Cuba: un asombroso surtidor de paradojas

         Por: Iliana Restrepo

Por fin hemos llegado, mi esposo y yo, a ese largo lagarto verde, como llamaba Guillén a la isla de Cuba. Mi ilusión era visitarla antes de que terminara la época de los Castro (1). Tal vez por morbosa curiosidad, quiero verificar por mí misma si todo lo que se habla, positivo o negativo, es cierto.

La primera impresión

Es noviembre, acaba de pasar el huracán Sandy que castigó con fuerza a la ciudad de Santiago, pero en La Habana hace un tiempo maravilloso. Un radiante sol con un clima bajo en humedad y que no excede los 25ºC. Al aterrizar en el aeropuerto José Martí, de La Habana, pienso en todo lo que sabía y sentía, antes de tener el privilegio de estar en Cuba; admito que este país siempre me ha causado gran admiración. Y aunque sea políticamente incorrecto y me tachen de comunista, o de fidelista, también confieso que Fidel, no sé si será porque se parece físicamente a mi padre, o por los logros sociales y la tenacidad con que ha resistido tantos embates, ha despertado siempre mí simpatía y admiración. He aquí mi primera paradoja: ¿Por qué un dirigente que va en contravía de tantos de los principios que deben caracterizar a un buen gobernante, despierta en mí estos sentimientos? Por otro lado, siempre que pienso en Cuba, en el pueblo cubano, se me viene de inmediato a la cabeza, como un reflejo condicionado, la palabra Dignidad, pero en mayúsculas. Porque para mí, Cuba es el modelo de la dignidad de un pueblo. Había llegado el momento de comprobarlo. En esto voy pensando en el taxi que nos lleva del aeropuerto a la casa particular, en La Habana vieja, donde nos vamos a alojar cuando, sin previo aviso, golpea mi vista la ciudad en todo su esplendor, con sus carros modelo años 40 y 50 rodando por unas calles amplias, semivacías pero bordeadas de edificios que nos recuerdan a Buenos Aires, París o Madrid. Así de impactante es la arquitectura habanera. Al verlas pienso que hasta sus edificaciones han envejecido con dignidad. Muchas están ruinosas, pero conservan su grandeza y su monumentalidad. La Habana, a diferencia de Cartagena y de otras ciudades del Caribe, no es colonial. Tiene vestigios de construcciones coloniales pero en su gran mayoría las edificaciones tienen la grandeza y el aire de las urbes europeas más importantes. La ciudad nos muestra su pasado como centro de poder y riqueza. Al llegar nos recibe Adela, la dueña de casa, una cubana muy amable; una mujer madura, un tanto reservada y discreta, pero muy cortés. Ella es lo que ahora llaman en Cuba una cuentapropista. Personas que tienen autorización del Gobierno para tener su propio negocio y producir con él, pagando impuestos al Estado. Cada día hay más cuentapropistas, con restaurantes a los que llaman paladares, puestos de perros calientes, pizzas, hamburguesas, taxis, bici-taxis, coco-taxis, entre otros. Poco a poco, con paso tímido, se ha venido incentivando la propiedad privada y el trabajo por cuenta propia.

La habitación asignada está muy bien. Limpia, con baño privado, sin lujos pero con todas las comodidades necesarias. Pagaremos 25 CUC (equivalente más o menos a 25 dólares americanos) por noche (por la habitación), más 4 CUC por persona por el desayuno diario, que resultó ser muy sencillo pero bien hecho y bien servido. Adela vive con sus dos hijos, su esposo y su madre. La casa es amplia, agradable y cuenta con una excelente ubicación. Queda a la vuelta del antiguo Palacio Presidencial y del Museo de la Revolución y tan sólo a una cuadra del mítico y populoso malecón, al que llaman el sofá o el banco más largo del mundo. En las tardes, cuando baja el sol, se colma de gente que llega allí para pescar, conversar, tomarse unos roncitos escuchando música o simplemente para disfrutar del atardecer y la brisa marina, cuando el fuerte oleaje lo permite.

Los contrastes de La Habana

No vemos la hora de salir a caminar para comprobar por nosotros mismos lo que tantos otros nos han descrito de La Habana. Cuando salimos, percibimos que realmente estamos en el corazón de la ciudad vieja. A contadas cuadras nos encontramos con toda su grandeza. La avenida del Prado, los hoteles Plaza, Telégrafo y Presidente, el Capitolio, el Gran Teatro de La Habana con sus salas García Lorca, Lecuona, Lezama y Bola de Nieve. A los dos días de estar en la isla, asistimos, en la preciosa sala Lorca, a un espectáculo de danza, en el marco del Festival Internacional de Ballet de La Habana que se realiza por estos días. Fuimos a la premier de una obra, coreografía de la reconocida bailarina Alicia Alonso, quien a sus más de 90 años todavía dirige obras para el Ballet de Cuba. Además nos sorprende que esté presente en el teatro durante todo el evento. El estreno es un homenaje, por el centenario de su natalicio, al escritor cubano Virgilio Piñera. Otro día estuvimos en otro espectáculo en el marco del mismo festival, en el moderno y amplio Teatro Mella, en la zona del Vedado. Los dos días los teatros tuvieron lleno total, con público mayoritariamente cubano. Las boletas son subsidiadas para ellos, y se privilegia a los locales frente a los extranjeros.

Todos los sitios que recorremos están rodeados del más puro ambiente cubano. La música vibra por todas partes, pero sin ruido…; es decir verdadera música, sin amplificación en ninguna parte. Esto, por contraste con lo que vivimos a diario en Cartagena, nos encanta (y nos permitió ratificar lo que pensamos), a diferencia de tantos otros: El Caribe, como lo pude comprobar también en República Dominicana, Puerto Rico y Panamá, no es bulla, no es ruido, es alegría, es música. Ese día y los siguientes, caminamos muchísimo por la ciudad vieja donde se ven también parques bien cuidados con bella y exuberante vegetación. La gente se ha apropiado de estos espacios, los usa y los disfruta. En el parque frente al Teatro, se reúne diariamente lo que han denominado la tertulia beisbolera. Discuten todo el día y todos los días sobre la llamada pelota caliente y los transeúntes se van uniendo o dejando el grupo pero siempre hay un buen número de participantes que animan el espacio con una amable y sana discusión deportiva que no incluye violencia ni ánimos exaltados.

Se puede apreciar en toda su magnitud el valorado y prolijo trabajo de restauración que ha hecho, desde la dirección de la Oficina del Historiador de La Habana, el historiador Eusebio Leal, a quien llaman cariñosamente “el dueño de La Habana”. Entre estas obras están, la Plaza Vieja, la de San Francisco, la de la Catedral y la de Armas con su ventorrillo de libros viejos y la imagen del Ché y Fidel inundando todos los rincones; los vendedores ofreciendo la moneda con la imagen del Ché, los habanos que fumaba el Ché, gorras y camisetas con su imagen…; el clásico culto a la personalidad de un hombre. También hay libros sobre la Revolución, revueltos en los mismos estantes con otros de distinta factura como misales antiguos, obras literarias, álbumes con las marquillas de los tabacos clásicos, estampillas y monedas antiguas…; en fin, una deliciosa miscelánea de suvenires.
Mientras camino, en mi cabeza retumba la historia de las últimas seis décadas de Cuba. Este país fue vilipendiado, durante años, por su vecino del norte con la complacencia de sus propios dirigentes. Sin embargo encontraron la forma –tal vez no la mejor y no es mi propósito defenderla- de sacudirse y decir ¡basta! Se quitaron de encima no sólo una dictadura opresora sino una humillación extranjera sin límites e iniciaron la búsqueda de un camino propio. No ha sido un camino sembrado de suaves pétalos, sino uno lleno de laberintos, afiladas espinas y trampas insondables, que fue creando confusión en sus dirigentes, quienes después de haber conseguido lo impensable, erraron el camino aislando a su pueblo, equivocándose al elegir sus aliados y sosteniendo un sistema económico, que hoy es prácticamente inviable. Además cometieron el mayor error: durante décadas han tapado la boca de su pueblo, coartando muchas de sus libertades y han mantenido una dictadura fuerte y anacrónica, que no permite que la gente se manifieste abiertamente y pueda elegir libremente su destino.

Llevamos varios días recorriendo la ciudad y disfrutándola. Caminar por la bulliciosa y abarrotada calle Obispo con sus ventas de artesanías, hotelitos, galerías de artistas, paladares, bares y librerías, buscando el Floridita para tomarse la infaltable foto con Hemingway en el bar donde dicen que se prepara el mejor Daiquirí del mundo, es una obligación. Otros imperdibles son, el mojito en La Bodeguita del Medio, visitar el hotel Ambos Mundos, donde vivió Hemingway, o almorzar en La Guarida, paladar donde se filmaron algunas escenas de la exitosa película Fresa y Chocolate. Las nostálgicas farmacias del siglo XIX como la Sarrá, Johnson y Taquechel son un encanto con sus pomos, morteros, balanzas e instrumentos antiguos, donde hoy se venden hierbas medicinales y se preparan otros medicamentos naturales.

Mientras caminamos, escudriñamos hacia adentro de las enormes casonas, casi todas con las puertas abiertas. Nos encontramos con bellísimos pero ruinosos interiores, con ropas de todos los colores tendidas al sol y al viento en balcones y terrazas. Escaleras y pasamanos de mármol de Carrara, pisos con baldosines importados y portones, frontispicios y rejas de la mejor calidad y diseño por todas partes, que aun así, ruinosos como están, son un deleite para los sentidos. Muchas personas viven apretujadas en estos grandes caserones antiguos, otrora opulentos, a los que llaman solares (inquilinatos), donde a veces hasta 10 o más familias conviven compartiendo tan solo un baño por piso. Por otro lado, es cierto que en toda la isla no hay nadie que viva en casas precarias de cartón y plástico y nadie vive o duerme en la calle.

