CAPITALES

La otra pobreza en México: la energética 

De acuerdo con las últimas cifras emitidas por el CONEVAL, en México se incrementó en más de 9 millones el número de personas que no pueden cubrir los gastos básicos de alimentos. Esto quiere decir que ni con los programas de asistencia social que implementó el gobierno federal para apoyar a estos sectores tan vulnerables, y donde se ha invertido una gran cantidad de recursos, no ha sido posible reducir la brecha de pobreza en el País. Por tanto, es una estrategia fallida. De acuerdo con la CEPAL, nuestro país se ubica como el cuarto país que más verá acrecentar el porcentaje de personas en situación de pobreza, aún más que el promedio en la región, y el quinto que más aumentaría la pobreza extrema en América Latina.

Si bien la emergencia sanitaria causada por el Covid-19. Ha provocado un fuerte impacto en la economía de los países, en México las estrategias para mitigar esta situación, y poner en marcha un plan de reactivación económica, fueron totalmente erradas, solo ocasionaron una crisis económica mayor y una situación de salud que nunca pudo “domar” el gobierno federal, como tanto lo mencionaba el presidente López Obrador.

En este sentido, no es de extrañar que la pobreza energética de nuestro país siga en una situación de estancamiento donde, de acuerdo con el INEGI, 35 mil personas carecen de energía en su totalidad y cerca del 35.7% de hogares se privan de algún servicio por no contar con energía suficiente. Otro factor que incrementa esta pobreza energética es que algunas personas pueden contar con electrificación, pero no con los recursos suficientes para hacer uso del gas o la electricidad en sus viviendas.

La democratización energética es un proyecto que el gobierno federal ha dejado a un lado, para incrementar el uso de combustibles fósiles para la generación de electricidad, cuando algunos análisis han determinado que, en México, la mayor parte de esa energía eléctrica puede ser generada a través de fuentes renovables, que no causen contaminación y son más económicas. Se sigue apostando por las plantas obsoletas y contaminantes de CFE, cuando esta generación se le puede dejar a los particulares y que la empresa del gobierno se dedique a desarrollar una red de transmisión y distribución, alterna a la existente, para evitar congestiones y facilitar la evacuación de la electricidad. De esta manera, se podrá contar con energía eléctrica a bajo costo, se reduce la brecha de la desigualdad en el servicio de energía eléctrica y se expande la cobertura a aquellas regiones donde no se cuenta con este servicio.

Lejos, muy lejos están quedando los compromisos que México estableció en el Acuerdo de París de incrementar el uso de energías verdes, donde no se cuenta con un rumbo ni estrategia que impulsen las acciones para cumplir con las metas establecidas de reducir en 22 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero y en 51 por ciento las emisiones de carbono negro para el año 2030. Es muy probable que al no crear políticas públicas que apoyen estos compromisos, México salga del Acuerdo de Paris, por lo menos, en lo que la cuarta transformación continua contaminando al país en los siguientes tres años.

 

 

 

 

 

 

 

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