ALGO QUE VALE LA PENA LEER

Un pasodoble al olvido

Además de la celebración histórica de nuestra Constitución (de la que ya hemos platicado en otras entregas coincidentes con este día), cada cinco de febrero, desde 1946, la «Monumental Plaza de Toros de México», también celebra su aniversario.

Se trata de la plaza de toros más grande del mundo, con un aforo de aproximadamente 42 mil personas y que a lo largo de 75 años a la fecha, ha sido sede por excelencia de grandes bandas taurinas, que con las interpretaciones de cientos de pasodobles, han difundido un valioso género musical poco a poco venido a menos.

Como regla natural, la evolución suele tener por instinto lapidario, enterrar tradiciones y participar en el nacimiento de otras nuevas. Lo mismo sucede con el combativo y armonioso «pasodoble», que ya sin tardes de fiesta brava, no tendrá razón de ser, pues equivaldría a un musical de Broadway, sin escenario y sin actores. Definitivamente, el género, actualmente en capilla, está condenado a cortarse la coleta. Poco a poco irán siendo menos en el mundo, los tercios en los que el respetable pidiera: ¡Música maestro! y una parvada de flautines, trombones y clarinetes, pasaran a entonar la gala majestuosa de un rezo a «La Virgen de la Macarena» o arrancar «Suspiros de España.»

Y es que fuera de su país de origen, (donde el pasodoble es típico también de celebraciones tradicionales), el género está casado con la fiesta taurina. Como no sería posible dar un lance sin un redoble, sin toreros no hay historias, y sin esas historias, no hay nuevos pasodobles.

La música escapa a todas las barreras y evade todos los encierros, excepto uno: el del olvido. Por ello, en lo subsecuente, quienes gustamos del género habremos de contentarnos con los antiguos Fermines, Silverios y Manoletes, en otras tardes invocados cual fantasmas a través de notas inmortales, tal y como rezaba el escribillo de la famosa tonada de Carlos Cano:

«…Con arte y garbo torero aunque a nadie ya le importe, cántame un pasodoble, un pasodoble torero, lleno de sol y jazmín…»

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

Autor

Alberto Boardman
Alberto Boardman
Columnista