Desde la Oficina del Historiador, a través de su propósito de restauración, se ha venido adelantando un plan especial para mejorar estos solares, que busca, además de rescatar el patrimonio tangible, cuidar que no se maltrate ni se desplace a la gente que allí vive; quieren que los habitantes permanezcan pero en mejores condiciones. Nos cuenta nuestro buen amigo Nelson Melero, quien ha trabajado de cerca con Leal, que tienen albergues temporales especiales para las personas que habitan las casas mientras estas se intervienen. Como al restaurar y mejorar las condiciones habitacionales de estas casonas no cabría el mismo número de familias, se negocia con quienes acepten salir de la ciudad vieja y se les ofrecen otros lugares que a su vez se arreglan o se construyen especialmente para ellos; pero a quienes no quieran salir, se les respeta su deseo. De esta experiencia, se debería tomar ejemplo y así evitar que Getsemaní se termine convirtiendo en un barrio fantasma, como ya sucedió con el centro amurallado.

Más, ¿es siempre mejor?

En Cuba no hay supermercados, ni almacenes por departamentos y mucho menos centros comerciales. Las compras de comida se hacen en tiendas de barrio, carnicerías o en pequeños mercados muy poco surtidos o carretas callejeras como las nuestras. El comercio de ropa y otros bienes, consiste en almacenes a la antigua, provistos con lo estrictamente necesario. Casi todas las mercancías escasean por temporadas y hay épocas en que hasta comprar un cepillo de dientes o un jabón se vuelve una odisea. Tampoco hay opción de elegir marcas en ningún producto. Hay que arreglárselas con lo que se encuentre. Pero paradójicamente con tan poco, ningún ser humano se acuesta sin algo en el estómago, toda la población tiene acceso a la salud, a la educación, a la cultura, a la literatura, al deporte y a un mínimo vital de alimentación, que reclaman utilizando la famosa libreta de racionamiento, que infortunadamente cada día es más precaria. Las oportunidades, los escasos bienes y el dinero, se reparten lo más equitativamente posible. Lo difícil es, que al no tener mucho que repartir, todos o casi todos, tienen enormes carencias materiales y esto, sumado al bloqueo, les impide beneficiarse no sólo de diversos productos sino de los adelantos tecnológicos con los que contamos otros. Pero como decía, nadie carece de lo fundamental y todos tienen una vida digna, si por dignidad entendemos que se tienen las necesidades básicas cubiertas.

Para comprar algunos libros, entramos a una librería en la calle Obispo. Debo decir que compramos 12 libros por menos de 5 dólares, lo cual da la dimensión de la importancia y el subsidio que tiene la industria editorial. “Leer es crecer” se lee en varios carteles. Cuando estamos en la caja, nos damos cuenta de algo que es muy curioso para quienes vivimos en una sociedad de consumo: no se consiguen bolsas plásticas. Estas, son un verdadero lujo. Nos queremos llevar los libros pero no hay donde empacarlos; afortunadamente estamos con un amigo local que lleva en su maletín, como todos los cubanos “por si acaso”, varias bolsas o jabas, como las llaman ellos, y nos saca del apuro. “La jaba – nos dice – es en préstamo y con carácter devolutivo”. Ellos bromean diciendo que el cuerpo de los cubanos no se divide, como el de todos los demás mortales, en tres partes sino en cuatro: cabeza, tronco, extremidades y jaba. Pero esta carencia, tiene sus importantes ventajas. Al no usar elementos plásticos desechables, no producen basura que contenga empaques de icopor, plásticos o similares, lo cual es un aporte ecológico enorme.

La sociedad de consumo en la que estamos inmersos muchos pueblos del mundo, nos está consumiendo como individuos y está consumiendo nuestro planeta poco a poco sin que nos demos cuenta y sin que se tomen las medidas adecuadas para evitarlo.

Pero La Habana no es tan solo la ciudad vieja, aunque sí es la zona más visitada. Entre los otros barrios, se destacan los más conocidos como Miramar o El Vedado, con sus enormes casas aristocráticas donde funcionan las embajadas y residen las familias más acomodadas de la ciudad o que han servido bien a la Revolución y al partido. Están también múltiples barrios residenciales donde vive el grueso de la población, que infortunadamente no tenemos tiempo de visitar.

La presencia de los ausentes

Nos impresiona otra lujosa y bien cuidada ciudad de 57 hectáreas que está dentro de La Habana. Es la bellísima Necrópolis o Cementerio de Colón. Las elaboradas, engalanadas y cuidadas tumbas y mausoleos son de un preciosismo inigualable. Esculturas de la Pietá, ángeles y arcángeles en mármol, alabastro o piedra, engalanan el entorno de quienes lo habitan y que ya no están vivos pero que dejaron para la posteridad su sello de grandeza y opulencia que perdura hasta hoy. Lo recorremos con gran interés y visitamos las tumbas más representativas.

Entre estas, nos llama la atención una con una historia singular. Es la de “La milagrosa”. Una mujer que murió de parto junto con su bebé. En la bóveda, su padre, el conde Balboa, hizo que un escultor tallara la figura de Amelia con el niño en los brazos y portando una cruz. Fue enterrada con su hijo a los pies; después de un tiempo, con ocasión de unos trabajos de reparación, tuvieron que exhumar el cadáver y dicen que la sorpresa fue mayúscula cuando encontraron el cuerpo de la mujer, casi intacto y al niño en sus brazos. La gente le reza con fervor como a una santa, y alrededor de su tumba hay una innumerable cantidad de pequeñas lápidas que agradecen, con distintas palabras, los milagros concedidos.

La pacífica lucha del día a día

Disfrutamos mucho que en toda la isla se respire tanta paz y seguridad. Se puede caminar por sus calles, a cualquier hora, con la tranquilidad de que no le van a robar a uno; a lo sumo, algunos llamados jineteros, tratarán de embaucar al turista para conseguir algún dinero, pidiendo que se les invite a unos tragos, o intentar venderle tabacos u otras artesanías, como nos ocurre, pero nadie se acerca a uno para hacerle daño. La prostitución existe como en todos los lugares del mundo, y más en ciudades turísticas como nuestra Cartagena y tantas otras. Las chicas, a las que llaman jineteras, en ocasiones son estudiantes universitarias y tienen arreglos con ciertos administradores de los establecimientos de rumba y/o con algunos guardias de seguridad de los hoteles, con quienes comparten lo que consiguen, pero al mismo tiempo ellos se encargan de protegerlas. En Cuba, si un turista se propasa con una de estas chicas, la puede pasar muy mal.

La sociedad cubana, como muchas otras alrededor del mundo, es patriarcal. Sin embargo las oportunidades están disponibles por igual para hombres y mujeres. El aborto es legal desde 1965, como un derecho de la mujer. Es una sociedad que no se caracteriza por el maltrato de género, sin embargo en el ámbito íntimo de la familia existen parejas donde todavía se dan estas conductas; pero de forma general, la comunidad rechaza y sanciona estos comportamientos. El orden social cubano, no engendra violencia estructural, ya que el principio de igualdad y no discriminación están incorporados a todas las leyes y políticas del país y son considerados valores fundamentales que se inculcan desde la primera infancia. El maltrato, la violencia y el trabajo infantil, son casi inexistentes y son sancionados no sólo por la ley sino también por la sociedad.

Es poco común que un cubano le robe a otro cubano. Le roban al Gobierno, sustrayendo pequeñas cosas o alimentos durante su trabajo, eso sí…; dicen que lo hacen para poder subsistir y, como mecanismo de defensa, a esos hurtos eufemísticamente los llaman “la lucha”. La gran mayoría está en esa lucha, porque es prácticamente imposible vivir con el equivalente a 20 dólares mensuales de sueldo que paga el Gobierno a la mayoría de los trabajadores, sean estos médicos de renombre, abogados, ingenieros etc. La lucha diaria por tener un poco más de lo estrictamente indispensable es muy dura y como ellos mismos dicen, muy difícil de explicar. A veces ni ellos mismos entienden cómo logran vivir con ese ingreso. Sin embargo cuando hablan de las dificultades de su lucha diaria, lo hacen con calma y no se percibe rabia ni amargura en su voz. Se vislumbra, eso sí, un dejo de desilusión pero también una gran esperanza de que las cosas cambien y por fin se resuelvan.

Cuba tocó mis fibras más profundas y me hizo evidente, lo que ya llevo intuyendo desde hace varios años: se puede vivir plenamente feliz con muy poco si se tienen las necesidades básicas cubiertas y si se está rodeado de cariño, de paz y de seguridad. Para visitar Cuba, hay que dejar en casa muchos prejuicios y preconceptos. Esto facilita el que se puedan percibir, no sólo el verdadero encanto de su gente, sino sus logros y sufrimientos.

Los invito a ver en el siguiente enlace un video con una crónica del viaje en fotografías, acompañadas con buena música cubana: http://www.youtube.com/watch?v=nF3DdCnUZtc

Crónica final de viaje, observación y reflexión sobre algunas ciudades como Cienfuegos y Trinidad, en la Cuba de hoy.

Además de La Habana tenemos ahora la oportunidad de visitar las emblemáticas ciudades de Cienfuegos, Trinidad y otras poblaciones vecinas. Como muchas otras cosas, en toda la isla, el transporte público está subsidiado y es casi gratis pero también es escaso y de baja calidad.

Paradójicamente es fácil viajar, porque las vías y las carreteras son buenas y están, tal vez por el poco uso, en buen estado. La impresionante Autopista Nacional, que nos lleva a Cienfuegos, fue construida por la revolución en los años setenta, tiene cuatro carriles en cada sentido y cuenta con un tráfico irrisorio. Parece una pista de aterrizaje. Algunos creen que ese fue parte del propósito de construirla así. El proyecto estaba diseñado para que cruzara toda la isla, pero por problemas de presupuesto sólo ha podido llegar hasta la mitad.

El denso tejido social

Cienfuegos, cuyo centro histórico urbano fue declarado patrimonio cultural de la humanidad por UNESCO en 2005 y llamada la Perla del Sur, nos recibe con una valla a la entrada que tiene una frase de Fidel: “A este pueblo tenía que venir aunque fuera a saludarlo… 6 de enero de 1959”. Esto se explica en razón de que los cienfuegueros fueron leales a la Revolución y duros combatientes. La ciudad se encuentra asentada a orillas de la pequeña, pero hermosa bahía de Jagua. Benny Moré -el bárbaro del ritmo- tiene un sitio especial en el corazón de los cienfuegueros, tal vez por su conocida composición dedicada a la ciudad. En el bulevar principal suenan, dos veces al día, como si fuese el himno nacional, algunas de sus composiciones más conocidas.

