AVISO DE CURVA

El tambaleante regreso a la escuela

En la víspera del regreso a clases, la incertidumbre respecto a la reapertura de las escuelas crece ante el temor de los padres y de las autoridades locales de que los contagios a causa de las nuevas variantes del coronavirus se eleven exponencialmente, sobre todo en los segmentos de población jóvenes que no han sido vacunados aún.

Ni el “llueva, truene o relampaguee” del presidente, ni el llamado de la ONU para la reapertura de las escuelas ante una eventual “catástrofe generacional”, ni tampoco la exigencia de algunos organismos empresariales y colectivos sociales como Coparmex y Abre mi Escuela, han logrado modificar la percepción de la población en general de que la tercera ola de contagios va en aumento y, por lo cual, en su mayoría, rechazan el regreso a clases presenciales a partir del próximo 31 de agosto.

En efecto, en una encuesta nacional realizada la semana pasada por El Financiero, el 62 por ciento de las personas entrevistadas manifestaron estar en desacuerdo con el regreso a clases presenciales.

Según el estudio citado, la principal razón causante de la incertidumbre, la cual invita a los padres a preferir que sus hijos continúen con las clases a distancia, es esa percepción del crecimiento de los contagios y que la nueva cepa podría estar afectando a los más jóvenes.

Sin embargo, personalmente he constatado que algunos padres de familia también muestran su preocupación respecto a la capacidad organizacional de las escuelas para implementar la logística y adaptar sus instalaciones de una forma tal que se garantice la aplicación estricta de los protocolos de salud al interior de los centros escolares, logrando con ello minimizar las posibilidades de contagios y que los niños y jóvenes no lleven el virus a casa.

Un padre de dos niños en edad de primaria me obsequió su visión del tema: “Vamos a llevar el primer día a nuestros hijos a la escuela, pero si nos damos cuenta que no hay una buena organización para la aplicación de las medidas sanitarias o si nos encontramos con que el sistema semipresencial propuesto por el director no garantiza un mayor aprendizaje de los pequeños que aquel que obtuvieron con sus clases a distancia, simplemente se quedan en casa y no los enviamos a la escuela hasta no estar seguros que desaparecen las posibilidades de contagio”.

El progenitor concluyó diciendo: “Lo que mis hijos dejaron de aprender se puede salvar con un buen repaso, pero la salud y las secuelas que deja el virus nunca las recobraríamos”.

Sin embargo, quedarse en casa no es una opción para el presidente López Obrador. Preocupa, empero, esa sensación de que la reapertura de las escuelas se acelere para obtener un triunfo político, antes que valorar sus verdaderos efectos en el aprendizaje y las posibles consecuencias en la salud de los alumnos. La política sin sentido y el voluntarismo, como ya lo hemos visto con otras iniciativas, conducen al desorden y la improvisación.

Por el contrario, son de llamar la atención los argumentos y las razones expuestas por los organismos internacionales y los colectivos sociales para formalizar a la brevedad el regreso a clases presenciales. Para ellos, la importancia crítica de la educación presencial, sintetizada en un mejor aprendizaje y el ejercicio de la convivencia, es razón suficiente para reabrir las escuelas.

En un reciente comunicado, la UNICEF señala: “Lo que los niños y los jóvenes han perdido por no poder asistir a la escuela puede que no se recupere nunca. El cierre de escuelas hipoteca nuestro futuro sin que en este momento se produzca ningún beneficio tangible. Tenemos que establecer bien nuestras prioridades. Podemos y debemos reabrir las escuelas de forma segura”.

Resulta lógico que los organismos y asociaciones interesadas en la educación destaquen el rezago académico y los aspectos socioemocionales de los niños, sobre todo cuando no hay evidencia de que la formación a distancia esté beneficiando a todos los alumnos por igual. No obstante, ante el crecimiento de los contagios, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que la reapertura gradual de escuelas puede considerarse segura en un contexto en el que se tenga controlada la transmisión local del coronavirus.

Pensar que en el mes de septiembre la mayoría de los estados regresen al semáforo verde es demasiado optimista. Por lo que, extremar precauciones es la opción más razonable, al menos durante la permanencia del pico de contagios de esta tercera ola.

Por ello considero que, a un mes del inicio del ciclo escolar, las posiciones extremas y deterministas estarían fuera de lugar. En cambio, a mi parecer, la gradualidad, el orden y, sobre todo, considerar las condiciones epidemiológicas e iniciativas de cada autoridad educativa local, formarían la triada estratégica para garantizar un regreso seguro y eficaz a clases presenciales.

 

olveraruben@hotmail.com