HISTORIAS DE SALTILLO

A través de sus personajes, sus anécdotas y sus lugares

JUAN JOSÉ CASAS GARCÍA

La guerra contra Estados Unidos y la batalla de La Angostura

“La guerra [escribe el historiador saltillense Carlos Recio] significa dislocar el orden y la armonía que existe en los pueblos […] La guerra es el silencio de las voces ante los gritos de las armas”. Desde que la humanidad se organizó en sociedad, la lucha por los espacios y los recursos no ha dejado de estar presente en la historia. Uno de los más grandes historiadores, el británico y judío Eric Hobsbawm, escribiría su obra magistral Historia del siglo XX, donde puntualizaba que el siglo se había destacado por las constantes guerras. En nuestro país, resulta ser el siglo XIX el que lleva consigo eventos bélicos de mayor envergadura (exceptuando por supuesto la Revolución de 1910), uno de ellos fue el conflicto internacional que llevó al naciente México a luchar contra la potencia en formación de los Estados Unidos. Como testigo ocular del desenlace del conflicto, Carlos María de Bustamante, político mexicano del siglo XIX escribiría el 15 de septiembre de 1847: “Hoy, hace 37 años que en la noche de aquel día se dio la alegre voz de independencia en Dolores. Hoy se da un grito herido en toda la República”. México tenía apenas 26 años de ser independiente.

Para entender el conflicto, es necesario ubicar el contexto histórico de las dos naciones al iniciar su vida independiente. Tras la Guerra de los 7 años (1756-1763), el imperio colonial británico venció a la Corona española y francesa en América, expulsando a ésta última del norte del continente y dejando a Inglaterra hasta el tope de deudas que impulsarían la posterior independencia de las 13 colonias. Los Estados Unidos se independizarían en el contexto de la Ilustración con el apoyo de las naciones y para 1789 ya ratificaban su constitución federal, mientras que en Europa se llevaba a cabo la Revolución Francesa y posteriormente las guerras napoleónicas. Dicho de otro modo, los nacientes Estados Unidos crecían sin interrupciones extranjeras, tanto económica como social y políticamente. Por tanto, para 1821, fecha de independencia de México, los Estados Unidos ya tenían el doble de su territorio y población, además que experimentaban un expansionismo hacia el oeste. El débil México se encontraba en su camino.

Por otro lado, México nacía con un ambiente precario en su fuerza de trabajo, agricultura, comercio y minería, después de una guerra que había durado 11 años. Además de ello, el país se encontraba en bancarrota y tuvo que enfrentarse en dos ocasiones más a los españoles en su tentativa de reconquista: en 1825 y en 1829, aunado con la pérdida de Texas con otra guerra en 1836. El país estaba dividido social y políticamente tanto en el interior como en el exterior, pues la anexión de Texas a Estados Unidos había hundido aún más al país y establecía tensiones entre las dos naciones. La guerra era inminente.

Por su doctrina expansionista y la necesidad de crecimiento y control que ya se veía desde el siglo XVIII, el presidente estadounidense James Polk, veía como objetivos los territorios de California y de Nuevo México. Para lograr dominarlos, envió una expedición militar a cargo del general Zachary Taylor hacia el Río Bravo, al tiempo que enviaba ministros a la Ciudad de México para negociar la compra de las dos provincias. Los mexicanos no recibieron a los ministros pues se consideraba una ofensa, ya que ellos pensaban que eran enviados para negociar una indemnización por Texas, de tal forma que Polk ya contaba con una justificación para iniciar la guerra. No obstante, las tropas militares de los dos países abrieron hostilidades en Tamaulipas, pretexto idóneo para que Polk se dirigiera a su congreso argumentando que los mexicanos “han invadido nuestro territorio y han derramado sangre americana en suelo americano”, ello fue la chispa que detonó la guerra por parte de los Estados Unidos.

La invasión estadounidense hacia México fue realizada en diversos frentes: por un lado, el general Kearney debía tomar California y Nuevo México y por otro, el general Wool tenía que tomar las plazas de Nuevo León y de Coahuila, mientras que Taylor daba su marcha hacia la capital del país, además, la marina tomaba los principales puertos mexicanos. El único ejército mexicano preparado para dar, hasta cierto punto, frente a los estadounidenses, quedó al mando del general Antonio López de Santa Anna. Para septiembre de 1846, los estadounidenses ya habían tomado las principales ciudades del norte del país, incluyendo Monterrey, Parras y Saltillo. Santa Anna planeaba guerrear con el ejército de Taylor que aún se encontraba en la zona norte. Ahora bien, el cuerpo de ingenieros de Taylor observó que el mejor lugar de lucha no era la ciudad de Saltillo, ya que ésta se encontraba en un valle, sino algunos pocos kilómetros al sur, en un pasaje angosto que sería ideal para las tropas norteamericanas. De este modo, el ejército invasor se había acantonado en La Angostura.