Visitamos el parque Martí, rodeado por edificaciones de llamativa arquitectura donde predominan la neoclásica y la ecléctica. Esta última, marca la característica en toda la isla. Es una delicia recorrer la plaza, admirar la estatua en honor al llamado apóstol de la independencia cubana, José Martí situada en su centro; sentarse en alguna de sus múltiples bancas, cobijarse bajo su templete y visitar en sus alrededores el Teatro Tomás Terry, cuya tipología corresponde a los llamados coliseos a la italiana, la catedral Purísima Concepción, la Casa o Palacio de la Cultura y alguno que otro almacén de artesanías, entre otros.

Es delicioso caminar al amanecer o al atardecer, por su amplio y bien construido malecón a orillas de la bahía. Recorrer la avenida Prado que atraviesa la ciudad de norte a sur hasta la zona de Punta Gorda, con sus casas solariegas a lado y lado, que me recuerdan las primeras casas modernas de Manga, Bocagrande y Castillogrande, en Cartagena. Podemos admirar la imponente arquitectura neoclásica del Club Náutico y, al final de esa vía, visitamos el Palacio de Valle, impresionante mansión, construida en los años veinte por el español Acisclo Valle Blanco. Es una residencia bastante pretensiosa, joya del estilo ecléctico, que combina el neoclásico con el mudéjar y pretende evocar la Alhambra de Granada. Debe abonársele a la revolución el hecho de que no hayan destruido este tipo de residencias, símbolos de la opulencia de una época, sino que por el contrario, les han dado uso como escuelas, centros culturales etc. y su mantenimiento ha sido esmerado.

Tenemos la oportunidad de compartir y conversar largamente con la familia (madre, hermanos, hijos adultos, y sobrinos adolescentes) de un querido amigo cubano que vive en Cartagena y visitamos, en el Prado, la galería/estudio de unos jóvenes artistas, donde produce y exhibe su obra la hija, artista plástica, de otro buen amigo. Uno de ellos nos cuenta que había estado en Cartagena, trabajando en la Escuela de Bellas Artes y recuerda a Cartagena y a su gente con mucho cariño y nostalgia. Percibimos que las familias en Cuba son muy unidas, el trato de los chicos hacia los mayores es respetuoso y siempre están dispuestos a colaborar con las labores domésticas sin protestar; saben que es su deber, pero lo hacen con amor. Todos nos reciben con generosidad, comparten con placer lo que tienen y nos abruman con su cariño y atenciones.

En la carretera le damos un “aventón” “chance”, o “botella” como lo llaman ellos, a un joven de 32 años, casado y con hijos pequeños, que casualmente va para un poblado llamado Cartagena, situado en la provincia de Cienfuegos, tomando la Autopista Nacional hacia La Habana; nos cuenta que se desplaza todos los días de Cienfuegos, donde vive y trabaja, hasta la casa de su madre en Cartagena, pues está recién operada y vive sola. Va todos los días al salir de su trabajo que es en el área de seguridad interna de la refinería de Cienfuegos. Viaja allí tomando un tiempo importante de su día y sufriendo el pésimo transporte, a hacerle a su madre los quehaceres domésticos para que ella tan sólo tenga que cocinar. Nos comenta que lo hace con amor y gusto. “Este hombrón que ustedes ven, es lo que es, gracias a que ella me dedicó toda su vida. Si yo no hago esto por ella ¿quién lo haría?” dice, y al decirlo se le nota su sentimiento de profunda gratitud y amor. Cuando comentamos esto con admiración y algo de sorpresa a nuestros amigos de Cuba, nadie se muestra extrañado; les parece lo más normal y dicen que en Cuba es frecuente que se hagan ese tipo de cosas, inclusive por algún vecino, sin esperar nada a cambio.

Concertamos una reunión con las directivas de la Universidad de Cienfuegos, entidad con la que la Universidad Tecnológica de Bolívar, donde trabajo, tiene desde hace más de 7 años un fructífero convenio que la ha beneficiado con profesionales docentes de la mejor calidad.

Todos los jóvenes profesionales que conocemos, nos cuentan que en cuanto a bienes materiales, sueñan con tener más de lo que tienen. A pesar de que no se percibe resentimiento ni ansiedad en su voz, sí expresan que les gustaría ganar un poco más de sueldo para no tener que estar en “la lucha” diaria. Pero también razonan que no quieren irse de Cuba porque siendo profesionales, no quisieran llegar a otro país a pertenecer al eslabón más bajo de la cadena laboral, como ha ocurrido con tantos cubanos que salen a trabajar en otras latitudes. Nos cuentan que las familias que tienen miembros que viven en el exterior, pueden vivir un poco mejor gracias a las remesas que reciben; como dice mi amigo: “siempre que alguien se moja, muchos otros se salpican”; esto para ilustrar que las remesas no sólo benefician a sus directos destinatarios sino que contribuyen a que la economía cubana no colapse del todo.

