y hasta su sensible olvido.