El ejército de Santa Anna, superior en número, aunque no en armamento, marchó a lo que él mismo llegaría a comparar con las Termopilas griegas, donde 300 soldados espartanos y algunos otros helenos se enfrentarían a los persas. Su ejército de alrededor de 20 mil hombres (en la batalla se enfrentaron sólo 12 mil) marcharon desde San Luis Potosí hacia Saltillo, es decir, 400 kilómetros en el duro invierno de 1847. Solamente la caminata haría que se perdieran 2 mil efectivos, dicho de otro modo, los mexicanos tuvieron que luchar en un primer momento contra las condiciones climáticas, la mala alimentación y la sed, antes de batirse en combate con el ejército invasor. De este modo, al llegar al sitio de La Angostura, los mexicanos ya se encontraban cansados moral y físicamente. Por otro lado, los norteamericanos se encontraban descansados, bien alimentados y con la posibilidad de reabastecerse, ya que tenían controlados los puertos mexicanos, las ciudades norteñas y las provincias de California y Nuevo México. Se trataba claramente de una batalla que no estaba en igualdad de condiciones.

Los estadounidenses, por lo demás, ocupaban la posición privilegiada del campo de batalla y contaban con mejor armamento. También, y esto es un elemento de primer orden, los estadounidenses tenían construido un sentimiento de cohesión social y de identidad patriótica, no así los mexicanos que aún no desarrollaban el concepto de patria. Los mexicanos no estaban unidos del todo. México no cabía aún en los marcos mentales de la sociedad. Sin embargo, lo que llega a sorprender es que la batalla de La Angostura constituye el único enfrentamiento de la guerra en donde el ejército mexicano hizo retroceder al norteamericano. Los dos ejércitos finalmente se enfrentaron el 22 y 23 de febrero de 1847 en lo que sería conocido como la batalla de La Angostura en la historiografía mexicana.

Los mexicanos tomaron 3 emplazamientos, 3 cañones y algunas banderas del ejército invasor, aunque no se trató de una victoria total, puesto que Santa Anna decidió retirarse del campo de batalla. Es en este punto en que la historiografía oficial convirtió al general mexicano en un traidor, muchas de las veces exagerando la batalla, aunque en realidad se trate, precisamente, de los intentos del siglo XIX de crear una consciencia nacional en la construcción de figuras dicotómicas. Me parece que la mejor conclusión del estado de cosas de la batalla es otorgada por el historiador Carlos Recio, quien ha trabajado arduamente el suceso. Para Recio, Santa Anna decidió retirarse no por traición como se ha querido ver, sino porque sus tropas ya estaban cansadas, sedientas y hambrientas, además de que, en realidad, habían perdido más del doble de soldados que los estadounidenses, con casi 600 bajas y más de mil heridos. Si se continuaba combatiendo el 24 de febrero, pudiese haber tenido una victoria, aunque parcial, ya que, en La Angostura, los norteamericanos sólo pelearon con reservas inexpertas y otra gran parte del ejército de Taylor estaba posesionado en la hacienda de Buenavista (hoy Universidad Antonio Narro). Por lo que, según parece, la decisión de Santa Anna fue la correcta, puesto que se arriesgaba a que el poderío estadounidense los aplastara más rápido sin posibilidad de defender el país a futuro.

Ahora bien, los dos generales se adjudicaron la victoria de la batalla. Santa Anna para aumentar la moral entre sus tropas y Taylor para generar propaganda, pues se adjudicaba haber derrotado un ejército de 20 mil hombres con tan solo 4 mil, slogan que le daría la presidencia de los Estados Unidos después de la administración de James Polk. Aunque por abandonar el campo de batalla, pudiésemos decir que el ejército mexicano perdió la contienda.

En suma, la batalla de La Angostura resulta ser emblemática por diversas razones: fue la única batalla donde el ejército mexicano tomó la ofensiva; fue donde se enfrentaron la mayor cantidad de efectivos; fue donde batallaron por primera vez los San Patricio  (grupo de extranjeros, en su mayoría irlandeses, que desertaron del ejército estadounidense para apoyar al mexicano) como compañía formalmente organizada (ya habían luchado en Monterrey, aunque no como compañía reconocida); y una de las batallas que aportó una gran cantidad de litografías.

En fin, debemos tomar los hechos y analizarlos históricamente en su conjunto y dejar de culpabilizar personajes o anécdotas. Los hubieras no se conjugan en la historia y los hechos ya son parte de Clío en tanto que ciencia social. Actualmente, diversos estudiosos retoman los acontecimientos de La Angostura para analizarlos bajo la lupa histórica, como el profesor Carlos Recio o el Patronato de La Angostura que llevó a cabo la creación de un museo para conmemorar el acontecimiento. Lo que se debe perpetuar es la memoria de los personajes que presenciaron el hecho y tratar de proteger el sitio que se encuentra invadido, ya no por ejércitos, sino por el crecimiento de la mancha urbana, la extracción de piedra, la instalación de cables de alta tensión, la edificación de antenas de telecomunicación, la construcción de tuberías de gas subterráneas y la ampliación de las carreteras. La Angostura es parte de nuestra historia y como tal debemos protegerla.