Importancia de la alimentación en jóvenes universitarios

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Por Elía Roberta Vázquez Piña, Elsa Edith Rivera Rosales de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Coahuila

Se ha observado que la alimentación de la población universitaria ha variado desde los años 90´s hasta la actualidad. Estudios previos realizados han puesto en evidencia la existencia de hábitos alimentarios incorrectos, caracterizados por omitir comidas, abusar de la comida rápida, comer fuera del hogar alimentos muy procesados con alto contenido de grasa saturadas, azúcares y/o sodio y seguir una alimentación poco diversificada. A todo esto, contribuye el desconocimiento de las recomendaciones dietéticas existentes para mantener una dieta alimentaria saludable y variada.

Un estudio que refuerza lo mencionado en el párrafo anterior, fue el realizado por la Revista UNAM en 2013, menciona que en general, a la mayoría de los jóvenes universitarios le gustan los alimentos que consumen a pesar de saber que no son saludables, y afirman que los consumen por la necesidad de satisfacer el hambre, por el gusto y la economía, es decir, que dentro del campus de la UNAM los alimentos chatarra son más accesibles que los catalogados como saludables; en este estudio se obtuvo que la mayoría de los encuestados presenta un IMC (Índice de Masa Corporal) normal, y que pocos estudiantes cuentan con sobrepeso, sin embargo, sabemos que al llevar una mala alimentación por años se tiende a desarrollar enfermedades como diabetes o hipertensión, así como sobrepeso, obesidad, anemia, entre otras.

Las consecuencias de tener malos hábitos alimenticios no se limitan al desarrollo de un trastorno alimenticio o el padecimiento de una enfermedad crónica como la diabetes o hipertensión, una consecuencia directa que ha afectado a la población mexicana durante este 2020 ha sido el COVID-19; lamentablemente esta pandemia ya suma más de 100 000 muertos a nivel nacional, siendo las personas con obesidad, sobrepeso, diabetes e hipertensión grupos de riesgo, por lo que el estado nutricional de la población es fundamental para sobrellevar una pandemia como esta.

Según datos del INEGI, del año 2012 a 2018, aumentó el porcentaje de diagnóstico de diabetes e hipertensión entre la población joven de más de 20 años y más, asimismo, aumentó el porcentaje de tener el colesterol y los triglicéridos altos. A nivel nacional, en 2018, el porcentaje de jóvenes adultos de 20 años y más con sobrepeso y obesidad fue de 75.2% (39.1% sobrepeso y 36.1% obesidad), porcentaje que en 2012 fue de 71.3 por ciento.

Es importante saber si los jóvenes universitarios tienen o no, conciencia sobre la importancia de alimentarse bien, para ello un estudio realizado por la revista Medwave en 2011, encontró que los jóvenes estudiantes identifican la importancia de la alimentación para su calidad de vida; no obstante, perciben que la etapa de formación educacional dificulta su realización, especialmente por la falta de tiempo. Los estudiantes expresan la necesidad de incorporar contenidos acerca de alimentación saludable en sus planes de estudios, especialmente aquellos que pertenecen al área de la educación.

Una alimentación saludable.

Para sentirse saludable y con energía es necesario mantener una alimentación balanceada. Las actividades diarias de los estudiantes universitarios implican un fuerte desgaste tanto físico como intelectual, por este motivo las necesidades energéticas aumentan y se necesita el aporte de ciertos nutrientes; la insuficiencia o exceso de algunos alimentos puede desequilibrar las condiciones óptimas, y por ende afectar la salud.

Alimentarse sanamente involucra seguir una dieta balanceada a fin de obtener los nutrientes adecuados y las vitaminas para mantenerte saludable, atento y con energía durante tus clases, no se eliminan por completo las grasas y azúcares, sino que se equilibra su consumo para un mejor rendimiento.

Aunque no se pueda tener acceso a un nutriólogo para que nos recomiende una dieta balanceada, una guía de alimentación es el plato del bien comer, el cual forma parte de la Norma Oficial Mexicana (NOM), para la promoción y educación para la salud en materia alimentaria, esta guía establece criterios para la orientación nutritiva en México; ilustra cada uno de los grupos de alimentos con el fin de mostrar a la población la variedad que existe de cada grupo resaltando que ningún alimento es más importante que otro, sino que debe haber una combinación para que nuestra dieta diaria sea correcta y balanceada.

El plato del bien comer divide los alimentos en tres grupos:

  • Frutas y verduras
  • Cereales y tubérculos
  • Leguminosas y alimentos de origen animal

De acuerdo con la NOM, las recomendaciones para seguir adecuadamente el plato del bien comer son: comer en gran medida frutas y verduras preferentemente con cáscara; incluir cereales integrales en cada comida; comer alimentos de origen animal con moderación; evitar lo más posible los azúcares, grasas, aceites, edulcorantes y sal; realizar tres comidas y dos colaciones al día; y hacer ejercicio al menos 30 minutos diarios (SIACON, 2019).

Además de tener cuidado con nuestros alimentos, es necesario ver por la correcta hidratación, pues el cuerpo está conformado del 50% al 75 % de agua, esta se pierde a través del sudor, orina, entre otras y al no contar con un reservorio de la misma hay que reponerla al hidratarnos diariamente.

Para tener una buena guía sobre qué cantidades de agua y otras bebidas se deben consumir, la Secretaría de Salud propone la jarra del buen beber, en ella el consumo de las bebidas se indican en un rango de 0 a algún número máximo de tazas o vasos que se pueden consumir al día, es decir si no se consumen es adecuado y en caso de consumirse no deben exceder el numero máximo de tazas o vasos.

Si consumiéramos de 1.5 a 2 litros de agua simple al día obtendríamos la hidratación necesaria, a menos que sean casos particulares con requerimientos o necesidades fuera de lo normal (ISSSTE, 2019).

Otras prácticas que benefician nuestra alimentación es comer despacio y sentado, ya que el comer de pie a pesar de que un estudio calcula que gastamos unas 50 kcal extra, existen otros estudios que vienen a subrayar los inconvenientes de no realizar las comidas sentados, o como mínimo con el torso y las rodillas flexionadas, por ejemplo, según varios estudios, las personas que comen de pie tienden a hacerlo en mayores cantidades, mientras que las personas que comen sentadas, curiosamente, se sienten saciadas antes.

Un estudio de 2013 de la Universidad de Chester, en el Reino Unido, que trataba de ver si al comer de pie se reduce el índice glucémico, descubrió que los participantes del mismo comían más de prisa y masticando menos, o a mayor velocidad, que los que lo hacían sentados. Como consecuencia digerían peor los trozos, mostrando mayor tendencia a las indigestiones. Además, volvían a tener hambre más pronto.

Otro buen hábito alimenticio es conocer el valor nutricional que tienen los alimentos que consumimos, pues nos permite conocer el origen del alimento, su modo de conservación, los ingredientes que lo componen o los nutrientes que aportan a nuestra dieta, y así considerar las cantidades que deberíamos consumir de ellos (AEPap, 2016).