Educación, turismo y religión

De Cienfuegos nos vamos para Trinidad que está situada en la región central de Cuba, al sur de la provincia de Sancti Spíritus; es una ciudad colonial declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1988. Salimos después de un delicioso desayuno que nos brindan los amigos cienfuegueros y tomamos una pequeña carretera de segundo orden, pero en buen estado, que está adobada con paisajes variados de playa, mar, montañas, cultivos de mango y otros frutales. Por el camino encontramos yuntas de bueyes, camiones cargados de cítricos, campesinos en sus calesitas tiradas por caballos y un paisaje rural encantador. Paramos a orillas de la carretera para comprar anones, guineos y mandarinas. Nos atiende una familia de campesinos. Nos impresiona el fenotipo tan español de casi todos los campesinos de la región.

Vemos en el camino, simpáticos niños, una niña rubia que cumple precisamente hoy, 8 años; lleva puesto el uniforme de la escuela: la clásica falda color vino tinto, pañoleta al cuello del mismo color y camisa blanca. Es el uniforme de todos los colegios de la isla. Es una cultura arraigada mantener a los niños en la escuela. Si un niño no asiste, se llama a los padres a recapacitar y se les exige cumplir con esa responsabilidad. Esto es igual tanto en las ciudades como en el campo. Los pequeños juegan con lo que tienen a su alcance; no cuentan con juguetes sofisticados, ni nada que se le parezca. Sin embargo, y he aquí otra de las paradojas cubanas: en medio de todas las dificultades y carencias materiales, a diferencia de tantos otros países, en Cuba como lo ratifica categóricamente UNICEF, ningún niño muere de hambre, ningún niño muere por abandono y la desnutrición infantil es casi inexistente.

Cuando veo estos niños, recuerdo que en nuestras caminatas por La Habana vieja, un día pasamos frente a un colegio de primaria y como encontramos la puerta abierta, entramos; la recorrimos y pudimos apreciar la dignidad de las aulas, del comedor y de todas las instalaciones; todo estaba bien puesto y muy limpio; en un aula había niños pequeños haciendo la siesta, acostados en pequeñas camas de viento, mientras otros un poco más grandes estaban en clase en las aulas vecinas. No se sentía bullicio, ni desorden.

Después de ver Cienfuegos, me sorprende encontrar una ciudad como Trinidad. Me recuerda a Mompox combinada con Villa de Leyva y Popayán. A diferencia de Cienfuegos o La Habana, que son ciudades monumentales, esta villa es más pequeña, con calles empedradas con chinas grandes, casonas coloniales además de otras con arquitecturas más recientes. Es conocida como la Ciudad Museo y su mayor ingreso lo deriva del turismo.

Entre otros lugares, visitamos un interesante templo de Yemayá, divinidad femenina de la mitología Yoruba. Yemayá es el océano, la esencia de la maternidad y protectora de los recién nacidos. En Cuba Yemayá se sincretiza con La Virgen de Regla quien es la patrona del pueblo que lleva su nombre frente a la Bahía de La Habana. En la veneración de esta virgen junto a Yemayá se funde lo Yoruba con lo cristiano. Es una de las características del sincretismo de lo africano y lo español, que define la religión cubana.

Se ven muchas casas particulares de alojamiento y paladares de cuentapropistas, que ofrecen sus servicios con alegría y amabilidad. Los vendedores no acosan, saben aceptar un no por respuesta y no pierden su cortesía aunque no se acepten sus ofrecimientos. La comida es buena y a precios más que razonables. Al almuerzo disfrutamos una enorme y excelente langosta a la parrilla, acompañada del infaltable arroz Congrí y ensalada, por tan sólo 6 CUC, en un paladar que tiene un acogedor patio al aire libre con un aljibe en el centro. Almorzamos bajo una enorme ceiba centenaria que nos cobija con su sombra y nos maravilla con su figura.

Talentos por doquier

Antes del almuerzo, mientras estamos visitando la población, recorriendo sus calles y casonas coloniales, oímos una voz que nos llama la atención. Está acompañada por un virtuoso punteo de guitarra. Allí, alejado y anónimo, está un talento musical desconocido, que nos recuerda la guitarra del entrañable Sofronín Martínez. Nos dedica, con cariño y sin cobrar un sólo centavo, un bellísimo bolero del mexicano Víctor Manuel Mato titulado Estoy perdido. Quienes quieran oírlo, lo pueden hacer aquí: https://www.youtube.com/watch?v=-MtSTxQ8jbo&feature=youtu.be

Otro día en La Habana nos pasa algo similar. Vamos caminando por la calle Obispo, cuando oímos a lo lejos una prodigiosa voz que canta el clásico Manisero de Moisés Simons: “Maaaaníííí… manisero, maní, maní… si te quieres en La Habana divertir, cómprame un cucuruchito de maní… ya llegó el manisero… ya llegó… ya está aquí el manisero, ya llegó…” continúa cantando a todo pulmón sin que podamos ver quién es… de pronto, la vemos. Es una vendedora callejera de los tradicionales cucuruchos de maní casero. Una mujer extraordinaria, vestida de manera vistosa; una hermosa negra gruesa, de ojos habladores y pícaros. Mientras habla hace morisquetas graciosas y alegres con toda la cara; se nota que disfruta lo que hace y sabe que su voz atrapa y enamora a quienes la oyen. Para grabarla y tomarse fotos con ella, no sólo hay que comprarle maní, sino pagar por ello. Es una cuentapropista que paga impuestos y tiene autorizados cinco productos para vender en las calles. Cada producto, como dice ella misma, tiene su propio pregón. Con esa voz yo la hubiera contratado la tarde entera para seguir oyéndola…

Aquí les dejo un abrebocas: https://www.youtube.com/watch?v=zh0p1Dl-8Ds&feature=emb_logo

Definitivamente Cuba es un país musical, cuna del son, del bolero, de la charanga, de la salsa, del danzón… cuánta música maravillosa que, como decía un amigo, nunca se fue de Cuba, así como tanta otra que al haber sido producida por cubanos en el exilio, los que se quedaron, nunca han oído. Y qué decir de sus intérpretes… desde el inolvidable Bola de Nieve… hasta Beny Moré, pasando por tantos y tantas que nos han deleitado y alegrado con sus canciones. Estoy segura de que como el intérprete de Trinidad y la manisera de La Habana, existen infinidad de talentos anónimos en la isla.

La niña bonita de Fidel

Al día siguiente de regresar de Cienfuegos y Trinidad, gracias a una cita concertada con anterioridad, visitamos, en las afueras de La Habana, en el municipio de La Lisa, la asombrosa Universidad de Ciencias Informáticas UCI. Esta Universidad ideada e inaugurada hace 10 años por Fidel Castro, funciona en un campus de 268 hectáreas cuyo terreno ha tenido una interesante historia. Antes de la revolución, había sido un indigno reformatorio para niños y niñas callejeros. A partir del triunfo de la Revolución, se transformó en un centro de rehabilitación de menores, bajo preceptos verdaderamente educativos y por último, antes del retiro de la Unión Soviética en 2001, funcionaba allí el Centro de Exploración y Escucha Radioelectrónicas ruso, conocido como “Base Lourdes”. Se dice que la UCI es “la niña bonita” de Fidel.

En la UCI, todas las profesiones están orientadas al mundo de la informática. Hoy viven en el campus 8.000 alumnos de pregrado, más de 300 docentes y más de 200 empleados administrativos que juntos, conforman una gran comunidad académica que habita en el campus. El proyecto aspira a contar con una infraestructura capaz de albergar a 20.000 personas viviendo en esta sede. Disponen de dormitorios bien construidos y equipados. Cada dormitorio cuenta con computador con Internet de buena velocidad, nevera, TV y baño privado, entre otras facilidades. Hay comedores distribuidos por toda el área, con capacidad para dar servicio a 4.000 comensales. Las zonas verdes son amplias y bien cuidadas y tienen una extensa zona de reserva ecológica. Cuentan con buenas oficinas, transporte en buses escolares, donados por distintos gobiernos, para todos los habitantes de la universidad. Año tras año realizan, lo que han denominado La Escuela de Invierno, para lo cual hacen una convocatoria internacional. Allí vive un número importante de estudiantes internacionales que hacen de este un verdadero campus multicultural. Los desarrollos en el área de software libre son importantes y tienen demanda internacional, lo cual ha servido para el desarrollo autónomo de la UCI. El sueño de Fidel, nos cuentan quienes nos reciben y nos atienden con esmero y afecto, es contar con un sistema de información que interconecte, en un corto plazo, todo el sistema educativo de la isla.

La universidad le da mucha importancia a las artes y a la cultura. Se pueden ver por todo el campus, murales, esculturas y pinturas de artistas reconocidos de la isla. A la entrada de la Universidad está ubicada la Plaza Niemeyer, regalo del recién fallecido arquitecto brasileño del mismo nombre a Fidel para su octogésimo cumpleaños. La plaza cuenta con una escultura minimalista y un tanto naïve, elaborada en tubos de acero pintados de rojo, que lleva por nombre Una bandera frente a un imperio, pero conocida también como David contra Goliat; representa el enfrentamiento de años entre los Estados Unidos y Cuba. La escultura está enclavada en un espejo de agua y sirve de telón de fondo a la gigantesca plaza que tiene una capacidad para 13.500 personas sentadas.

La paradoja de la libertad

Es cierto que los cubanos no tienen todas las libertades, pero también es cierto que cuentan con tantas otras bondades y logros sociales que, a pesar de ser como soy, una defensora de las libertades individuales, cuando me siento cubierta por ese fuerte lienzo que es el apretado tejido social que han trenzado, me hago una pregunta que me sigue retumbando: ¿de qué le sirve la libertad a tantos y tantas compatriotas que no pueden acceder ni a lo básico? En Colombia y en tantos otros países democráticos, quienes no tienen nada, ni salud, ni educación, ni vivienda, ni recreación, es verdad que, en teoría, tienen derecho a gritar fuerte. Sí y también a decir lo que les venga en gana pero ¿qué van a gritar y por qué van a pelear si no pueden siquiera pensar, con el estómago vacío? Alguna vez oí decir que un niño con hambre no puede aprender, ante todo porque el rugido de su estómago le impide oír la voz del profesor. Entonces me pregunto: ¿Existe la dignidad sin libertad? yo creo que sí y el pueblo cubano lo ha demostrado con creces.

Pero, ¿Existe verdadera libertad sin dignidad? Mi opinión es un rotundo NO. Pienso que los más pobres en nuestras democracias lo que tienen es un remedo de libertad. Por otro lado, me asalta otra pregunta ¿No está el gobierno de Estados Unidos, restringiendo las libertades de sus nacionales cuando les prohíbe comerciar con Cuba o les restringe las visitas a la isla?

Los cubanos en medio de sus privaciones y de su opresión, son un pueblo alegre, respetuoso de sus mayores y de su historia, de sus mujeres, de sus niños; un pueblo que vive en paz, un pueblo solidario entre sí; un pueblo recursivo; que no siente la ansiedad que produce la sociedad de consumo; un pueblo lleno de grandes talentos: para la música, para la danza, para el deporte, para las artes plásticas, para la literatura, para la medicina, para la ciencia. Se destacan internacionalmente en todos estos campos. Cuba es un verdadero laboratorio social, donde los sociólogos, los psicólogos y los economistas, pueden encontrar explicaciones y soluciones múltiples a tantos interrogantes y males de la sociedad de consumo. La teoría económica del decrecimiento, tan en boga hoy en Francia, y otros países, podría tener en la isla un gran centro de investigación y así probar que consumiendo menos y cuidando el medio ambiente, podemos vivir mucho mejor y sobre todo más felices. En Cuba hay una alegría contagiosa, una amabilidad, un calor humano y una solidaridad desconcertantes. También hay frustraciones, necesidades y carencias, pero se quieren entre sí, con verdadero respeto. Existen muy pocas jerarquías sociales y acogen a los visitantes con gran placer y cariño.

Aprendizajes, riesgos e incierto futuro

Después de visitar la isla, de hablar con su gente, tanto la que vive allí como la que vive acá, la que viaja y regresa, la que nunca ha salido, es decir quienes se han visto beneficiados por la revolución pero que también la han sufrido, se llega a la triste pero pragmática conclusión de que un sistema económico, donde el estado pretende abarcarlo todo, darlo todo, controlarlo todo, es insostenible en el tiempo, y debe cambiar. Como lo mencioné, ya se están dando tímidos pasos en ese sentido. Lo único que espero es que el cambio no se haga de manera abrupta. Si esto sucediese se corre el riesgo de que en esa carrera por buscar una mejor calidad de vida material, pierdan sus inmensos logros sociales en educación y salud y se afloje o se destruya ese tejido social que se manifiesta en solidaridad, disciplina, respeto por los otros, paz y seguridad.

Como conclusión, debo decir que a pesar del prurito permanente de idealizar o demonizar a Cuba, según la ideología de cada cual, ese, como cualquier otro país, tiene cosas admirables y otras censurables. Este corto viaje, me aclaró muchas dudas, pero sobre todo me enseñó que es mucho lo que hay que aprender de su pueblo, también de los incontables errores de su gobierno, pero sobre todo de sus múltiples logros como sociedad.

Las preguntas finales que me surgen y rondan mi cabeza desde mi regreso son: ¿Se hubieran podido conseguir todos los logros que enumeré, con un régimen distinto? ¿La disciplina, la hubieran asimilado y respetado sin una autoridad fuerte, con leyes estrictas y penas tan duras como las que se imponen? ¿El tejido social del que hablé, elaborado con esos hilos de solidaridad, de amor y respeto por sus semejantes, lo hubieran podido tejer con sistemas de gobierno como los del resto de América Latina y en medio de una sociedad de consumo plena de objetos materiales a disposición? Si las respuestas son afirmativas, entonces, ¿por qué en el resto de Latinoamérica no hemos logrado ni la mitad de lo que ellos han logrado como sociedad? ¿Cómo encontrar ese término medio, que dentro de nuestras democracias nos permitan avanzar para lograr sociedades más equitativas y justas? Todas las respuestas, abren la llave de ese gran surtidor de paradojas que es Cuba.

Cuba es alegre, Cuba sufre,  Cuba es monumental, Cuba es ruinosa, Cuba es rica, Cuba es pobre, Cuba calla, Cuba canta, Cuba es del mundo, Cuba está aislada, pero Cuba sigue siendo un ejemplo, repito una y mil veces, de gran DIGNIDAD para muchos pueblos del mundo.

Invito a quienes decidan visitar Cuba, que lleven los ojos del corazón bien abiertos, para que la disfruten en toda su magnitud, y puedan ver y sentir lo que tiene verdadero valor.

Los invito a ver en el siguiente enlace un video con una crónica del viaje en fotografías, acompañadas con buena música cubana: http://www.youtube.com/watch?v=nF3DdCnUZtc

 

Iliana Restrepo

Cartagena de Indias, 2013

Profesional en estudios literarios y Magister en e-learning y redes sociales

 

  • Este artículo fue publicado originalmente en el año 2013 en el periódico El Universal de Cartagena

ttps://m.eluniversal.com.co/suplementos/dominical/cuba-un-asombroso-surtidor-de-paradojas-103957-DAEU189846

 

https://m.eluniversal.com.co/suplementos/dominical/cuba-de-viaje-por-la-isla-de-las-paradojas-104646-AYEU190606