UN REGRESO ACOSTUMBRADO

HÉCTOR A. GIL MÜLLER

El 30 de agosto arrancará, en la mayoría de las entidades federativas en México, un nuevo ciclo escolar presencial, millones de niños se alistan para retornar a una escuela golpeada. Según datos del INEGI, 5.2 millones de alumnos mexicanos no se inscribieron a un siguiente ciclo, aumentando drásticamente la deserción escolar. Además, durante la pandemia, que aún no termina, se aumentó un 24% la violencia familiar. El retorno escolar se presenta como la opción y refugio. La escuela es algo más que una institución para cuidar a los niños, es una sede de transformación, que, si no somos capaces de mover, a donde vaya la vida, seguiremos aprovechando de la transformación solo la información.

El evangelio relata que, tras su resurrección, Jesús se presentó ante María Magdalena. Cuando ella le reconoce y corre a él, Jesucristo le detuvo diciendo: “No me toques”, nada más vigente hoy, aunque en su momento se refería a un proceso de santidad ahora se usa en un fenómeno de sanidad, que resonará en los patios escolares.

¿Qué infectó esta pandemia? trastocó algo más que el ritmo de hacer las cosas, nos movió los ritos y la forma de ver el mundo. En la educación encerramos en una pantalla a grandes tesoros, niños que significan todo lo que hacemos, y aquello que no hacemos. COVID nos dio una causa al miedo. El miedo es tan contagioso y aunque es un excelente mecanismo para resguardar la integridad también paraliza. Parece que la reacción del miedo surge desde el instinto y previene de peligros existentes o inexistentes. La preocupación, como propagación del miedo, se centra en el pensamiento que nos lleva a tener una duda que tratamos como un peligro. Por eso la enunciación de nuestras preocupaciones siempre comienza con un: “¿y si…?”.

Ismael Serrano escribió una canción llamada: el virus del miedo, entre sus estrofas canta: Por miedo a sentir miedo / Fue a la cama, / Como una oruga se escondió / Y envuelto entre las mantas / Se durmió, / Hizo humo el sueño / Y se olvidó del mundo / Por miedo a despertar. / Aún sigue dormido. / Pasaron los inviernos / Y aún sigue escondido, / Esperando que tu abrazo / Le inocule la vacuna / Y elimine el virus del miedo / Y su locura.

Yo no creo que el virus abandone México, y tampoco creo que el mundo y la humanidad sean mejor cuando se venza. Ante el dolor y el miedo cualquier organismo —y no es excepción el ser humano—, ataca, huye, se paraliza o se somete. El animal político ahora será el animal paliatívico, buscando siempre soluciones. Seguramente esto se nos ha de olvidar, como se olvidaron otras pestes, pero mientras tanto algunas cosas no cambiaron, se aceleraron; como una nómina esbelta en las organizaciones, una producción sin tiempos en la gestión, el uso de códigos en lugar de dinero y el alejamiento social, porque llevamos ya mucho tiempo aislados, no debería ser nueva esta soledad. ¿O usted conoce los nombres de sus vecinos?

Sin duda el regreso será acostumbrado, haremos nuevas costumbres que se quedarán como el blancor de un cubre bocas que impide broncear toda la cara. Se resecarán, como las manos, muchos usos, pero como siempre lo haremos nuestro, ojalá aprendamos que siempre es más fácil entrar que salir.