«Manos Artesanales»: la herencia centenaria de su fundador 

Isidro Juárez Jiménez tenía 12 años cuando, por falta de dinero para un obsequio que darle a su mamá en el Día de las Madres, acudió al taller de talavera de su familia para fabricarle una cazuela. Fue la primera vez que sintió el barro entre sus dedos y pudo experimentar lo que el oficio de sus padres y tíos, con más de 100 años de tradición, representaba. De eso han pasado 59 años pero su pasión por esta artesanía perdura.

«Mi familia se dedica a esto de la artesanía desde hace más de 100 años, desde antes de que yo naciera. La familia de mi papá se dedica al calzado, a la alfarería en talleres pequeños», compartió este lunes con EL HERALDO, Isidro Juárez Jiménez, de 71 años.

EL PROCESO 

Originario de San Miguel Caltepantla, localidad de Hidalgo y con 37 años viviendo en Saltillo, Coahuila, de los cuales siete ha dedicado a «Manos Artesanales», su establecimiento ubicado en Obregón 465, entre Lerdo y Pérez Treviño, Zona Centro, el experimentado artesano cuenta que una sola pieza, independientemente de su tamaño, tarda hasta dos días en estar terminada, pasando antes por un elaborado proceso.

«Toda la artesanía tiene su detalle, no la puedes repetir. El proceso de la talavera es encontrar el barro, ponerlo en agua hasta que se disuelven sus piedritas. Entra a una especie de colado y luego se empieza a fraguar y modelar. Ya que está cambiando de color lo metemos al horno, le damos seis horas, lo sacamos y dejamos que se enfríe», platicó.

«Ya que está frío, empezamos a preparar le vidriado. Ahí le tienes que echar creatividad. Después de esto, ya no se agarra tanto porque se queda marcado. Pasa una hora y se mete de nuevo al horno, arriba de mil 700 grados», ahondó.

Tan conocido es el trabajo de don Isidro que turistas provenientes de países como Estados Unidos, Francia y China, lo han visitado para comprar alguna de sus creaciones.

ICONOGRAFÍA  ANCESTRAL 

Rodeado de vasijas, vasos, platos, macetas, alcancías y objetos decorativos con forma de iguanas, caballos y cruces que fabrica en su taller, Juárez Jiménez relata que entre el barro, la pintura y el vidriado de la talavera, sobreviven raíces de pueblos prehispánicos, cuyos habitantes, al ser conquistados por los españoles, decidieron «esconder» su iconografía en las piezas que elaboraban.

«Talavera es un lugar que está en España, su nombre completo es Talavera de Asunción, de ahí vinieron los monjes Jesuitas y vieron la habilidad de nuestros ancestros para trabajar el barro y darle cierta brillantez. Ellos les enseñaron a hacer el vidriado y los colores», contó.

«Los españoles les prohibieron adorar a sus dioses y ellos se las ingeniaron para preservar sus tradiciones. No es nada más una artesanía decorativa. La talavera tiene significados prehispánicos ocultos dentro de la pintura. Una palmita tiene el significado que hay tres etapas de cultivo, una de espera y tres de cosecha. Tenemos conchitas, una es tiempo de verano y si está invertida es cuando viene el invierno», agregó.

Puebla, Guanajuato, Veracruz, Michoacán y Colima son otros de los estados de México, reconocidos por la elaboración de talavera.

 

SEMBRAR SU ARTESANÍA 

Pese a que sus hijos y nietos se negaron a continuar su legado, don Isidro encontró en habitantes de ejidos de Arteaga, Coahuila como el de Huachichil y Mesa de las Tablas, una oportunidad para hacer que los conocimientos de sus antepasados perduraran; al tiempo que les mostraría una actividad para obtener ingresos. Así inició sus talleres gratuitos en estas comunidades.

«Yo doy talleres en los ejidos y motivo a la gente a que se organice para que pongan sus talleres de producción. Es una forma con la que ellos también pueden crecer. Tratamos de divulgar nuestra artesanía a gente que realmente lo necesita, mi idea personal es transmitirla a la gente del campo para que salga adelante», dijo.

Pero su labor no se limita a enseñar sus conocimientos, ya que parte de las ganancias que genera en su establecimiento, las utiliza para comprar ropa, cobijas o despensas para las personas que viven en estos ejidos.

«Parte de las utilidades que tenemos aquí, las enfocamos en apoyos para los ejidos. Les llevamos ropa, alimentos, una taza o un plato; también les llevamos alcancías para que aprendan a ahorrar. Se siente muy bonito compartir parte de lo que tenemos, veo la pobreza dentro de sus casas y te duele, por eso este propósito», concluyó.

«Manos Artesanales» abre sus puertas de 10:00 de la mañana a 7:00 de la tarde, de lunes a viernes; mientras que los sábados opera de 11:00 de la mañana a 7:00 de la tarde. (OMAR SOTO / EL HERALDO)