MILAGRO AZUL

Drama familiar típico, que encantará a quienes creen en el poder de la bondad 

Contra todas las expectativas, “Milagro azul” (Blue Miracle), drama mexicano inspirado en hechos reales y dirigido por Julio Quintana (El navío) y coescrita junto a Chris Dowling, se ha convertido en una de las más vistas de la plataforma Netflix, contrariando las opiniones de algunos críticos que la han odiado desde su aparición por el exceso de los clichés y un guion elemental y de la felicidad de otros que alaban que, en tiempos tan críticos como los que estamos viviendo a causa de esta pandemia se imponga una historia tan simple y que apela a los valores de la solidaridad, el apego al trabajo en equipo y el respeto de la familia.

La historia de la película está basada en una situación real, que tiene como protagonistas a un hogar de acogida para huérfanos que se encuentra a punto de perder su casa y cerrar, debido a una aguda crisis económica que atraviesa. En medio de tanta incertidumbre, aparece la esperanza de competir y obtener el premio del torneo de pesca que atrae a los profesionales de todo el mundo. Pero el tema es que ni el tutor ni los chicos ha pescado antes y se tienen que aliar con un capitán de una barcaza destartalada (Dennis Quaid) que se caracteriza por su mal humor y por el hecho que detesta a los niños a bordo de su nave.

En estos tiempos de contingencia sanitaria mundial, Netflix ha venido aportando a entregar recursos para gran cantidad de películas denominadas familiares, llenas de valores tradicionales asociados a la fe, la fraternidad, la solidaridad y de profundo contenido humanista que, quizás, en otras circunstancias habrían sido desechadas o tildadas como “típicas”, pero que ahora son aplaudidas y apoyadas por los espectadores que, de seguro, están cansados de tantas noticias desalentadoras y negativas, amparándose en relatos muy sencillos en su armado dramático que entregan refuerzo a valores aparentemente en desuso, manteniendo la esperanza respecto del destino del ser humano en medio de la tormenta.

La película se ambienta en el hermoso entorno de Cabo San Lucas, México.  Allí, con mucho esfuerzo, Papa Omar y Becca están a cargo de Casa Hogar, un lugar de acogida que acoge y protege a docenas de niños huérfanos, sacándolos de las miserables condiciones en que antes vivían en las calles, tratando de reencauzar sus existencias y reforzando en ellos el sentido de pertenencia y familia.

Desafortunadamente, los patrocinadores los abandonan y de la noche a la mañana, Casa Hogar tiene los días contados: las deudas se acumulan, comienzan a escasear los alimentos y el cierre del hogar de acogida tiene fecha exacta, sobre todo porque el lugar no resulta rentable en la lógica de la sociedad de mercado y la mejor solución aparece como el cierre de ese lugar que ha sido emblemático en su lucha contra el abuso infantil.

Por eso, en ese triste escenario, el premio del torneo de pesca aparece como una posible solución, pero ninguno de los integrantes de la Casa Hogar sabe pescar y algunos de ellos ni siquiera se ha subido a un bote en su vida. Las circunstancias los obliga a unir sus fuerzas con un viejo pescador que ostenta un récord que nadie ha superado: en el pasado fue dos años consecutivos ganador absoluto de este certamen. El problema es que en la actualidad su estrella ha decaído, se emborracha con frecuencia y su bote pesquero está tan deteriorado como él mismo. Así, las posibilidades de ganar el torneo se ven lejanas. Y es aquí en donde entra en juego “el factor Netflix” que tanto han vapuleado algunos y aplaudido otros: la historia apela al hecho comprobado de que la fe mueve montañas. Papá Omar se embarca en esta loca aventura junto a los mayores de sus acogidos porque intuye que podría existir un milagro, incluso convence a uno de los pequeños que Dios escucha tus ruegos si los escribes en un papel y lo clavas en tu puerta con un clavo que él le regala.

