Cumple 50 años como Obispo don Francisco Villalobos Padilla  

Con más de 100 años de vida y 72 como sacerdote, Monseñor Villalobos sigue siendo un Obispo muy querido por la feligresía 

Este martes 3 de agosto Monseñor Francisco Villalobos Padilla cumple 50 años como Obispo. Nacido en Guadalajara el 1 de febrero de 1921, el Obispo Emérito de Saltillo tiene 100 años de provechosa y productiva vida.

Fue una familia de 13 hermanos. A sus papás los recuerda como auténticos cristianos, sinceros, respetuosos de la dignidad cristiana del matrimonio, quienes fueron un ejemplo en sus compromisos sociales, políticos, económicos y en su participación en la vida religiosa. A los hijos los impulsaron a vivir la fraternidad familiar y los valores religiosos. La mayor de todos los hermanos entró a la vida religiosa en la Congregación de las Hermanas Reparadoras; y el mayor de los varones fue sacerdote jesuita y fundó una importante universidad que los jesuitas tienen en Guadalajara, el ITESO. Otro de sus hermanos fue Religioso Marista. Los demás hermanos que permanecieron en el mundo fueron auténticos cristianos, prácticos. Solamente vive, además del señor obispo, su hermana más chica que es soltera.

En el seminario de Guadalajara inició su formación sacerdotal. Un sacerdote que influyó mucho en su vida fue el padre José Salazar López. Lo fue guiando toda su vida hasta que se vino a Saltillo. Al entrar al seminario menor lo tuvo como prefecto de disciplina, luego como prefecto de estudios y  como rector de todo el seminario. Mons. Villalobos lo recuerda como un hombre muy recto en sus criterios, con la debida exigencia a las normas fundamentales de la formación sacerdotal. Fue quien impulsó al padre Villalobos a que aceptara su designación como obispo de Saltillo.

Después de sus estudios en el Seminario de Guadalajara, su formación sacerdotal la continuó en Roma en el Colegio Pio Latinoamericano; hizo una especialidad en Historia de la Iglesia, sobre la que después dio cátedra en el Seminario de Guadalajara. Fue ordenado sacerdote en la misma ciudad eterna el 2 de abril de 1949.

Al regresar a Guadalajara el Arzobispo de entonces, don José Garibi Rivera, quien después sería el primer cardenal mexicano, lo nombró prefecto del seminario menor. Posteriormente pasó a ser responsable del Instituto de Vocaciones Adultas, es decir, un seminario para los jóvenes que ingresaban ya mayores. Después fue prefecto de teólogos, o sea, de los seminaristas que estaban en sus últimos años de formación, ya próximo al sacerdocio. Por fin fue Rector del seminario. Al mismo tiempo era maestro de Historia de la Iglesia. Le tocó acompañar en su formación a muchos jóvenes, primero cuando iniciaban su formación y después a los mismos ya cercanos al sacerdocio. Algunos de ellos actualmente son obispos en diversas diócesis de México; así que fue formador de obispos.

En esos años también fue a hacer una especialización en liturgia a Colombia al Instituto fundado por los obispos para América Latina.

Actualmente tiene 72 años en el ministerio sacerdotal y 50 de obispo. Los primeros 22 años estuvo en su diócesis de origen, Guadalajara. El resto ha estado con en Saltillo,  la mayor parte de su sacerdocio, 49 años y medio: 4 como obispo auxiliar, 25 y medio al frente de nuestra diócesis, y 20 desde la aceptación de su renuncia, que fue poco antes de llegar a los 80 de edad. Mons. Francisco Villalobos es y se siente de Saltillo.

Siendo rector del seminario le sorprendió su nombramiento como obispo auxiliar de Saltillo. No se animaba a aceptar, pero el mismo sacerdote que lo había acompañado en sus años de formación y después en su trabajo en el seminario, era ya su obispo, el cardenal José Salazar, y lo motivó a aceptar. Dice Mons. Villalobos que entonces recordó lo que dice el profeta Isaías: “Mis planes no son sus planes, sus caminos no son mis caminos” (Is 55,8), “Yo estaré contigo en todo lo que emprendas” (2Sam 7, 9), “No temas, que yo estoy contigo; no te angusties que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa… Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra, y te digo: No temas, yo mismo te auxilio” (Is 41, 10).

El mismo Mons. Villalobos platica que, en 1970, un año antes de su nombramiento como obispo, fue a Linares a una misión con los seminaristas de Guadalajara. De regreso pasaron por Saltillo y uno de los seminaristas le insinuó que se detuvieran a conocer. Él le respondió: “No hay nada en Saltillo que me interese”. Hay también otro detalle. Cuando iba a ser el nombramiento del nuevo obispo auxiliar algunos sacerdotes y laicos platicaron con el secretario de la Delegación Apostólica (ahora Nunciatura Apostólica) y en el perfil del nuevo obispo pedían un obispo con buena salud. Fue para ellos una gran desilusión su nombramiento, porque sabían que el padre Villalobos siempre había sido de mala salud.

Mons. Villalobos siempre ha sido muy respetuoso de las personas, especialmente cuando como superior, le ha tocado tratar con sujetos problemáticos.

Todos los obispos tienen un escudo y un lema. El de Mons. Villalobos es “in vineam Domini”, que significa, “enviado a la viña del Señor” (Is 5, 1-7; Mt 20, 1; 21,28ss). Ha sido un obispo que se ha acercado a la viña, a todas las personas. O como dice ahora el papa Francisco: pastor con olor a oveja, estar adelante, atrás y en medio de todo el pueblo de Dios.

Cuando era obispo auxiliar, el obispo Don Luis Guízar Barragán le dio amplia libertad para actuar. Ellos dos tenían una relación franca, cordial. Tenían un amplio diálogo. “Reconozco, dice Mons. Villalobos, en Mons. Guízar, a mi maestro en el papel de ser obispo”.

Desde el principio empezó a visitar todas las parroquias; fue a muchos barrios, a posadas de barrio, a barrios donde rezaban los 46 rosarios. Cada seis meses visitaba durante una quincena  cada una de las vicarías o regiones de la diócesis, fronteriza, carbonífera, siderúrgica, visitando, conociendo a todos, animando, dando orientaciones. Se hospedaba en el lugar que cada párroco le asignaba, en la misma parroquia, en casa particular o de religiosas. Y siempre tenía una reunión con los sacerdotes de la región, además de la plática particular con cada uno. Iba a comer al lugar que le asignaba el párroco.

Se empeñó en lograr la corresponsabilidad de todos los presbíteros, laicos y religiosos. Cuando él llegó hacía seis años que había terminado el Concilio y se esforzó en que se conociera, se realizó una difusión en gran escala.

Tuvo muchos encuentros y diálogos con los grupos de laicos algunos de la propia parroquia, o de algún movimiento, como Acción Católica, Cursillos de Cristiandad, Movimiento Familiar Cristiano, Jornadas de Vida Cristiana, Caballeros de Colón, Equipos de Acción Social, Encuentro Matrimonial, Renovación en el Espíritu Santo, Regnum Christi, etc. A todos los movimientos los impulsó al apostolado pero les insistió siempre que los movimientos no son en sí mismos la Iglesia, que lo central era sentirse Pueblo de Dios e integrarse con todos. Que antes de la camiseta del movimiento y por encima de él estaba el “ser Iglesia”.

En su tiempo se amplió la preparación al matrimonio, que anteriormente consistía solamente en cinco charlas. Estableció un curso de cuatro domingos, obligatorio para todos los aspirantes al matrimonio, que ha sido de mucho provecho y, además, muy gustado por los novios. Quienes llegan a fuerza, el cuarto domingo ya no se querían ir.

Hasta hace unos años, todos los días solía irse a caminar desde su casa a la Alameda. Muchísimas personas se le acercaron para alguna consulta, algún asunto personal o simplemente para saludarlo. Fue una ocasión para ayudar a muchísimas personas.

Fue muy cercano a los sacerdotes, la puerta de su oficina siempre estaba abierta y todos llegaban con confianza.   Estableció que cada año hubiera cuatro reuniones de todo el presbiterio. Se realizaban sucesivamente en cada una de las vicarías o regiones de la diócesis, y los padres convivían y eran atendidos con mucho gusto por los laicos en cuyas casas también se hospedaban. Además de estas cuatro reuniones, una vez al año se reunían durante una semana para un retiro espiritual o Ejercicios Espirituales en la ciudad de Saltillo.

Durante el episcopado de Mons. Villalobos creció significativamente el número de sacerdotes. En 1998 fueron ordenados 18 nuevos sacerdotes. En total ordenó 103 para la diócesis y unos pocos religiosos.

Como todo obispo puso especial empeño en el Seminario. En el Seminario menor, gracias a su empeño, se construyó un auditorio.

Después, por indicaciones de Roma se inició el Seminario mayor. Mons. Villalobos encargó al padre Humberto González que formara un patronato para obtener los fondos necesarios y poder construir un edificio apropiado. El padre invitó a un selecto grupo de laicos, quedó al frente como presidente, don Isidro López del Bosque. Además, se promocionó una campaña, a nivel diocesano, para crear conciencia entre todos los fieles de lo que se estaba haciendo; que comprendieran que era asunto de toda la diócesis y, por lo tanto, que los recursos, los donativos, vinieran de todo el Pueblo de Dios; y así el seminario fuera obra de todo el pueblo de Dios. La construcción se terminó en cuatro años. En 1996 se colocó la primera piedra, en 1998 Mons. Villalobos bendijo los edificios de la facultad de filosofía y en el año 2000 los edificios para la facultad de teología, la capilla y el auditorio, que fueron bendecidos por el mismo.

Durante su obispado, se crearon Caritas y el Banco de alimentos, que hasta la fecha están dando mucho fruto. Tambié tuvo gran interés y apoyo a los migrantes. En su tiempo se crearon las primeras casas de migrantes en Ciudad Acuña y Piedras Negras.

El crecimiento de la población hizo necesaria la creación de más parroquias. Cuando tomó la diócesis a su cargo, en Saltillo había solamente 4 parroquias, para 1999 cuando se le aceptó su renuncia eran 27. Durante todo su mandato se crearon 36 nuevas parroquias.

Se empeñó mucho en su relación con medios de comunicación, prensa, radio, televisión. Cada semana se tenía en el obispado una rueda de prensa, que a veces presidía el sacerdote responsable y él mismo en otras ocasiones.

Los obispos mexicanos lo eligieron para participar en 1979 en la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla cuando vino por primera vez el papa Juan Pablo II, recién elegido. En 1984 también por elección, asistió en Roma al Sínodo de los obispos sobre la Reconciliación y la Penitencia. De los 90 obispos mexicanos que había entonces, solamente asistieron cuatro.

El 27 de octubre de 1991 celebró los cien años de la erección de la Diócesis. con una Misa en el estadio de Béisbol que estuvo totalmente lleno. Vinieron los sacerdotes y fieles de toda la diócesis.

Las distancias y el aumento de la población hacían necesaria la creación de una nueva diócesis en el norte del estado. En preparación a eso instituyó un Seminario menor auxiliar. Hizo todos los estudios y los trámites para esta nueva diócesis, todo estaba listo cuando le aceptaron su renuncia, ya no le tocó que se realizara en su tiempo.

Con motivo de la Navidad, cada año preparaba un nacimiento con distintos motivos bíblicos.  Acudía mucha gente a su casa para verlo, él mismo se lo explicaba y esto era una catequesis, y también una ocasión muy propicia para estar en contacto con su pueblo.

Mons. Villalobos nos dice que “En todo lo que realicé la idea central y el propósito siempre fue crear la Iglesia, pueblo de Dios. Una, santa, católica, apostólica. La Iglesia que se realiza y se hace presente en una Iglesia particular alrededor del obispo. Ese fue el fondo de mi homilía en mi Toma de posesión como obispo de Saltillo. Decía entonces: “La Iglesia diocesana, como Iglesia particular, en fraterna comunión con las demás Iglesias locales, en especial con la que en Roma preside la catolicidad y garantiza la fidelidad a Cristo y a su Evangelio, debe hacer presente el misterio de salvación en carne propia… Comunidad diocesana, que fermente nuestra sociedad civil y sus estructuras temporales, en las ciudades, en los poblados y en los campos, pues el dinamismo de la fe debe transformarnos en coautores de una historia de salvación”. Siempre insistía: “somos familia de Dios… esta familia se hace presente en una Iglesia particular”. Lo repetía en mis homilías, con los grupos parroquiales que visitaba, con los religiosos y religiosas, con los movimientos, en mis encuentros con nuestros sacerdotes, en las reuniones de presbiterio, en nuestros ejercicios espirituales.  Por lo mismo, traté de crear la comunidad sacerdotal.

Cuando el papa le aceptó la renuncia dejó de seguir celebrando en Catedral su misa diaria porque es la iglesia del obispo diocesano, lo hacía en la Capilla del Santo Cristo. Después las circunstancias lo hicieron volver a catedral por un tiempo y ahora por la pandemia está celebrando en su casa.

Además de los 100 años de la diócesis, le tocó celebrar varios eventos a nivel mundial o continental. En 1992 fueron los 500 años del inicio de la evangelización en América, que se preparó con el Novenario de años.

También le tocó celebrar el Año santo en 1975 y el Año Santo de la Redención en 1983. Para este Año Santo el mismo seño obispo hizo una oración que se rezaba todos los días en toda la diócesi. Además, se escribió en un pergamino. En ese año fue a la visita reglamentaria a Roma y en su encuentro con el papa Juan Pablo se la mostró; el papa espontáneamente la firmó, cosa que el Señor obispo no se esperaba. Actualmente se conserva en la sacristía de catedral. Posteriormente le tocó la celebración, evento también mundial, del Año Mariano.

Con especial empeño preparó el Gran Jubileo del año 2000; esto se hizo durante tres años, 1997, 1998 y 1999, dedicados a la Santísima Trinidad: 1997 a Cristo, 1998 al Espíritu Santo y 1999 a Dios Padre. Pero ya no le tocó durante ese año estar al frente de la diócesis de Saltillo.

El 24 de diciembre de 1999, con la participación de todos los sacerdotes y fieles de toda la diócesis se inauguró solemnemente en la Catedral, este Gran Jubileo del año 2000. De repente, seis días después, el 30 de diciembre, mientras visitaba una parroquia en Ciudad Acuña, recibió una llamada del Nuncio, anunciándole que al día siguiente se publicaría la aceptación de su renuncia y el nombramiento del sucesor. Fue una sorpresa, porque el Nuncio le había dicho que primero se haría la erección de la diócesis de Piedras Negras, para la que ya estaba todo listo, y después la sucesión.

Todavía, como se había programado desde tiempo atrás, antes de que llegara Mons. Vera, y de acuerdo con él, Mons. Villalobos hizo la bendición de los edificios del teologado y la capilla del Seminario mayor.  El 20 de marzo del año 2000 entregó la diócesis a Mons. Raúl Vera.

Durante todos estos años ha tratado de no aparecer en primer plano, pero siempre ha estado al servicio de quien le pide algo. En muchas iglesias realiza el sacramento de la Confirmación, matrimonios, bautismos, incluso sabemos que ha suplido a algún sacerdote que lo necesitaba. Suele asistir con discreción a los eventos diocesanos, a las ordenaciones sacerdotales. En el 2019 fue a una a Química del Rey.

Mons. Villalobos reconoce que todo lo que ha realizado ha sido obra de Dios, como dice el evangelio: “Sin mí no pueden hacer nada” (Jn 15,5). Reconoce que “hubo muchos que nos precedieron, yo no vine a plantar la fe en Coahuila”. Recuerda que en su homilía de Toma de posesión dijo: “nos estimula a continuar la obra de nuestros padres en la fe, que sembraron hace siglos el Evangelio en estas tierras, la fecundaron con sus anhelos pastorales e hicieron deseable y oportuna la erección de la diócesis de Saltillo”. Él repite muchas veces la frase de un obispo del siglo XII, Bernardo de Chartres “Somos enanos en hombros de gigantes”.

Él quisiera todavía realizar alguna actividad apostólica, en ratos se siente triste por no poder hacerlo. Pero, al mismo tiempo, sabe que con sus limitaciones está unido a la Cruz de Cristo y está haciendo un apostolado. Como decía el papa Francisco el pasado mes de agosto a los sacerdotes ancianos: En realidad, ustedes son sacerdotes que, en la oración, en la escucha, en el ofrecimiento de sus sufrimientos, ejercen un ministerio no secundario en sus Iglesias”. Además, su oración diaria es por toda la diócesis de Saltillo.

Sigue gozando del cariño de todos los coahuilenses. Al cumplir 90 años se le impuso su nombre a la calle por donde se localiza el Seminario mayor, obra realizada por él. (DIÓCESIS DE SALTILLO)

CON EL PAPA Juan Pablo II en una de sus visitas al Vaticano
EL OBISPO Villalobos, a los pies de la imagen del Santo Cristo de la Capilla
VISITA A LOS Ejidos, una actividad que siempre disfrutó mucho
DEJAD QUE LOS Niños se acerquen a mi, parece estar diciendo Monseñor Villalobos
CELEBRANDO La Eucaristía en Catedral
MONSEÑOR Villalobos, un Obispo muy querido por toda la feligresía
TOMA DE POSESIÓN Como Obispo de la Diócesis de Saltillo en Catedral MONSEÑOR Villalobos, un Obispo muy querido por toda la feligresía