JÓVENES ALTEZAS

Alejándose de la fórmula patentada por “Elite” (por suerte acá hay mucho menos escándalos y secuencias sexuales), esta serie de seis capítulos breves en su primera temporada, tiene tres méritos que la hacen una candidata ideal para un visionado maratónico de domingo: se desliza con elegancia y sin estridencias mayores, sin salirse de su centro; es tan tierna como sorprendente en sus pequeños giros dramáticos y posee un par de personajes estupendos como para conquistar a los fanáticos de la plataforma Netflix.

1.- El Principito va al internado.

Sabemos de antemano que el ser príncipe es una tarea bastante ingrata, al menos si eres un adolescente que, no pudiendo vivir normalmente como los demás, siempre estás en el ojo de los periodistas y eres el centro de las redes sociales.

Jóvenes altezas, el último estreno con adolescentes como protagonistas de Netflix, se inmiscuye de lleno en la monarquía nórdica y los internados juveniles. Por suerte, desde su arranque la serie se desmarca de “Elite” y empieza a tejer una historia donde hay personajes de carne y huesos, miembros todos de las más importantes familias que están estudiando en un internado exclusivo, apartados del mundanal ruido. El protagonista es Wilhelm (Edvin Ryding), el segundo en el orden de sucesión de una casa real europea que siempre está perseguido por la prensa y que trata, sin lograrlo, pasar inadvertido y vivir su adolescencia como cualquier hijo de vecino.

Por un incidente en una discoteca, el díscolo Wilhelm es trasladado a la academia privada donde toda su familia ha estudiado por generaciones, buscando que se tranquilice y empiece a comportarse como lo que es: el príncipe de una casa real europea, formal y educado para asuntos protocolares.

Desde luego que todos sus compañeros pertenecen a una clase social aristocrática, todos ellos los futuros empresarios que mantendrán el orden social, aunque también hay algunos pocos becados que viven en el pueblo aledaño al internado. Y cuando el espectador piensa que se dará la típica relación de los niños ricos mimados versus los pobres y humillados por el sistema escolar, la serie con gracia y astucia se aleja del tópico y se interna en otras pequeñas zonas que, en su conjunto, conforman un relato diferente, maduro y muchísimo más tierno que otros programas sobre adolescentes de colegios high society.

Las cosas son diferentes en todo sentido: el príncipe Wilhelm no es el tipo petulante que vive en una burbuja, sino que se siente solo, está siempre tratando de borrar la sombra de su hermano mayor con quien odiosamente lo comparan, que se enfrenta con un grupo de compañeros con elegancia, distancia, mucho pudor y siempre tratando de minimizar ante los demás su condición de príncipe que vive rodeado de guardaespaldas.

Luego, la serie deriva a otra variante más que interesante y contemporánea: el joven príncipe se enamora de un compañero que está becado en el internado, Simón, (el astro pop Omar Rudberg), quien pertenece al coro y tiene una hermana, becada como él, que tiene déficit atencional y trabaja ayudando en el cuidado de los caballos de la selecta escuela.

Como es de esperar el dilema es doble para Wilhelm: debe asumirse como gay y confesar que se ha enamorado de un “plebeyo” a la vez que no puede salir del armario, menos ahora que está tratando de ayudar a su familia para mejorar su imagen ante la opinión pública.

Un mérito de Jóvenes altezas es que avanza en sus cortos seis capítulos privilegiando el amor, el respeto y la amistad por encima de todo. Y todo esto a pesar de la presencia de una clase social privilegiada que tiene sectas secretas y rituales donde confirman su lealtad a la familia real, que disfruta de remar y de los caballos y que poseen un entorno natural de ensueño. Porque los chicos también dudan, copian en los exámenes y abusan de drogas para soportar la constante exigencia que sus padres les reclaman.

Por eso se agradece que la serie avance de manera limpia, sin estridencias ni escándalos forzados. Y que lo haga de una forma bastante dulce, alejándose del clásico recurso de presentar a jóvenes mezquinos, detestables y manipuladores. Es acá donde aparece el personaje mejor delineado de esta temporada, August (Malte Gårdinger), primo segundo del príncipe, que tiene tantas inseguridades, dolores no asumidos como deseos de ser reconocido, ocultando el drama de la ruina de su familia que no tiene los recursos para cancelar la matrícula, todo lo cual lo convierte en un tipo que siempre oscila entre la luz y la sombra, entre el deber de proteger a su primo y la envidia que éste le produce.

2.- El principito gobernará

Es verdad que la serie, en su breve primera temporada, no cuenta con giros especialmente claves como para deslumbrar a todos y las tramas a veces son muy simples tanto en su ejecución como en su desenlace dentro del relato. No obstante, es precisamente esa carencia de pretensiones lo que genera adhesión y le da encanto específico, porque son pocas las situaciones que cuenta, pero como lo hace bien, no molestar a nadie.

Además, con astucia, esta primera temporada nos deja a un Wilhelm camino al reino, donde deberá comenzar a prepararse para ser rey, aunque su amor por Simón lo pone en aprietos. Debe alejarse de su amado, pero para acercarse a la tarea no menor de empezar a ser instruido como futuro rey, con todas las implicancias que esto conlleva.

De esta primera temporada, altamente recomendable, subyacen temas importantes centrados en la exploración de las tensiones entre las vidas pública y privada.

Esta serie tiene en el príncipe adolescente Wilhelm un protagonista que sufre el acoso de las redes sociales dada su condición de hijo menor de la familia real, metido en constantes problemas, uno de los últimos ha sido una pelea en una discoteca que se viralizó, obligando a su familia a internarlo en Hillerska, un instituto de élite, donde se supone estará protegido del mundo “real”. Su madre, la reina Kristina (Pernilla August) le recuerda en el primer capítulo que él es alguien especial y que todos sus actos estarán regidos por la necesidad de mantener la imagen de la familia real.

Es interesante cómo la serie se aleja de los esquemas que estableció “Elite” y se acerque derechamente a una historia sueca de primer amor gay: la célebre película ‘Fucking Åmål’, de Lukas Moodysson, en la que todo lo importante se transmitía a través de los pequeños gestos, tal como sucede acá: los dedos entrelazados de Wilhelm y Simón, mientras ven “En la hierba alta”, una película de terror con los compañeros que, por supuesto, está en la cartelera de Netflix.

Hay otros elementos que sostienen la credibilidad (y la emoción de la relación prohibida de los jóvenes protagonistas) y es que los actores de la serie parezcan de verdad adolescentes: incluso al joven príncipe lo veremos con su cara con acné y las chicas con la grasa propia de esa edad incierta en que los jóvenes empiezan a sentir la alteración de las hormonas. También es un mérito que la plana de secundarios no sea bella, ni con dentaduras perfectas ni frases para el bronce.

Y mejor aún, a nivel de comportamiento esta serie es abiertamente contemporánea: las chicas se masturban, hablan de sexo y fantasean. También se refieren a enfermedades mentales y a problemas propios de esta era: padres separados, deudas, presencia ominosa de las redes sociales que alteran la percepción del mundo. Por todo lo anterior, “Jóvenes altezas” de deja ver con agrado y tiene una cuota alta de autenticidad y se ancla perfectamente a estos locos tiempos que estamos viviendo.

Ficha técnica: JÓVENES ALTEZAS

Creadores: Lisa Ambjörn, Lars Beckung y Camilla Holter

Dirección: Rojda Sekersöz y Erika Calmeyer

Reparto: Edvin Ryding, Omar Rudberg, Mimmi Cyon, Uno Elger, Ingela Olson

País: Suecia

Duración: entre 40 y 50 minutos (6 episodios)

Año: 2021

Género: Drama

Disponible en NETFLIX.

 

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación