EL REGRESO A CLASES Y LOS EFECTOS PSICOLÓGICOS DEL COVID

 

En marzo del 2020 reventó la crisis del COVID. Se instruyó a las escuelas públicas y privadas a suspender actividades presenciales. Pensábamos que serían sólo un par de semanas. ¡Ja! Ternuritas, no sabíamos que la vida escolar de nuestros hijos se iba a convertir en eso que transcurre mientras están en una sesión de Zoom. Y después de un ciclo escolar y medio de manera remota, los chicos vuelven a las aulas presencialmente en medio de la tercera ola del Covid.

No hay una forma fácil de abordar este tema, y no lo digo como columnista, sino como padre de familia. La realidad es simple: el virus se ha vuelto endémico. No va a desaparecer y por el momento, los niños aún no están vacunados. Es más, de hecho, ni siquiera está aprobada la vacuna para menores de 12 años. Bajo este esquema pareciera que lo más sensato es seguirle con la educación remota.

Pero por otro lado, nos hemos dado cuenta de los efectos psicológicos que tiene en los infantes el aislamiento. Una cosa es ver al profesor en línea y otra cosa es que el recreo y el convivio con los compañeros sean a través de una sesión de Zoom. Eso en el mejor de los casos cuando los padres tienen la posibilidad de darles a los hijos acceso a un dispositivo y conexión a Internet. Pero hay mucha gente que ni siquiera tiene esa posibilidad. O peor tantito, la crisis les obligó a caer en la deserción escolar, y el regresar a clases ya ni siquiera es una posibilidad para ellos.

La escuela también es un espacio de socialización. Esta generación ha tenido que asimilar con grandes costos el tener que vivir su vida escolar y social en una pantalla. Una clara señal es que los casos de depresión y ansiedad infantil se han multiplicado en menos de un año. Además de que en muchos casos, se presentan actitudes ermitañas. Tristemente, el aislamiento se está volviendo parte del psiqué colectivo infantil. Ahora son conductas simples, pero ¿qué va a pasar cuando esos niños crezcan y sean adultos? Existe el riesgo de tener una generación misántropa y ensimismada.

Dice el presidente que hay que correr riesgos, y vaya que los vamos a tener que correr porque por más gel antibacterial, toma de temperatura y formatos de autorización que establezcan los planteles académicos, es difícil que los niños, sobre todo los más chicos, sigan a cabalidad las medidas de bioseguridad. ¿Qué les impide el saludarse de mano, darse un abrazo después de tanto tiempo de no verse, o hasta intercambiar cubrebocas con un cuate?

Por eso, la decisión que tome cada padre o madre de familia de mandar o no a su hijo a la escuela es completamente respetable. A quienes tienen la oportunidad de regresar a clases en alguna modalidad, mucha suerte y mis mejores deseos.

 

Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael