CRÓNICAS TURÍSTICAS

 

 

“Africam Safari” una experiencia nocturna de la sabana en la ciudad de Puebla

Siempre que me hablan de safari, mi cabeza recurre a los grandiosos recuerdos de la infancia, cuando veía una serie que muchas veces repitieron en televisión y que muchas generaciones pudimos disfrutar, me refiero a “Tarzán”, producida por la NBC y protagonizada por el gran Ron Ely, que comenzaba con la presentación de animales salvajes en la sabana, su ambiente natural y cuya entrada mostraba al protagonista luchando contra un león real.

Este recuerdo siempre incentiva mi deseo infantil de ver animales en vivo, escucharlos rugir o verlos moverse de un lado a otro, inclusive observar cuando pelean o juguetean. Estar frente a ellos, claro, con todas las medidas de seguridad, es impresionante y eso siempre me motiva a emprender un safari, con todas las limitantes que esto pueda significar, si en vez de hablar de África nos dirigimos al Africam Safari.

Se trata de un lugar fabuloso, ubicado en la periferia de la ciudad de Puebla, en la Carretera al Oasis, en Valsequillo, a 16.5 kilómetros del centro de la ciudad, donde podemos encontrar de todo tipo de animales, que por cierto, en la temporada de fin de año, es decir, noviembre y diciembre, se especializa por ofrecer el servicio de safari nocturno, donde podemos experimentar un pase por la llanura poblana, llena de animales en su ambiente natural, todo analizado desde la seguridad de un autobús.

La llegada nocturna al Africam permite a los visitantes utilizar su día en otras actividades turísticas como el paseo por el Centro Histórico, que le permite caminar por calles que nos hacen sentir como en la época de la colonia, aunque también nos incitan al consumismo, pues en prácticamente todas las calles encontramos restaurantes, tiendas de ropa, zapaterías y hasta los deliciosos tacos árabes, que por cierto nos hicieron parar nuestro camino en la calle 16 de septiembre, donde se encuentra La Oriental, cuyo eslogan es “la cuna del taco árabe”, aunque a título personal, no encontré la delicia de sus platillos, pues solo probamos un taco cada uno. Para Kary, el taco tampoco representaba la delicia que años antes habíamos probado en Puebla.

Continuamos caminando y en la Av 2 Pte 311 encontramos una taquería donde antaño habías comido y nos metimos a comparar la comida, me refiero a los “Tacos Árabes Bagdad” del Centro, donde el sabor nos pareció mucho mejor al anterior, si bien el espacio es más amplio, no está tan estilizado por en La Oriental, pero lo importante es disfrutar la comida al máximo y en ese tenor, llegamos al lugar adecuado.

Como todavía era temprano, es decir, las 4 de la tarde, decidimos volver caminando al Zócalo poblano para ayudar a nuestro intestino con la labor de la digestión y con el propósito de encontrar el Turibus, que se encuentra frente a la heladería y cafetería Santa Clara, donde pedimos nuestro café para la espera y luego subimos al bus para hacer un recorrido por la ciudad, que nos permite ver las diversas plazas donde se encuentran pequeñas villas navideñas, que se pueden disfrutar en cuento la oscuridad de la noche lo permite, aunque por el momento hay mucha luz.

El paseo fue agradable, el frío no es un factor limitante, pues no pega tan intenso como en años anteriores y permite que un suéter abrigador sea la única prenda que usemos para tener movilidad, aunque con el paso de los minutos y la llegada de la oscuridad vespertina-nocturna los grados del ambiente van en detrimento hasta ubicarlos en 8, temperatura soportable, aunque para no fallarle cada uno lleva una chamarra calientita para usar encima del suéter.

Volvemos al Zócalo para esperar un poco en la plaza y luego subirnos al camioncito ornamentado con animales de fibra de vidrio, cuan imagen de cartel de la película “Jumanji”. Es un poco incómodo el transporte, pero coincidimos en que solo será para llegar a la entrada del parque, del que por cierto, adquirimos nuestros boletos en la oficina de turismo, ubicada frente al Zócalo.

Más o menos 40 minutos de camino y llegamos al famosísimo “Africam Safari”, que es la cima de un ascenso pesado para el autobús. Nos recibe un anuncio del restaurante “Kilimanjaro” donde ofrecen chiles en nogada, un platillo muy típico de la ciudad, aunque lo interesante está al llegar a nuestro destino.

Nos reciben los boletos e invitan a ingresar a un auditorio al aire libre, donde primero hay mucha iluminación y poco a poco todo se va quedando oscuro, dejando una vista espectacular del cielo poblano lleno de estrellas, matizado por un viento helado que nos permite entender que estamos muy cerca del invierno, afortunadamente traemos una chamarra para protegernos del frío.

Unos tambores africanos rompen la solemnidad del momento y nos trasladan a la locación de Tarzán, un bailarín entra en escena con una antorcha con la que realiza malabares, alumbra el entorno. Más bailarines salen a cuadro y más tambores aparecen iluminados con reflectores de colores rojizos que asemejan al fuego… espectacular.

Salimos de este gran espectáculo y subimos a los camiones que nos asignan para el recorrido nocturno. Vemos una actividad mayor al día, vemos mucho movimiento, incluso un elefante se apresura a trasladar su comida y nos impacta un rinoceronte que nos observa con detenimiento, generando un ambiente de temor entre los guías por un posible ataque, así que seguimos. Vemos muchos animales.

Al final de recorrido nos dejan en la entrada del serpentario, para recorrer esa zona con calma, aunque la caminata no es nada grata, pues al no haber llovido en días, la tierra está muy suelta y cada paso provoca una polvareda de dimensiones colosales, que encienden mi alergia al polvo, aunque a Kary también la afectan un poco.

Decidimos salir para esperar nuestro transporte de vuelta al Zócalo poblano, pues nos hospedamos en un hotel Santiago en una esquina del jardín principal y ya queremos llegar a darnos un baño y descansar del ajetreado paseo.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter en @Cinematgrafo04, en Facebook con “distraccionuniversitaria” y mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

 

Autor

Héctor Trejo
Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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