SU CASA

Esta es una película de terror, donde una pareja que ha logrado escapar de la terrible guerra de Sudán del Sur, llega en calidad de refugiados a un poblado alejado de Londres, tratando de reconstruir su vida y asumir la muerte de su pequeña hija, fallecida durante la dolorosa huida. Pero al terror característico, se superpone otro peor y solapado: la incomprensión, el acoso de los vecinos, la indiferencia ante el dolor ajeno, haciendo de esta película de escasos recursos un valioso testimonio respecto de cómo lograr sobreponerse al dolor y la precariedad. Con absoluto dominio de los elementos característicos del cine terrorífico, el director Remi Weekes saca adelante un poderoso retrato de los traumas y pesadillas que persiguen y atormentan a estos refugiados en una casa dominada por los espectros del pasado.

He aquí una vuelta de tuerca al tema de la casa embrujada que hemos visto en el cine. Al igual como sucedía con la película surcoreana “Olvidado”, acá este tema es apenas el pretexto para que el realizador entregue una profunda reflexión acerca de la marginación y la falta de afecto que deben soportar los refugiados provenientes de África en la sociedad británica. La película también se emparenta con recientes experiencias en donde personas de color se ven enfrentadas a tormentos similares, como sucedía en la muy interesante “¡Huye!” o en la serie de HBO “Lovecraft Country”, filmes en donde el proceso de descomposición emocional se une de manera fatal a un entorno social caracterizado por el desamparo, la indiferencia y la estigmatización, lo que provoca situaciones de una gran tensión.

Los protagonistas han logrado escapar de Sudán del Sur, envuelto en cruentas guerras tribales y en este trance han perdido a su pequeña hija, ahogada durante una tormenta, mientras ellos huían en una embarcación atestada de personas que, como ellos, huyen en busca de un lugar en donde rearmar sus sueños.

Lo que no saben es que sus fantasmas los acompañan, sus dolores estarán presentes en la casa que el gobierno inglés les entrega, luego de un doloroso, agotador y humillante proceso de selección para determinar si se hacen acreedores de una ayuda por parte del Estado.

El terror comienza desde que son avisados que han conseguido una casa, en un poblado rural, a las afueras de Londres: los vecinos acechan, la casa está sucia y sin servicio eléctrico y hay un cuarto deteriorado donde, muy pronto, la pareja descubrirá que sus demonios están presentes y buscando venganza.

Con mucha habilidad, el realizador Weekes va entremezclando sutilmente las dos líneas de su relato: las terribles dificultades por las que deben atravesar los refugiados, tratando de adaptarse a otra cultura y los fantasmas que desde las paredes los atormentan noche tras noche. En una secuencia prodigiosa la pareja está cenando casi a oscuras, cuando de pronto todo el entorno se transforma y el marido es arrastrado a un mar embravecido, donde está el germen de su dolor, con una cámara que usa el travelling de manera sutil hasta insertarnos en pleno ámbito del horror.

A pesar de tratarse de un director de poca experiencia, la crítica ha sido enfática en destacar la calidad de su propuesta, sobre todo cuando con pocos elementos (casi mínimos, una pieza, la oscuridad) logra sustentar un relato de terror psicológico que se funde con la denuncia social.

La poca experiencia del director británico no impide que impacte a la crítica de manera positiva, la que ha alabado la fuerza que tiene el filme en su fin autorreflexivo, con momentos oscuros y terroríficos.  Weekes logra traspasar al espectador la tensión, el nerviosismo y el terror de estar dentro de una casa, atrapados, sin luz, a merced de sombras que reclaman venganza lo que va provocando un paulatino descenso a la locura de ambos, con distintos resultados.

Lo que más se agradece es que el director no haya cedido a los efectos especiales habituales, a los golpes de efecto o al manejo de la música, lo que se ve en tantas producciones en la actualidad. La diferencia acá radica en que el horror está muy bien logrado, es por decirlo de algún modo elegante y pleno de creatividad, obligando a sus actores a entregar un trabajo descollante, considerando que casi toda la película prácticamente el relato lo sostienen ambos.

En apenas 93 minutos, Weekes logra transmitir genuina inquietud y tensión, sobre todo cuando sus protagonistas salen a la calle, porque con elementos casi imperceptibles uno puede detectar el rechazo que ellos provocan, las burlas que reciben y la mala voluntad generalizada que van descubriendo a su alrededor. El realizador no pierde en ningún instante ese hilo narrativo de la historia y logra conmover con apenas unos pocos planos. En este sentido, la secuencia de la primera salida a la calle de la mujer, su desorientación entre los callejones y la poca comprensión de los adolescentes a quienes solicita ayuda, es un fragmento terrible en donde se concentra el odio, el racismo y la xenofobia sin que nadie haga nada al respecto.

Otro elemento que llama poderosamente la atención es cómo con muy pocos elementos en la puesta en escena alcanza tanto suspenso y tensión, ya que gran parte de la película transcurre en una habitación despojada de muebles y sin luz eléctrica, siendo capaz de estremecer a los espectadores con su doble relato de terror.

El director Remi Weekes logra de este modo sacar adelante una película que lo sitúa como una gran promesa en el panorama actual del cine británico, especialmente con este notable inicio en un género que es muy difícil de entregar algo novedoso o atractivo sin recurrir a recursos millonarios o estridentes.

“Su Casa” es una experiencia que cautiva, donde cada elemento -desde la iluminación suave para colores cálidos o la música subrayando en su justa medida ciertos instantes- conforman un todo que se agradece de verdad, entregándonos un filme atípico y conmovedor. De esta manera, al llevar la crítica situación de los migrantes y entrelazarla con las películas del género de terror, el director no solo se arriesga y da un paso adelante, sino que logra capturar la inquietud propia de lo sobrenatural instalado en una simple casa de refugiados a la vez que entregar una mirada crítica y necesaria respecto de los traumas que subyacen en cada uno de los hombres y mujeres que tratan de rearmar sus existencias luego de vivir experiencias desgarradoras en sus respectivos países.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación