EL CADÁVER  

 

Oscura distopía o parábola en clave de ciencia ficción terrorífica, este filme noruego llegó sin aviso a la plataforma de Netflix y se ha ganado su lugar entre los fanáticos de este estilo fílmico, mostrando las peores facetas de los seres humanos enfrentados al hambre, la miseria y la explotación en un mundo devastado por la guerra nuclear. 

Pocas veces podemos apreciar el cine noruego y, en gran medida, es una filmografía desconocida para muchas generaciones que no tienen la posibilidad de ver sus propuestas por la vía comercial. Por esta razón la llegada de “El cadáver” (no confundir con otro filme de título “Cadáver”, que se encuentra también en la plataforma de Netflix), sorprende de manera agradable y más si se considera que se trata de una distopía aterradora, con un guion bastante perverso y una puesta en imágenes que atrapa en su oscuridad y laberíntica concepción de espacios.

“El Cadáver” funciona como una parábola, que se inscribe de lleno en la ciencia-ficción post apocalíptica, aunque en su envoltorio exterior parece ser una simple película de terror. Ha sido tal el éxito entre los fanáticos que se mantiene como uno de los estrenos más estimulantes del actual panorama. Esto se debe a que su director y guionista, Jarand Herdal, ha sido capaz de entregar no solo una película entretenida y enigmática de comienzo a fin, sino que además un filme ideal para quienes deliran con el tema de la distopía, de cómo el ser humano se ve enfrentado a la posibilidad de su desaparición debido a la codicia y desidia de los que detentan el poder y la tecnología.

Esta película tiene muchos puntos en común con la también distopía “El Hoyo”, cinta española dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia, la gran sorpresa en el Festival de Sitges de 2019, en donde se alzó con el Premio a la Mejor Película y también con el Premio del Público, llegando a ser una de las finalistas para postular al Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. El paralelismo surge en el hecho de mostrar también el problema social de las diferencias sociales, llevadas al extremo y porque en ambas cintas sus protagonistas solo tratan de sobrevivir al hambre y la violencia en una sociedad que hace rato ha sido devastada por una enigmática guerra nuclear en el caso de la película noruega.

De este modo, “El cadáver” hinca su interés en el distanciamiento entre las clases sociales, donde unos no tienen nada que comer mientras los otros disfrutan y ostentan en un estupendo castillo que se alza sobre el pueblo, constantemente iluminado y, como suele ser casi un tópico, acá los seres humanos tratan de encontrar lo más elemental para su sobrevivencia: comida.

Mientras en “El hoyo” la comida baja desde las alturas en una suerte de prisión con personajes encerrados en forma temporal, en una plataforma que como es obvio suponer, llega casi vacía al fondo, provocando todos los comportamientos imaginables, en “El cadáver” los pocos sobrevivientes sobreviven en edificios en ruinas, con calles atestadas de muertos y en plena oscuridad, con el único objetivo de hallar comida y regresar con vida a sus encierros. La metáfora se amplía cuando aparece el aviso que en el castillo siempre iluminado habrá una función de teatro, cuya entrada incluye una cena de regalo.

De esta manera, en este mundo futurista, asolado por las guerras nucleares, solo prevalece la hambruna y el miedo. Por este motivo, cuando una pareja y su pequeña hija compran la entrada para esa función tienen un solo propósito en mente: comer, saciar en parte su hambre y disfrutar por algunos momentos de un espectáculo que se ofrece como espectacular e innovador.

HAMBRE, LABERINTOS Y SECRETOS

El filme adquiere su fuerza cuando los protagonistas ingresan al hotel y, tras cenar, los asistentes descubren que la obra de teatro es una experiencia interactiva: los espectadores deben llevar siempre una máscara dorada para no ser confundidos con los actores, pueden caminar con ellos y seguirlos por los misteriosos y oscuros pasillos del castillo: ataviados con las máscaras para no ser confundidos con los actores, también pueden deambular por las instalaciones solos o siguiendo a los personajes, que van actuando diversas situaciones, cada vez más extrañas, violentas, apasionadas o criminales. Pero Leonora, la protagonista, tiene una sospecha desde el comienzo, algo no encaja, ella fue actriz en otras épocas y tiene por lo tanto una percepción diferente, un sexto sentido muy desarrollado respecto a la autenticidad de una actuación y comienza a descubrir algo oscuro, tenebroso y mortal.

“El cadáver” utiliza elementos característicos del cine de terror, aunque en su esencia se trata de una película distópica, de ciencia-ficción post apocalíptica y tiene su centro en las injusticias y miserias que los protagonistas han sufrido en carne propia y que en esta obra teatral se amplifican.

Gran parte de la película transcurre en ese inmenso y laberíntico castillo, donde todo lo que sucede adquiere el tinte de una pesadilla, de una fantasía horrenda, lo que se ve apoyado con una ambientación donde predomina el rojo intenso, en contraste con la oscuridad de las calles de la ciudad devastada. Ese castillo siempre iluminado puede ser una casa encantada, donde las niñas se pierden como sucede en los cuentos o la casa del terror de las ferias, donde desaparecen las personas, se pierden en laberintos de espejos o en pasillos que no conducen a nada.

Toda la primera hora el espectador no sabe nada, ni de la situación de los personajes, ni de la naturaleza del castillo, ni si la obra que se desarrolla es real, un fraude o acaso producto de los delirios de la protagonista, creándose un clima onírico e irreal. Ese riesgo está bien asumido, la narración es fluida y los ambientes tapizados en rojo acentúan el desconcierto y el suspenso.

En el desenlace la película pierde su coherencia, se debilita porque las explicaciones son débiles en relación con los acontecimientos que hemos visto y sufrido, en conjunto con los personajes. La causa puede deberse a que el director es muy joven y que antes de este filme solo tiene un trabajo inédito en nuestra cartelera, un thriller de realidades virtuales titulado ‘Everywhen’.

En su conjunto, el filme resulta fascinante y tiene un plano final de una exquisita ambigüedad que da un gran sentido a lo que se ha visionado hasta ese instante. Tiene buena factura, buenos momentos impactantes y desliza más de una metáfora respecto de la situación humana e instantes casi oníricos -los créditos iniciales, con los niños jugando con montañas de ropas usadas- y otros que son atrapantes como ese deambular de las personas acompañando a los actores por los pasillos que, a medida que avanzan, van desapareciendo, introduciendo la idea de que acaso todo sea producto de una pesadilla.

Como filme no es una obra redonda ni perfecta, pero es tan entretenida, cautivante y enigmática que debe ser revisada con cuidado, más si se trata de un filme de una cinematografía como la noruega de la que casi no sabemos nada respecto de sus estrenos, su avance y sus avatares.

 

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación