OBSESIÓN POR LA FLACURA  (I DE II)

La obsesión por la juventud y la belleza y la identificación de ellas con la flacura, es determinante en los trastornos alimenticios.

Hay muchachas delgadísimas que se sienten gordas, por la presión que sobre ellas ejercen familiares, medios de comunicación y redes sociales; lo que detona en ellas trastornos alimenticios y de la conducta, como la Anorexia Nerviosa (AC) y la Bulimia Nerviosa (BC).

Según la Clínica Mayo, una de cada 250 mujeres y uno de cada dos mil hombres, sufrirán AN en algún momento de sus vidas.

Datos del Instituto Nacional de Psiquiatría de México, precisan que cada año hay acá 20 mil casos nuevos de AN y BN; el 90 por ciento son mujeres y solo una de cada cien recibió ayuda sicológica.

De Chile, donde pienso que la obsesión por la flacura en las clases media y alta es mayor que en México, no encontré cifras oficiales.

Pero un estudio realizado en adolescentes, por Alfonso Urzúa, Sandy Castro, América Lillo y Carolina Leal, de la Escuela de Psicología Universidad Católica del Norte en Antofagasta, advierte que estos trastornos constituyen la tercera enfermedad crónica en el grupo de entre 13 y 18 años, después de la obesidad y el asma; afecta a más mujeres y cada año, a edades más tempranas.

He escrito en otras ocasiones sobre este tema, porque hace cinco décadas me impactó la muerte de dos primas hermanas, una de cada lado de la familia, a consecuencia de dietas extremas.

Y ahora varias jóvenes que conozco padecen Anorexia Nerviosa, caracterizada por miedo intenso a aumentar de peso; lo que las lleva a evitar comer y a serias complicaciones físicas y psiquiátricas como depresión, ansiedad y enfermedades cardiovasculares y neurológicas.

La palabra anorexia viene de dos vocablos griegos, an que significa negación y oregis, apetito; y la AN no debe confundirse con la anorexia simple o falta de apetito que no es en sí una enfermedad, sino síntoma de muchas enfermedades y puede ocurrir por razones y circunstancias diversas.

La AN no es síntoma, sino un trastorno específico caracterizado por una pérdida autoinducida de peso, acompañada por una distorsión de la imagen corporal lo que indica un estado patológico y puede tener graves consecuencias para la salud.​

Se inicia en la adolescencia, con una dieta que poco a poco se sale de control y en pocos meses el espejo les devuelve no la imagen de su flacura, sino la gorda que tienen en la mente.

Las primeras muestras de peligro son quejas por no ser flaca, saltarse comidas, inventar excusas para no comer, adoptar dietas vegetarianas excesivamente restrictivas y prepararse sus alimentos.

Al poco tiempo presentan pelo y uñas frágiles y quebradizas, vellos sobre el cuerpo, piel seca, mareos, estreñimiento, anemia leve, pérdida muscular, presión baja, frío constante, períodos menstruales infrecuentes o ausentes e infertilidad; y si recurren al vómito, daño al esmalte dental.

Los médicos la atribuyen a factores sicológicos y ambientales; entre los primeros: perfeccionismo, ansiedad, y baja autoestima aun teniendo éxito en estudios o profesional.

Entre los segundos: pubertad, estrés escolar por exámenes o bullying, fijación excesiva de alguna persona cercana por el propio peso o el ajeno, considerar la delgadez como un ideal, y relaciones familiares difíciles por abuso físico o sicológico.

Se ha sugerido también, que factores biológicos y genéticos y cambios en la función cerebral y niveles hormonales, pueden influir en la AN.

Los tratamientos implican medicamentos y terapia psicológica para identificar, entender y cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento y controlar la ansiedad; y ayuda incorporarse a un grupo con el mismo problema porque suelen rechazar a los médicos, aunque estén gravemente enfermas.

La BN, es otro trastorno alimenticio; su nombre deriva también, de raíces griegas bus buey y bulim hambre.

Es más común que la AN, el 90 por ciento de los pacientes son mujeres y comienza cerca de los 20 años.

Aunque ambos trastornos se manifiestan en hacer dietas, la diferencia radica en la forma de comportarse ante la comida.

Las anoréxicas nerviosas tienen muy bajo peso; las bulímicas nerviosas tienen peso normal o sobrepeso porque hacen dieta, pero luego se dan atracones de carbohidratos -galletas, helados, pasteles y chocolates- y recurren al vómito y los laxantes para echar fuera lo comido; lo que les produce terribles sentimientos de culpa.

La misma persona puede sufrir ambos, de manera sucesiva o alternándolos.

A diferencia de muchos otros trastornos psiquiátricos, la mayoría de las complicaciones médicas derivadas de la anorexia y la bulimia nerviosas, son reversibles al cesar las dietas y los resultados pueden verse en tres o cuatro meses.

 

Autor

Teresa Gurza
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