Con esta premisa argumental “Milagro azul” se despliega como un drama familiar muy cercano a la fábula, lleno de tópicos y lugares comunes que todos hemos visto en tantos filmes, pero que si se administran con cuidado (acá eso ocurre) puede resultar agradable, a pesar de que no hay nada nuevo bajo el sol: ¿cuántos filmes hemos visto con esta receta? ¿Cuántos domingos hemos dedicado un par de horas a mirar telefilmes que apelan a las buenas intenciones? Desde las fábulas tipo “Milagro en la calle 34” a “Milagro azul” tenemos miles de películas que habla de deportistas que superan las adversidades, de jóvenes que escapan de un entorno negativo o de mujeres y hombres resilientes que logran sus objetivos a pesar de todo.

Y a pesar de esto, y aunque sepamos exactamente qué pasará o cómo sucederán los hechos, el filme se deja ver precisamente porque a los espectadores les hace bien repasar los contenidos que refuerzan valores y apelan a sentimientos que, algunos y de manera equivocada, consideran como agotados en la actualidad. Y la cantidad de espectadores que ha tenido esta película, los comentarios favorables que ha logrado y las expectativas que ha generado dan cuenta que siempre es grato ver más de lo mismo, sobre todo si se apela a valores universales.

AZUL PROFUNDO

Lo bueno de “Milagro azul” es que no trata de engañar a nadie, porque todos saben perfectamente de qué va su historia y apela de modo directo a un argumento con pocos giros que se basa en la bondad humana enfocada desde la espiritualidad y que respeta la religiosidad.

Papá Omar (Jimmy Gonzales) escapó de un pasado doloroso, rehízo su vida y se consagró junto a su pareja a cuidar de los niños, sobre todo a los que como él mismo lo fue en su tiempo, son conflictivos. De hecho, en medio de la crisis que vive Casa Hogar, aparece un personaje que le trae una solución para sus carencias económicas pero que es desechado, porque recuerda lo cerca que estuvo Papá Omar de entrar en el mundo delictivo y si bien el tema no continúa desarrollándose en la película, sirve de ejemplo para perfilar al protagonista en su férrea moral y en sus convicciones.

Es verdad que se siente demasiado exagerado que casi todos los personajes restantes sean de un corazón tan amable como de cuento infantil, pero también es reconfortante que los tres días que dura el torneo de pesca sea un pretexto para que cada uno se redima de antiguas culpas y pecados inconfesados.

Y ocurre que el azul que abunda desde la hermosa escena del inicio hasta el final, inundándolo todo, se revela como clave para entender que se apela a la redención, a la fe y a la buena voluntad, valores que a algunos les provoca pudor reconocer. Los tonos azulados que trabaja de manera magnífica en la fotografía Santiago Benet Mari, abarcan más allá del mar y sirven para mostrar las pesadillas del protagonista, logrando secuencias de una inusual limpieza saturando el color azul hasta en las paredes del orfanato, donde se trabaja este color de manera más delicada y suave logrando una uniformidad visual que sirve para vincular ambos espacios en torno a la idea de la esperanza

Desde luego que no podemos desconocer que todos están trabajados desde el estereotipo: los pequeños de Casa Hogar son unidimensionales, alivianan el relato con sus contrapuntos cómicos y permiten que fluya el deseo de su realizador: exaltar lo que sucedió efectivamente y que significó un desafío más que notable. En ese sentido, el mejor personaje es el del pescador que se desarrolla, tiene motivaciones bien claras y que se apoya con una actuación bastante digna del veterano actor Dennis Quaid, que sabe aportar carisma y simpatía por partes iguales.

La dirección de Julio Quintana resulta plana, funcional y discreta, aun cuando sabe sacar provecho al ritmo, a las pequeñas anécdotas y sobre todo a las facetas cómicas de los chicos que habitan Casa Hogar.

Pero el filme tiene encanto suficiente como para salir adelante sin problemas, posee estructura de fábula y se deja ver sin problemas como una película que se aprecia mejor en familia, con los hijos y que puede motivar conversaciones posteriores.

Una sugerencia aparte: se visiona mejor si el espectador elige el español como idioma original, porque se aprecia mejor el lenguaje, las jergas callejeras y los giros que usan los muchachos. Esto porque la apuesta de Netflix trae como idioma original el inglés que, definitivamente, no se condice con las características de lo que se muestra en pantalla que revela una historia real emblemática de México.

 

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación