‘MISTERIOS DEL TITANIC’

Con este importante documental la realidad contribuye de manera notable al mito generado por el cine, pues acá el director James Cameron viaja de manera efectiva a conocer los restos sumergidos en el fondo del Atlántico de lo que fue el “Titanic” y, aparte de revelarnos misterios e imágenes alucinantes de lo que en verdad fue ese fatídico hundimiento acaecido en 1912, logra que esta travesía haga que su filme -premiado hasta el hartazgo- vuelva a cobrar importancia como espectáculo cinematográfico.

El 26 de marzo de 2012, James Cameron, el conocido director de ‘Titanic’ descendió hasta los 10.908 metros, alcanzando una profundidad inédita hasta entonces lograda por una persona en solitario. Fue una hazaña, cierto, pero no superior a la obsesión que albergó desde que filmara “Titanic”: descender hasta donde se encuentran los vestigios reales del malogrado barco.

Fue una hazaña, el cumplir con una obsesión que dio original a un documental que debe ser rescatado de la plataforma de Netflix, que originalmente fue filmado en 3D, pero que, aun con las limitaciones de la pantalla chica, puede convertirse en una impactante experiencia: “Misterios del Titanic”.

Si bien fue rodada para ser apreciada en el efecto de las tres dimensiones, el documental sigue siendo relevante, fascinante y entretenido al tratarse de un viaje al fondo del Océano Atlántico, en el punto exacto en donde se encuentran los restos de lo que fue el transatlántico más grande, lujoso y popular de todos los tiempos y que se hundió en su viaje de inauguración rumbo a Nueva York.

Junto con el actor Bill Paxton, el director de “Avatar” y “Terminator”, se sumergen en las profundidades para mostrar, de manera emocionante a ratos, el estado en que se encuentran los restos del “Titanic”, deteniendo la mirada en detalles, en muebles, ventanales, escalas y pasillos que sobreviven perdidos en el fondo del mar, como testigos mudos de una tragedia que sigue siendo impactante.

Ellos viajan junto a un selecto equipo de submarinistas, biólogos, historiadores y otros profesionales, quienes posibilitan la hazaña propuesta por Cameron. Premunidos de una sofisticada tecnología, con cámaras de última generación y robots submarinos que son los auténticos héroes de la jornada, el director y el actor se sumergen, de manera literal, en los confines del océano, teniendo el privilegio de ser testigos presenciales de los restos del Titanic, considerando que en 1997 el realizador alcanzó el cielo con el filme titulado precisamente con el nombre del infortunado navío,

Resulta curioso reseñar el dato: desde 1997, tras el éxito arrollador de la película “Titanic”, solo filmó “Avatar”, de 2009, sin que a la fecha tomara nuevamente la dirección de otro filme de ficción.

Otro dato obvio, pero no menor: el tema del barco destruido durante su viaje inaugural, ha sido una obsesión que él confiesa, al punto que descendió casi cuatro kilómetros rodeados de agua para darse el gusto de grabar los restos del naufragio más perturbador de cuantos existen.

Este documental, disponible en la plataforma de Netflix, se realizó gracias al sistema inventado por el propio director -el Reality Camera System- acompañado por la empresa Sony, una tecnología que incluye dos cámaras fabricadas para esta aventura, que se adapta a la perfección al 3D, de tal modo que los espectadores sienten el auténtico vértigo de viajar por los restos de los salones del barco, encaramarse en su proa, pasear por el puente de mando y admirar incluso las vidrieras y los restos de prendas de vestir que quedaron intactos para la posteridad. En este esfuerzo Cameron siempre fue enfático: quiso desde el comienzo que este documental no fuese uno más del estilo tradicional, sino una aventura en tres dimensiones, transmitiendo a los espectadores la grandeza y espectacularidad de recorrer el auténtico Titanic, partido en dos, con su carga de misterio, romanticismo y tragedia.

Objetivamente, el documental de 90 minutos de duración, no es ninguna maravilla en sus dos tercios iniciales, e incluso el detalle de superponer en la grabación de los restos del Titanic variadas escenas de ficción ambientadas en 1912, sin textos, para hacer una comparación y situar a los espectadores, a ratos se ve demasiado inapropiado.

Solo cuando se sumergen por fin, cesan las explicaciones, y nos encontramos frente a los vestigios del Titanic, se produce el impacto: emociona ver los restos del que fuera considerado el más poderoso navío de la época y cuya vida útil solo duró cuatro días desde su partida. Produce sensaciones encontradas admirar, por ejemplo, los objetos personales que están allí, recordándonos que esto sucedió, que una cantidad impresionante de personas no pudieron salir de los cuartos asignados a la tercera clase y quedaron atrapados hasta morir en medio del estupor y la crueldad de quienes pudieron liberarlos, abriendo los candados con que separaban los niveles sociales de cada piso del barco.

Respecto de su película de ficción, “Titanic” (1997), debemos recordar que Cameron gritó en la ceremonia de premios Óscar que al recibir la estatuilla como mejor director se sentía el rey del mundo. Aunque exagerado o teatral, fue una hazaña pues su filme obtuvo once galardones, igualando el récord conseguido por Ben-Hur en 1960.

Lo que no se sabía esa noche es que el realizador ya se encontraba obsesionado con conocer el verdadero Titanic que él, con el mayor de los esmeros, había logrado reconstruir para su película.

Esa noche comenzó el sueño de bajar al punto más hondo del mar: la fosa de las Marianas, situada en el océano Pacífico. Catorce años después lo logró. El 26 de marzo de 2012, el director canadiense James Cameron descendió hasta los 10.908 metros, una profundidad nunca antes alcanzada por el ser humano en solitario. Esta suerte de Odisea submarina fue retratada en una película documental que se estrenó en Nueva York: “Deepsea Challenge 3D”.

Como corresponde a Cameron, en el documental, al igual que en sus otras películas, hay mucha épica. No solo se trata de la conquista de un territorio inexplorado, sino también de la superación y el descubrimiento personal. La cinta incide especialmente en el segundo punto. A lo largo de sus casi 90 minutos de metraje, el director nos da a conocer sus deseos de conocer, a como dé lugar, ese barco convertido en un fantasma, en una obsesión que solo pudo calmarse una vez lograda la hazaña que describe el documental y que tiene una frase, expresada por el actor Bill Paxton. “Tú puedes abandonar al Titanic, pero el Titanic nunca te abandona a ti”.

Un documental que vale por su media hora final, sumergidos en el océano, descubriendo para nosotros lo que quedó del lujo y pompa de un viaje fatídico que marcó un antes y un después en la leyenda de los naufragios.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación