SALTILLO 444  

POR GERARDO GARZA MELO

El desierto y la montaña son los factores que han definido el temple de los habitantes de Saltillo, el trabajo y el valor por enfrentar una condición agreste e indomita.

A escasos minutos de la ciudad, se encuentran pinturas rupestres y vestigios de los primeros pobladores indígenas: Irritilas, Tobosos, Huachichiles  y Coahuiltecos que son imborrables testimonios del amor por la vida que tenían los primeros pobladores de estas tierras.

En contraste, en el Centro Histórico de Saltillo se encuentran edificaciones erigidas de manera imponente   que nos llenan de orgullo, que constituyen un símbolo de nuestra historia y un ícono de las diversas culturas de los hombres y mujeres que con tenacidad arribaron al norte de México y dejaron imborrables huellas de costumbres y expresiones propias de su país natal.

Como ejemplo, La Casa Purcell es una obra arquitectónica excepcional. La belleza de su exterior radica en una fachada neogótica semejante a los castillos rurales de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, que se refleja en el sugestivo balcón cómo un propicio escenario de los relatos románticos shakespereanos.

La casa mantiene su armonía en una ciudad en constante transformación y facina a todos quienes la visitan porque su trascendencia histórica se funde con su valor artístico conformando una herencia maravillosa para las presentes y futuras generaciones.

Si bien nos orgullece esta riqueza cultural, también es preocupante el acelerado desarrollo urbano de la ciudad que impide la construcción de espacios culturales, donde se ofrezcan alternativas de convivencia para los habitantes de las nuevas unidades habitacionales; factor esencial para el pleno desarrollo humano de los ciudadanos.