EL MESÓN DE SAN ANTONIO

La vida eterna y el ocio

“Descanse en paz” es una petición que se hace en los rezos para los difuntos. La vida eterna, el paraíso, son promesas de resurrección, para cuando despertemos a la otra vida.

El tema del descanso es un ingrediente que ronda en nuestra visión cosmogónica y que provee un impulso para vivir en un canon. ¿Cómo sería una vida eterna viviendo en constante bullicio? De un lado para el otro, sin dejar de descansar, sería cosa fatigada.

“Descanse en paz”, decimos pero, ¿de cuándo datará esta oración? De pronto cuando la expresamos, nos referimos a una sensación de fatiga constante, sin energía eléctrica, sin música a su antojo. Yo creo que la frase nació cuando no había agua corriendo en tuberías en casa, cuando la vida era monótona, de puro trabajo desde el amanecer hasta el anochecer, cuando la gente se moría más joven, sin alicientes; cuando se tenía que dormir temprano porque las labores buenas eran las que se hacían a plena luz del sol, y las malas, las movidas por el diablo, eran las que se hacían a oscuras… entonces uno aspiraba a poder descansar en la tumba, descansar de esta rutina que estaba pegada como sombra.

“Descanse en paz” era entonces el deseo de sosiego, de tener equilibrio.

¿Se ha preguntado, estimado lector, a qué se refería el bullicio? ¿Qué presión tenía un mortal para pedir descanso? Terminaba la luz y venía la calma, la reparación de fuerzas.

Estamos en las manos de Dios, aunque por si las dudas, despertábamos al ángel de la guarda, le ofrecíamos un café, que nos durmiera y que cumpliera puntualmente su misión.

Descansar es también relajarse, reposar, yacer, dormir, sería bueno escoger y separar la palabra que más cuadre para nosotros, será para toda la eternidad.

Hace por lo menos 25 siglos en el diálogo “El banquete”, Platón reunió a personajes míticos como el Amor, Deseo y Eros; el resultado fue que se trastocaron los significados y Deseo se convirtió en una palabra cargada de amor y erotismo, sin embargo, esta apetencia los siglos la concretaron sólo en un deseo carnal.

¿Todo esto ayuda a aliviar la fatiga y las dolencias físicas o morales? “Requiem aeternam dona ei (eis) Domine. Et lux perpetua luceat ei (eis). Requiescat (requiescant) in pace”.

(Dale Señor, el descanso eterno. Y brille para él la luz perpetua. Descanse en paz).

Porque esa luz acompañaría al mortal e inmortal en su viaje.

Existe una palabra que acalambra cuando queremos decir descanso: ocio. Mediom estropeado el concepto, guarda un decoro que se vuelve resbaladizo, jabonoso. El ocio lo minimizaron a rascarse la panza, ¿qué utilidad puede traer esta acción? Ninguna en apariencia, pero a veces reconforta el alma.

Las siglas RIP se acostumbran a colocar en las lápidas de los difuntos, así como los epitafios. Estas siglas hacen referencia al final de la liturgia de la Iglesia Católica, en el momento especial en el cual se rezan las oraciones dedicadas a los difuntos, con el objeto de que el alma del fallecido encuentre la paz eterna.

Pero de tanto buscar el paraíso, aunque sea en el más allá, nos perdimos. Su contenido se dilapida, se oscurece. ¿Qué pasó? Ya no sabemos el camino. ¿Quién nos conduce hasta allá?

Volvamos un poco, recordemos a Jaime Sabines y su “Adán y Eva”.

– Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos.

Eva, levántate.

– ¿Tengo amor, sueño, hambre? ¿Amaneció?

– Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.

– Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo a ti.

Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas.

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo