AVISO DE CURVA  

La alianza opositora y las críticas del Presidente

 El estadounidense Robert Dahl ha sido uno de los politólogos más sabios del siglo XX. Con minuciosidad, a lo largo de su vasta obra logró perfilar los requisitos que debería cumplir una democracia para distinguirse de otras formas de gobierno. A la fecha, sus planteamientos continúan siendo los referentes teóricos y conceptuales de los estudiosos de la ciencia política contemporánea. De hecho, a pocos años de su muerte (2014), se le ha llegado a considerar como “el teórico de la democracia”.

Además de la celebración de elecciones regulares, libres, competitivas y justas, quien fuera una de los académicos más destacados de la Universidad de Yale destacó dos obligaciones esenciales para que a un régimen se le considere democrático: la libertad de asociación y la libertad de expresión.

La lógica de la democratización, planteaba el maestro Dahl, consiste en un proceso de ampliación e institucionalización de las libertades civiles y políticas. Por lo tanto, un Estado democrático tendrá que ofrecer las garantías mínimas y las condiciones para que los ciudadanos, actores políticos y partidos puedan ejercer plenamente el derecho de asociarse y manifestarse libremente en dos sentidos: admitir que la oposición puede organizarse en torno a una acción política antagónica al gobierno y, al mismo tiempo, tolerar que el régimen en el poder defienda su proyecto y exhiba públicamente sus razones para descalificar a sus adversarios.

Es claro que la visión de la democracia de Robert Dahl es relevante a razón del proceso político que vive el país rumbo a las elecciones de 2021. En este sentido, puedo decir que tanto la alianza proyectada entre el PRI, PAN y PRD para postular candidatos comunes en 158 distritos federales y al menos cinco gubernaturas, así como las críticas que ha vertido el presidente Andrés Manuel López Obrador a dicha iniciativa son, en términos dahlianos, expresiones políticas legítimas y consistentes con la consolidación de un Estado democrático.

En efecto, el reciente anuncio realizado por Marko Cortés, presidente del PAN, en el que el Consejo Político Nacional de ese partido aprobó aliarse con su enemigo histórico, el PRI, para buscar arrebatar a Morena y sus aliados el control de la Cámara de Diputados, tomó por sorpresa al Presidente y a los dirigentes de su partido.

Por supuesto que falta se concreten de manera formal los acuerdos y las candidaturas comunes de esta interesante y, por decirlo de alguna forma, singular alianza. Sin embargo, de acuerdo con los resultados electorales de 2018 y a los más recientes sondeos que miden la intención del voto para la elección del próximo año, el porcentaje de estos tres partidos en conjunto, estaría a cuatro puntos porcentuales de alcanzar el 43.5% que lograron Morena y sus aliados en 2018.

La preocupación del Presidente es real, por ello ha aprovechado cada oportunidad para lanzar dardos envenenados a la alianza tripartita. Porque si bien el porcentaje de votos de estas tres fuerzas opositoras no refleja la composición actual de la Cámara Baja, en donde Morena y sus aliados doblan en número de diputados al PRI, PAN y PRD, la decisión de sumar los sufragios de cada uno en aquellos distritos en los cuales Morena lleva ventaja, sí podría causar daño al proyecto de la Cuarta Transformación.

La estrategia opositora es muy clara y viable: sumar los votos que en la elección de 2018 se desperdiciaron debido a que en aquellos distritos en donde la suma del porcentaje de los tres partidos se fraccionó, se facilitó el triunfo del candidato de Morena o de alguno de sus aliados.

Siempre y cuando las intervenciones de López Obrador no impliquen una coerción o acoso directo hacia la oposición, acción que el maestro Robert Dahl identificó como propia de un régimen autoritario, sus hacia la alianza deben legítimas, propias de la democracia.

La libertad de expresión de un actor político, incluso cuando se hace uso de la tribuna presidencial, mejor conocida como la ‘mañanera’, es, sin duda alguna, un ejercicio de participación política. Respetar ese derecho, hablaría bastante bien del grado de democratización que hemos alcanzado durante las últimas décadas. De lo contrario, estaríamos acotando la libertad para el disentimiento político y, en consecuencia, presidiaríamos de un ingrediente fundamental de la democracia.

Por lo anterior, manifiesto mi descuerdo frente a quienes consideran a la alianza opositora como algo ilegítimo o antidemocrático.

Al mismo tiempo, considero excesivas y sin fundamento las pretensiones del Instituto Nacional Electoral para acotar las intervenciones discursivas del Presidente cuando se refiera a la alianza y a otros temas electorales.

Ambas acciones, alianza y críticas presidenciales, son, en el marco de las libertades políticas de Robert Dahl, democráticas.

 

olveraruben@hotmail.com